La madre de mi cachorro es una... ¿humana?

18

SÁBADO
El centro comercial estaba lleno de luces blancas y música suave; ese tipo de lugar donde las vitrinas parecían brillar de manera propia. Alma caminaba delante, decidida, como si la estuvieran grabando para un reality show de moda.
—Apresúrate, cenicienta divorciada. Estás a punto de tener tu glow up. Y lo digo con conocimiento
—¿Científico? —Lyra arqueó una ceja.
—Obvio. Está demostrado que cuando una mujer cambia de vida, cambia su look primero. Es biología emocional.
Se detuvieron frente a una boutique con un letrero elegante y discreto: VALENTINA BOUTIQUE. Nada de exceso de lujo, solo buen gusto. Al entrar, una asistente con sonrisa profesional las recibió.
—Bienvenidas. ¿Buscan algo en especial?
Alma se adelantó, como si fuera la agente personal de Lyra.
—Sí. Necesita un outfit para un evento formal el lunes. Importante, elegante, algo que diga “mi vida se fue a la mierda pero renací como fénix”.
La asistente parpadeó, confundida.
Lyra intervino:
—Lo que mi amiga quiere decir es: un vestido para un evento… —respiró profundo—. Algo sobrio.
—Y sexy —añadió Alma.
La asistente sonrió.
—Puedo ayudarles.
Los probadores eran pequeños cubículos con cortinas gruesas. Lyra entraba con una prenda, salía con otra. Alma se sentó en un sillón pequeño con la actitud de una jueza implacable.
Primero, un vestido rojo ajustado.
—No. Ese grita “amante tóxica de un ejecutivo casado”.
Después, un vestido azul marino.
—Pareces gerente bancaria. De las estrictas.
Otro en negro.
—Ese es demasiado funeral —dijo Alma—. Tú estás resucitando, no enterrando tu vida.
Lyra suspiró desde adentro del probador.
—¿Segura que no estás exagerando?
—Exagerar es mi talento nato.
La asistente regresó con un vestido que tenía un tono turquesa casi irreal.
—Este acaba de llegar. Creo que deberías probarlo.
Lyra lo tomó entre las manos. Sedoso. Ligero. Con un brillo suave que parecía agua en movimiento.
—Este, es el que busco —dijo en un hilo de voz.
—entonces pruébatelo. —dijo Alma.
Minutos después Lyra salió del probador.
El vestido turquesa se ajustaba a su cuerpo con delicadeza, sin ser vulgar. Caía en ondas suaves que se movían cuando ella respiraba. Un detalle de tela cruzada en el pecho realzaba su figura. Sus ojos se iluminaron, porque ese color… resaltaba la chispa que había perdido.
La asistente, Alma y una mujer que casualmente pasaba por ahí abrieron los ojos al mismo tiempo.
—¡Guau! —susurró Alma, poniéndose de pie.
Lyra se tocó el vientre, inconscientemente protectora, como si temiera no merecer verse así.
—¿No es demasiado? —murmuró.
—¿Demasiado perfecto? Sí —respondió Alma sin dudar—. Lyra… te ves hermosísima.
Lyra se miró en el espejo. Esa mujer reflejada parecía segura, luminosa, libre. No la esposa abnegada que cocinaba mientras Ethan le mentía.
Por primera vez en mucho tiempo, se vio a sí misma.
—Entonces llevaré este para el evento —dijo, sonriendo.
—¡Siiii! —celebró Alma dando un saltito.
La asistente trajo unas zapatillas de tacón. Altas. Turquesa perlado. Parecían sacadas de un cuento.
—Pruébalas —dijo Alma.
Lyra se las colocó. Al ponerse de pie, todo el vestido tomó otra forma. Se enderezó, más alta, más firme.
—Me encata. Me siento como… una princesa.
—Con ese vestido, te aseguro que el lunes vas a conseguir a tu verdadero príncipe azul —anunció Alma, orgullosa.
Lyra rodó los ojos entre risas.
—No inventes cosas. Cualquier príncipe azul saldrá corriendo cuando se entere que estoy embarazada.
—Eso no lo sabes. No todos son idiotas como Ethan.
Lyra respiró hondo.
—Además… no estoy interesada en conocer a nadie. Solo quiero empezar mi nueva vida y cuidar a mi bebé.
Alma sonrió, con un orgullo tierno.
—Y eso, amiga mía… ya te convierte en la mujer más valiente de este lugar.
Lyra se miró otra vez en el espejo, ya sin miedo en los ojos.
No era la esposa engañada.
No era la mujer abandonada.
Era Lyra.
Renaciendo.
Lyra compró otras prendas, decidida a renovar su vida por completo, y eso incluía si guardarropa, agregó un reloj de muñeca y un nuevo perfume.
Después fueron a almorzar y en la tarde al salón de belleza. El letrero de neón rosado decía:
Glam Room Studio.
Apenas cruzaron la puerta, Lyra percibió con más intensidad los aromas a laca, champú, el olor del cabello cuando le pasan por el secador. Ella no sabía a qué se debía, pero desde que estaba embarazada su olfato se había agudizado.
El lugar estaba lleno de clientas, estilistas corriendo de aquí para allá, secadores rugiendo como motores en una pista de despegue.
Alma empujó a Lyra suavemente hacia la recepción como quien entrega a una celebridad.
—Hola, ella es la señorita Lyra Whitmore, tiene cita para cambio de look.
La recepcionista, una chica de sonrisa luminosa y uñas más largas que su paciencia, asiente casi solemne.
—Marina, una de nuestras mejores estilistas, va a atenderla en cinco minutos, le asignaré una manicurista cuando esté disponible.
Lyra sonrió tímida, tocándose el cabello largo y desaliñado.
—No sé si necesito un milagro —murmura.
—Sí lo necesitas —corrige Alma—. Un milagro con ondas y brillo.
Lyra ríe nerviosa mientras una estilista de cabello verde esmeralda aparece detrás de ella.
—Hola, soy Marina,vamos a la silla.
Lyra se sentó. Alma fue atendida por la estilista de al lado.
Allí le puso una capa sobre los hombros—. ¿Qué deseas hoy?
Antes de que Lyra responda, Alma levanta la mano como abogada defensora.
—Nueva vida. Nuevo cabello. Nuevo capítulo.
Marina sonríe, encantada.
—Perfecto. La terapia de ruptura empieza en 3… 2… 1…
Comienza el show.
Lyra se sienta frente al espejo iluminado. Marina toma un mechón y lo analiza.
—¿Cuándo fue la última vez que cortaste tu cabello?
Lyra piensa… y piensa… y piensa.
—¿Cuenta cuando me lo amarré con una tijera porque se me atascó en la puerta del auto?
Marina y Alma sueltan una carcajada.
—Amiga, eso no es un corte de cabello —dice Alma—. Eso es sobrevivir.
Marina toma unas tijeras plateadas que reflejan la luz como un arma secreta.
—Vamos a quitarte todo lo que te pese —dice, y corta el primer mechón.
Lyra siente el sonido: crack.
Algo dentro de ella también se rompe… pero de una forma buena. Como si soltara un eslabón invisible.
—Adiós, Ethan —susurra Alma, haciendo un gesto dramático de despedida hacia el mechón que cae.
Lyra se ríe, cubriéndose el rostro.
—Ay, no seas así.
—¿Por qué no? —responde Alma—. Esa melena estuvo oliendo a traición durante demasiado tiempo.
Cae otro mechón. Después otro.
Lyra respira hondo, más ligera con cada corte.
—¿Color? —pregunta Marina.
Alma se ilumina.
—¡SÍ, COLOR! Algo fresco, algo que diga: “renacida y peligrosa”.
Lyra piensa un momento. Se mira al espejo. Su rostro tiene ojeras, pero también un brillo que no recordaba.
—Quiero verme como… yo. —Se toca el pecho—. Pero una versión de mí que no tenga miedo a perseguir lo que anhelo.
Marina la mira con complicidad.
—Entendido.
Mientras aplican el tinte, Lyra y Alma escuchan música pop, beben café y chismean sobre la vida. Lyra se mira en el espejo mientras la estilista seca su cabello con cuidado, mechón por mechón.
Unas ondas suaves caen sobre sus hombros, brillando bajo la luz del salón.
Marina gira la silla hacia el espejo.
—Lista.
Lyra abre los ojos.
Su cabello ahora tiene movimiento, brillo, vida. Su rostro se ve más joven, más despierto. De pronto despertó una hermosa sonrisa.
—No puedo creer que sea yo, es como… cuando estaba en la universidad, siento que retrocedí siente años.
—Siempre fuiste tú —dijo Alma, sonriendo orgullosa—. Solo estabas apagada.
Lyra sonrió, tocándose el cabello como si fuera algo sagrado.
—Me siento… libre.
Alma la abraza por detrás.
—Bienvenida a tu nueva vida, Lyra.




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