Entre sueños desgastados me toma de la mano. Siento como me agita entre sus brazos. Eleva la mirada y se encuentra con la mía. Mi vestido de oscuridad se mese en el aire mientras me eleva en silencio con una facilidad única. Su sonriza malvada me muestra imágenes sin sentido. <<¿Quién eres?>> le pregunto una vez mas mientras mi cabello se balancea en el aire. De pronto me deja caer y antes de desaparecer por completo me dice al oído <<Soy el ángel de los recuerdos>>
Al comienzo de perder la vista me sentía perdida. De un momento a otro me habían apagado el sol y todo era oscuridad. En esos momentos es en los que quieres llorar a mares pero no puedes porque siempre estás acompañado de alguien. Un día me fui de casa, necesitaba salir y aún sabiendo que era muy peligroso lo hice. Tomé mi bastón y empecé a caminar. No tardé ni dos segundos en perderme, ruidos de autos y perros ladrando se escuchaban por doquier y por primera vez a sólo una calle de mi casa tuve miedo. Esa es la sensación que tengo ahora, estoy perdida en mi propio abismo de pensamientos. Mi mente es como si fuera un rompecabezas sin sentido y las personas que lo saben armar no me quieren ayudar a hacerlo.
Ya hace dos días desde el suceso de la piscina. Dos días llenos de preguntas sin respuestas y silencios incómodos. Dos días en los que no he dejado de pensar en aquellos recuerdos que tuve y en esa voz tan conocida que me pedía que salvara mi vida. Daniel, Daniel, Daniel. ¿Quién es él y por qué estaba junto a mí el día que sucedió todo?
Desearía que no me hubieran encontrado y me hubieran dejado en el fondo de la piscina pero como siempre sucedió y una ves más me libré de la muerte. ¿Suerte?, no lo creo, yo no quería ser salvada. Quería dejar este mundo y que el dolor en mi alma aliviara.
Voy con mi madre en su auto. Estábamos en el Hospital. Según los médicos tengo altas probabilidades de volver a ver y ser la chica que era antes. Debería estar feliz, mi madre lo está pero yo no. No se el por qué de todo este cúmulo de sentimientos pero tengo ganas de llorar. Es un dolor insoportable que no deja de perseguirme y no me permite respirar.
—Frena —le ordeno a mi madre.— detente.
—¿Por qué?, ¿qué vas a hacer?
Mi madre detiene el auto y palpo la puerta hasta que la logro abrir y salgo con pasos torpes.
—¡Legna espera! —Siento su voz en un grito pero sigo caminando. No puedo respirar, un olor conocido me invade, son las margaritas que me traslada al día del accidente.
Mi madre está desesperada pero no la escucho. A mi mente llega todo de golpe.
—Daniel, ¿dónde está Daniel? —Empiezo a tener un ataque de pánico y me falta el aire. Se escuchan ruidos de autos y algunos conductores tocan el claxon.
Ahora lo entiendo. Siento que mi vida se rompe en mil pedazos. Tengo la culpa de todo...