Kael llevó a Lyra hasta el pasillo de los aposentos.
Se detuvieron en la puerta del aposento de Lyra
—Debes estar casada, también cachorro. —Se vieron a los ojos.
—Un poco. Quería agradecerte —continuó ella—. Por los jardines… por todo lo que hiciste hoy.
Kael inclinó levemente la cabeza.
—No tienes que agradecerme nada.
Lyra apretó los dedos contra la tela de su vestido.
—Eso es lo que no entiendo —confesó—. No me conoces… y aun así actúas como si…
Se interrumpió, buscando las palabras.
Kael agregó:
—Como si te conociera desde siempre, eso es lo que sientes, eres mi mate, mi compañera.
—No entiendo cómo una humana puede ser la compañera de un Alfa. —Kael le agarró la mano, levantó su brazo y olfateó su piel.
—Reconocí tu aroma en cuanto te preste de mi cachorro, intenté evitarlo, pero el vínculo que la diosa dispuso entre los dos, es imposible de negar. Ahora que .e rechazas, siento que es un castigo por renegar del vínculo.
—No te rechazo… es qué, no puedo entender cómo dos seres que no se conocen pueden estar juntos y entregarse aún sim conocer su historia, su pasado.
—Cuando existe el vínculo, las almas se conocen desde lo eterno. En cambio, los seres humanos, jamás llegan a ver sus almas, algunos esconden su maldad, como Ethan. Pero tú, tu ser, es blanco como la nieve, tu aroma es pura como el aroma de las flores que adornan el palacio lunar. —Olfsteó de nuevo, luego besó su mano con debería.
Lyra estaba embelesada, no tenía palabras ni podía contradecir los ue había dicho.
—¿Dime qué sientes? —Su mirada hera hechizante, ella no podía esconder sus ojos de la mirada del Alfa.
—Sólo dime, ¿qué sientes?
—Siento algo que no puedo explicar. Es como si una parte de mí te reconociera.
Kael dio un paso adelante. Solo uno.
—Es el vínculo.
Lyra negó despacio..
—No. No hablo de lo que tú llamas vínculo. Hablo de algo más profundo. —Lo miró a los ojos—. Siento que te conozco… como si hubiéramos caminado juntos antes, en otra vida… o en un lugar que olvidé.
Kael sintió que su pecho ardía.
Alzó una mano, pero se detuvo a centímetros de su rostro.
—¿Puedo? —preguntó, por primera vez pidiendo permiso para tocar su rostro.
Lyra dudó. Solo un segundo.
Luego asintió.
Kael rozó su mejilla con los nudillos, apenas un contacto. Lyra cerró los ojos, no por miedo, sino por la intensidad de la sensación.
—Nunca quise forzarte —murmuró él—. Pero quiero reclamarte.
Lyra aún no comprendía el significado de esas palabras.
Kael se inclinó lentamente para besarla, dándole tiempo a apartarse. Pero esta vez, ella no escondió su rostro, no lo rechazó.
El beso fue suave. Casi reverente. Un roce lento, profundo, como si se reconocieran a través de la piel. No hubo urgencia, ni posesión. Solo una verdad silenciosa que se encendió entre ambos.
Lyra sintió calor en el pecho. Paz. Y algo que siempre había faltado.
Cuando se separaron, apenas unos centímetros, sus frentes quedaron apoyadas.
—Esto… —dijo ella, temblorosa— no significa que esté lista.
Kael asintió.
—Lo sé.
—Ni que entienda quién eres… ni quién soy yo.
—También lo sé.
Lyra respiró hondo.
—Pero no quiero que te alejes.
Kael sonrió apenas, una sonrisa que no mostró a nadie más.
—Entonces no lo haré —respondió—. Me quedaré.
Kael abrió la puerta del aposento que suba de repente la cargó en sus brazos, Lyra estaba sorprendida, su corazón latía como un tambor, con ganas de salirse de su pecho.
—Siento que te conozco de toda la vida.
Las palabras quedaron suspendidas entre ellos, densas, inevitables.
Kael no apartó la mirada. Sus dedos se cerraron un poco más alrededor de la mano de Lyra, no para retenerla, sino como si necesitara asegurarse de que era real.
—No es deseo solamente lo que ambos sentimos, es reconocimiento.
Lyra respiró hondo. Su pecho subía y bajaba con rapidez.
—No sé si estoy preparada para esto —susurró—. Todo pasó demasiado rápido. Por varios años fui una esposa que no miraba a otro hombre, de repente soy una extraña en un palacio, estoy sola con un rey.
—Eres mi reina.
—No te estoy pidiendo que lo entiendas hoy —dijo—. Ni que me elijas ahora. Solo… —tragó saliva— no niegues lo que sientes.
Lyra cerró los ojos un instante. Era cierto. Podía negarlo con palabras, con miedo, con lógica humana, pero su cuerpo no mentía.
Cuando volvió a mirarlo, sus ojos brillaban.
—Me atraes —dijo al fin—. No solo como hombre. Me atrae la forma en que me miras, como si no tuviera que demostrar nada. Como si ya supieras quién soy, incluso cuando yo no lo sé.
Kael alzó lentamente la otra mano, deteniéndose a medio camino.
Lyra seguía en sus brazos, sorprendida. Sentía el latido de su corazón, fuerte, constante.
La llevó hasta el centro del aposento y la dejó de pie con cuidado, como si fuera algo precioso. No la soltó del todo. Sus manos permanecieron en su cintura, firmes, cálidas.
—Estoy reclamandote.
Lyra tragó saliva.
—No sé qué significa eso en tu mundo.
—Significa que, si cruzamos este umbral, ya no habrá marcha atrás para mí —respondió—. Mi lobo te reconocerá como su hogar.
Lyra levantó la vista.
—¿Y yo?
Kael alzó una mano y apoyó la frente contra la de ella.
—Tú decides cuánto, cómo y hasta dónde. Si me dices que pare, lo haré.
Ese gesto —ese control— fue lo que terminó de desarmarla.
Lyra cerró los ojos.
—Entonces… reclámame —dijo en un hilo de voz.
El pecho de Kael ardió.
—Te lo juro por la Luna que mi alma te pertenece.
La besó.
Esta vez no fue un roce inseguro.
Fue lento, profundo. Cargado de promesas silenciosas.
Lyra sintió cómo algo en su interior se abría, no con miedo, sino con reconocimiento. Como si una puerta antigua se destrabara al fin.
Kael deslizó sus labios por su mejilla, por su cuello, aspirando su aroma con reverencia. Cuando su boca rozó el punto donde el pulso de Lyra latía con fuerza, ella se estremeció.
—Aquí —murmuró él—. Aquí te reclamaré.
No mordió.
Besó.
Un beso lento, marcado, como un juramento sellado en la piel.
Lyra jadeó suavemente, y algo profundo en su vientre respondió. No dolor ni miedo.
Era necesidad y pertenencia.
La guió hasta la cama sin prisa. Cada gesto era deliberado, contenido, como si temiera romper el hechizo del momento.
Kael cerró los ojos cuando finalmente se unieron, apoyando su frente contra la de ella, conteniendo al lobo que rugía por marcarla, por poseerla. Pero no lo hizo.
La amó lento, profundo.
Lyra lloró en silencio cuando el vínculo se selló del todo. No por dolor. Por primera vez en su vida, no se sentía sola.
Cuando todo terminó, Kael la sostuvo contra su pecho, cubriéndola con su cuerpo, con su calor.
—Ahora sí —susurró—. Ahora eres mía… y yo soy tuyo.
Lyra apoyó la cabeza en su hombro.
—No sé qué soy —admitió—. Pero sé que contigo… no tengo miedo.
Kael cerró los ojos.
Editado: 21.12.2025