El tranquilizante recorría las venas del Alfa como un veneno tibio. Sus párpados pesaban, su cuerpo se hundía en la cama del hospital, pero su mente se agitaba como un animal enjaulado.
—Tranquilo, Alfa es la medicación —susurró la enfermera—. Solo descansa.
Pero él no descansaba.
En su mundo interior, una tormenta rugía.
“Lyra…”
Caminaba entre sombras. Sus pasos resonaban como si estuviera dentro de un laberinto de madera vieja. De pronto, un llanto ahogado. Una respiración alterada. Un corazón pequeño latiendo con desesperación. Su corazón, el de su cachorro, podían oírlos latir.
—¡Lyra! —rugió su voz en el sueño.
Una puerta apareció frente a él. Golpeada. Astillada.
Del otro lado, escuchó sollozos.
Y entonces la vio, atada, junto a una cama de hierro con cadenas que le cortaban la piel del tobillo. Su rostro bañado en lágrimas y con sus manos protegiéndose el vientre.
El Alfa sintió cómo un dolor salvaje lo desgarraba desde dentro.
Trató de avanzar, pero entre él y Lyra surgió un muro transparente, una barrera que no podía romper. Golpeó la superficie con los puños, con el hombro, con el cuerpo entero, pero no cedió.
—¡Lyra, mírame! —gritó.
Ella levantó la cabeza, sus ojos hinchados, rojos.
—Ayúdame por favor —su voz tan débil y rota que el Alfa sintió que moría—. Nos van a quitar a nuestro bebé.
Un hombre apareció detrás de ella. Ethan. Su mano descendió hacia el vientre de Lyra con una sonrisa cruel.
—Nunca lo tendrás —se burló.
El Alfa rugió tan fuerte que el mundo tembló. Se lanzó con toda su fuerza contra el muro invisible. Las vetas de la barrera comenzaron a quebrarse.
Una luz roja estalló un dolor insoportable en su pecho y el Alfa cayó al suelo.
—¡Lyra! —gritó, incorporándose de golpe en la cama del hospital.
Kael abrió los ojos de golpe.
Una mano firme lo sostuvo antes de que intentara arrancarse las agujas del suero.
—Kael —la voz grave de Raven lo ancló a la realidad—. Tranquilo. Ya estás despierto.
El Alfa giró la cabeza y lo vio. Raven estaba allí, de pie, aún con el abrigo encima, la expresión cargada de tensión. El ministro había ordenado suspender la medicación; los tubos de la solución aún colgaban, desconectados.
—¿Qué has hecho? —gruñó Kael, respirando con dificultad—. Tenía que encontrarla. ¡No puedes sedarme cuando ella está…!
—Lo sé —interrumpió Raven con un tono firme, pero no autoritario—. Ya no estás sedado. Ya no te detendré. Pero necesitas escucharme.
Kael apretó los dientes, las pupilas aún dilatadas por la angustia del sueño.
—Habla.
Raven tragó saliva. No cualquiera podía sostener la mirada del Alfa en ese estado, pero él sí.
—Encontramos el video del jardín —empezó—. Y encontramos su nombre.
Kael dejó de respirar por un instante.
—¡Lyra! ¡Es ella!
—Lyra Ellis Wets. Usando su apellido de soltera. Pero en los registros aparece como Lyra Ellis… esposa de Ethan Ellis.
El Alfa emitió un gruñido que heló la sangre en el cuerpo del ministro. Raven siguió:
—En el video se ve que estaba asustada y tú… —bajó un poco la voz— estabas fuera de ti. Te acercaste a ella rompiendo todos los protocolos, ella huyó.
Kael cerró los puños. La escena del sueño y del video se mezclaba, desgarrándolo.
—No porque me temiera a mí —dijo entre dientes—. Sino porque no sabe quién es, no sabe lo que es, piensa que es humana.
—¿Es licántropo?
—Vi a su lobo, intentó emerger, sus ojos celestes… por un instante se encontraron con los ojos de mi lobo. Estoy unido a ella para siempre. Debo ir a buscarla.
—Lyra huyó, la policía secreta la está buscando, creo que está con Ethan Ellis, su esposo.
—Ella no puede estar con él, Lyra me pertenece.
—Se están divorciando, pero Lyra huyó del apartamento donde se estaba hospedando, se fue sin dar explicaciones a su amiga, creo que huyó de ti, pero mi intuición también me dice que Ethan se la ha llevado bajo engaño. Ordené que la busque hasta debajo de las piedras.
—Yo mismo iré a buscarla.
—Y no solo eso, hay algo más que debo contarte —sacó unas fotografías del bolsillo—. Esta es Celeste, Ethan le dijo a los guardias que ella era su esposa, pero en realidad son amantes, Celeste es la hermana de Lyra.
El Alfa abrió más los ojos, el impacto fue como un rayo atravesándole la columna.
—Entonces no estaba alucinado cuando su aroma me buscó. Mi cachorro —susurró, llevándose la mano al pecho donde el vínculo ardía como un hierro al rojo vivo.
—Tu cachorro —confirmó Raven—. Ethan no lo sabía porque ella huyó a esta ciudad sin decirle nada, hasta que envié a mis hombres a buscarlos, creo que planearon la usurpación y quizás Ethan piensa robar el cachorro para entregárselo.
—¡Arrestan a esos miserables!
Kael se incorporó más, sus músculos tensos contra las vendas.
—Quiero a ese humano lejos de mi compañera. —gruñó.
Raven no lo contradijo. El sueño de Kael, la cadena en el tobillo, el dolor… algo en la voz del Alfa había sido demasiado real.
—Envié más equipos a rastrear —dijo el ministro—. Y ya moví a la policía secreta. Vamos a encontrarla, Kael, te lo juro.
El Alfa giró la cabeza hacia él. Sus ojos, todavía oscuros por el influjo de la furia, lo atravesaron.
—No voy a esperar —sentenció con un tono tan profundo que hizo vibrar el aire—. No voy a quedarme aquí mientras ella llora pidiendo ayuda, ese sueño es un aviso.
Se arrancó con brusquedad los sensores del pecho.
Raven retrocedió medio paso, pero no trató de detenerlo.
—Entonces dime qué viste —pidió—. Dime lo que soñaste.
Kael apoyó los pies en el suelo. Aún temblaba, pero su determinación era una fuerza viva.
—La vi encadenada —dijo con la voz ronca—. En una cama de hierro. Lloraba
Raven sintió un escalofrío.
—¿Estás seguro?
Kael levantó la cabeza, con una expresión tan salvaje como antigua.
Editado: 24.11.2025