La madre de mi cachorro es una... ¿humana?

4 Una desconocida

La siguiente noche.
La noche había caído sobre la fortaleza Draven, una construcción de piedra y cristal que se alzaba en medio del bosque como un santuario y una prisión al mismo tiempo.
Las antorchas del corredor principal ardían con un brillo dorado, reflejándose en el mármol negro.
Kael avanzaba por el pasillo con paso decidido hacia sus aposentos, mientras el eco de sus botas llenaba el silencio.
Riven lo esperaba al final, junto a una puerta custodiada por dos lobos de su guardia personal.
Cuando lo vio llegar, inclinó la cabeza.
—Mi señor, he traído a la concubina como usted ordenó. Está esperándolo en sus aposentos.
Kael asintió sin mirarlo.
—Déjanos solos.
El par de guardias abrió la puerta. Kael entró.
La habitación estaba tenuemente iluminada. En el centro, sobre un diván, la mujer elegida lo aguardaba con los ojos bajos y las manos entrelazadas. Era joven, de piel dorada y cabellos oscuros, y aunque su belleza era innegable, Kael no sintió nada. Ningún temblor. Ningún latido alterado como lo que había sentido las noches anteriores. Sólo silencio.
—Mi señor —dijo ella en voz baja, sin levantar la vista—. Me dijeron que deseaba verme.
—Quiero respuestas —replicó él, acercándose con lentitud—. Fuiste inseminada hace dos semanas. ¿Tienes síntomas? ¿náuseas, cambios en el pulso, sueño agitado?
—No, mi señor. Los médicos dijeron que aún es pronto para saberlo.
Kael frunció el ceño.
—Acércate.
Ella obedeció, temblando apenas, y se detuvo frente a él.
Kael la observó un instante, luego se inclinó lentamente, acercando el rostro al suyo. Inhaló su aroma. El aire se le escapó de los pulmones, no por deseo, sino por la certeza inmediata de que ese no era el olor.
—No —murmuró, dando un paso atrás—. No eres tú.
La mujer lo miró confundida.
—¿Mi señor?
Kael se giró hacia el ventanal, apretando los puños. Su respiración era irregular, sus sentidos enloquecidos. El olor que lo había perseguido en sueños no estaba allí.
Aquel aroma a tierra mojada y luna, ese perfume de vida que lo había perturbado, provenía de otro lugar.
De otra sangre.
—Vete. —le ordenó a la concubina, ella se retiró.
—Riven —rugió.
El segundo entró enseguida.
—Sí, mi señor.
—Quiero los registros de la clínica. Todos. Desde el primer día de la donación hasta la inseminación final. Alguien cometió un error.
—¿Cree que…?
—No creo. Lo siento, la concubina no está preñada, pero hay una hembra que tiene a mi cachorro en su vientre, puedo oír sus latidos.
—¡Eso no es posible!
—Debemos conseguir a esa hembra de inmediato —alzó la voz con mucho enfado—. Y castigar a los responsables de que una desconocida tenga a mi cachorro en su vientre.

***

Nota:

Hola queridas lectoras, esta vez vengo con un libro de hombre lobo, almas gemelas, para participar en el concurso de romantasy de Booknet. Espero su apoyo y que les guste.




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