Kael estaba frente al espejo, ajustando el cuello de su camisa negra. El nudo de la corbata parecía desafiarlo, pero no era eso lo que tensaba sus músculos.
Era el aroma.
Otra vez.
Dulce, suave, tibia. Con la única nota que llevaba días volviéndolo loco. Era como un rastro de luz en un bosque oscuro, guiándolo, aunque él no quisiera.
Esta vez, era más intenso que antes, más real.
—No puede ser —susurró, apretando la corbata—. Sé que hay una mujer con ese aroma… y cada vez está más cerca.
Una oleada de deseo y ansiedad lo tensó. Sus ojos brillaron con el reflejo dorado de su lobo.
—Voy a buscarla, sé que está aquí. Tengo que describir lo que está pasando.
Salió del vestidor. Caminó hacia la puerta de la suite.
Cuando salió, los guardias apostados allí enderezaron sus espaldas.
—Alfa, la seguridad indica que aún falta tiempo para su entrada —informó uno de ellos.
Kael no los miró siquiera.
—Permanezcan aquí. No me sigan.
—Pero su majestad, no podemos permitir…
—Es una orden. —gruñó.
Ambos guardias inclinaron la cabeza de inmediato.
Kael salió al pasillo, guiado por ese aroma que lo reclamaba, como un hilo invisible envolviendo su pecho y jalándolo.
Sus pasos eran silenciosos, pero su presencia llenaba el pasillo como una tormenta retenida. Bajó por las escaleras varios pisos. Llegó al pasillo de la mezzanina. Todo estaba en silencio, salvo el murmullo lejano de la música del evento.
Kael se giró bruscamente, miró hacia el jardín privado. Apretó los puños y murmuró:
—Es de allá de donde proviene ese aroma, no estoy loco, ella está ahí, con mi cachorro.
Caminó hacia allá, se detuvo un momento y respiró hondo, sabía que estaba a punto de descifrar lo que significaba ese aroma, se suponía que la Vientre de Luna estaba protegida en su mansión. Pero no, ella estaba en ese jardín.
Empujó las puertas de vidrio. El aire frío lo recibió, arrastrando ese mismo olor. Apoyó ambas manos en la baranda y aspiró profundo, casi en reverencia.
—No puede ser… —susurró, con voz áspera—. Realmente está aquí, su aroma es intenso. Había olvidado lo que se siente olfatear a una hembra hecha para mí.
No era perfume.
No era azar.
Era… el llamado de la diosa. Vio una nubosidad de color azul que salía de sus pies y se dirigía hacia el lado norte del jardín.
Su lobo se tensó bajo su piel, impaciente, como si quisiera salir corriendo hacia el llamado.
El aroma se entendía como un perfume mágico en el aire.
Kael soltó un gruñido bajo, silencioso,
***
Lyra estaba de pie frente al barandal, tenía los ojos cerrados cuando el viento sopló, levantando un mechón de su cabello. El mareo había desaparecido, pero ahora sentía una presión extraña en el pecho, algo parecido a un presentimiento. De repente, sintió que no estaba sola.
Abrió los ojos y giró su cabeza hacia el lado que le indicaba su instinto.
Vio a un hombre, este la estaba observando detenidamente, un escalofrío la invadió, reconoció de inmediato que se trataba de un lobo, por su estatura supo que era uno de raza alfa, aunque no pensó que se tratara del Alfa de la manada.
Su presencia y la manera cómo la miraba, fijamente y sin moverse, le causó temor.
Lyra llevó su mano la cuello para tocar su amuleto de protección, su padre en varias ocasiones le dijo:
«Ese dije te protegerá de los lobos que deseen hacerte daño, jamás lo quites de tu cuello»
En ese instante, Lyra se arrepintió de haber obedecido a Alma, estaba convencida de que sin ese dije no tenía protección, pensó que ese lobo quizás pretendía hacerle daño.
De repente el lobo comenzó a caminar hacia ella. Lyra estaba paralizada, miró al piso y vio la nubosidad azul que comenzaba acercarse. No comprendía nada de lo que estaba ocurriendo.
Cada paso que él daba era seguro, imponente, como si nada pudiera detenerlo. El traje negro resaltaba su presencia como si absorbiera la luz a su alrededor. Sus ojos… sus ojos parecían de fuego, aunque eran de color amber.
Lyra tragó saliva, su corazón se aceleró con fuerza.
Kael inhaló, luego la miró como si hubiera encontrado un tesoro esperado.
—Eres tú —murmuró, apenas audible, como si el destino acabara de revelarse.
Lyra retrocedió un paso, confundida.
Él avanzó uno.
Dos mundos, dos respiraciones, un solo punto de colisión.
El viento llevó el aroma de Lyra hacia Kael, el deseo de reclamarla despertó y no podía evitarlo. El deseo por su compañera despertó.
Se quedaron inmóviles.
Entre ellos surgió un destello tenue. Como una hebra de luz, fina como seda, que comenzó a extenderse desde el pecho de Kael hasta el de Lyra. Un hilo luminoso, etéreo, palpitante. Se tensaba y vibraba con cada respiración.
Editado: 24.11.2025