El progreso es solo una palabra vacía que nos repiten hasta que la creemos. Nos dicen que cada paso hacia adelante es una victoria, que la tecnología nos hará libres, que el conocimiento nos llevará a las estrellas. Pero mientras subimos, el suelo debajo de nosotros se desintegra. Nos dicen que tenemos el control, que somos los arquitectos de nuestro destino, pero lo único que hemos construido es una torre de cristal que amenaza con caerse con el primer viento. Nos dicen que el progreso es la solución a todo, que mientras más avancemos, más cerca estaremos de lo que realmente importa. Pero lo único que hemos hecho es llenar el mundo de dispositivos, de pantallas, de ruido. Nos hemos desconectado de lo real, de lo palpable, de lo humano. Nos dicen que estamos más conectados que nunca, pero nunca hemos estado tan distantes de nuestra propia existencia. El progreso no es más que una ilusión, una cortina de humo que nos mantiene ocupados mientras nos roban lo esencial. Nos dicen que tenemos más posibilidades, que ahora podemos hacer más, pero nunca nos dicen que, a medida que ganamos en comodidad, perdemos en humanidad. Nos empujan hacia adelante, hacia una meta que no podemos ver, mientras nos olvidamos del camino, de lo que realmente importa. La verdadera fórmula del progreso es simple: avanzar, consumir, repetir. Pero lo que no nos dicen es que, mientras seguimos este ciclo, nos vamos vaciando por dentro