La Lluvia no Atraviesa el Concreto

I. CIMIENTOS PODRIDOS.

Las ciudades se levantaron sobre cadáveres. La civilización misma es un mausoleo disfrazado de progreso, un monumento a la obediencia cimentado con huesos y mezclado con la sangre de los que alguna vez se atrevieron a correr fuera de los márgenes. No hay piedra, no hay ladrillo, que no tenga el aliento podrido del sometimiento. Dicen que la justicia es la columna vertebral de la sociedad. Pero, ¿qué es la justicia sino un animal famélico encadenado en la plaza pública? Le arrojan despojos, la alimentan con la carne de los indeseables, le enseñan a morder solo a quienes el poder señala. No muerde manos blancas, no destroza trajes ni corbatas, solo mastica pieles ásperas y ojos con miedo. Las cárceles son los templos de este culto a la sumisión. En sus celdas se pudren aquellos que desentonaron en la sinfonía del control. Aquí no hay rejas, hay cuchillas de silencio, hay un tiempo que se disuelve en ácido y chorrea por las grietas de las paredes. Cada pared es un espejo de rostros que ya no recuerdan su forma original. Aquí, la gente se convierte en sombra antes de convertirse en cadáver. Pero el concreto esconde grietas. Entre los bloques fríos, la humedad abre caminos invisibles. Los que miran de cerca pueden ver que, en la profundidad de la piedra, hay raíces creciendo. No importa cuánto lo intenten, el concreto no es eterno. La lluvia no lo atraviesa, pero la erosión es paciente. Y un día, cuando el muro se incline por su propio peso, solo quedará el polvo y el eco de quienes un día fueron silenciados.



#368 en Joven Adulto

En el texto hay: cerdopoesia

Editado: 16.09.2025

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