LAS COSAS HABÍAN ESTADO MARCHANDO DEMASIADO BIEN COMO PARA SER UNA REALIDAD, William lo sabía y sin embargo no se había atrevido a comentar nada al respecto por temor a tentar a su suerte y que algo malo sucediera. Esa tarde bajo la brillante luz del Sol, faltando algunas pocas horas para que se alzara la Luna, las cosas habían comenzado a salir mal.
La alarma había llegado a la mente de William por el enlace mental que compartía con sus betas, y lo acontecido lo había encolerizado al instante pues una chica había osado cruzar el límite de su territorio haciendo daño al guardia que había estado patrullando esa frontera en el interior del bosque.
Llegó justo a tiempo para verla emerger de entre las oscuras sombras proyectadas por los árboles que los rodeaban, salió de entre la espesura de la oscuridad que los rodeaba, como si las nubes hubieran simplemente decidido ocultar el sol tras su llegada.
William pudo reconocer su especie de inmediato tanto como por su aroma como por su singular aspecto, sin embargo no hizo nada para frenar lo que se avecinaba pues el tiempo no había sido suficiente, decenas de lobos se abalanzaron sobre ella apenas pudo cruzar sus fronteras, dispuestos a defender su territorio y a sus familias.
Era una muchacha cuya apariencia denotaba entre dieciséis y veinte años, su cabello era oscuro y rizado, lo llevaba sujeto en una apretada coleta con una liga de plástico que parecía querer romperse por la cantidad de cabello que retenía, por ese peinado todos eran capaces de observar sus puntiagudas orejas, su piel era morena y sus ojos destacaban entre todo su rostro, siendo un par de brillantes y amenazadores ojos dorados como los de un felino, los ojos del sol.
Apenas los lobos se aproximaron a ella, sus manos se vieron envueltas en una brillante estela dorada que se asemejaba al humo pero se desprendía de sus manos, el color dorado en sus manos se asemejaba al reluciente tono de sus iris, ella movió las manos hacia los lados como si fuera a darles una especie de empujón y de inmediato los lobos a sus costados salieron volando en opuestas y alejadas direcciones con tanta fuerza que al impactar pudieron escuchar el sonido de los huesos quebrándose con tanta facilidad como un lápiz.
Ella movía sus manos con fuerza y gracilidad como si estuviera jugando alguna especie de juego de manos aunque cada movimiento suyo resultaba en un agresivo golpe de puro aire y pura magia a alguien de la manada, pero aun así ella no era suficiente para acabar con todos ellos, su poder no era suficiente para pelear contra una poderosa manada de lobos como la que poseía William, lo descubrió cuando tres lobos en particular la atacaron de forma sincronizada y uno de ellos dio un profundo zarpazo en el abdomen que la hizo caer de rodillas al suelo, había estado usando unos pantaloncillos cortos así que sus rodillas se rasparon.
Las manos de la chica habían dejado de brillar, se apresuró a colocar sus manos en la herida sangrante de su abdomen, abrió la boca como si fuera a gritar adolorida sin embargo al final solo esbozó una sonrisa temblorosa y forzada, su mirada era fulminante y retadora mientras que sus afiladas facciones estaban completamente tensas pero para la sorpresa de todos no parecía impresionada por la sangre que manchaba sus manos o la herida en su abdomen.
Ella podía sanarse a sí misma, un movimiento de sus dedos era todo lo que necesitaba pero era consciente de que ese movimiento podría haber hecho que el siguiente zarpazo fuera directo a su yugular y sabía que ninguno de aquellos lobos haría algo para ayudarla a no desangrarse, al contrario, lo observarían con goce y lo considerarían una especie de karma por el daño que ella les había causado. Vaya, habían vuelto a la crueldad usada en la época de cacería de brujas.
La chica clavó su mirada en William, desconociendo su nombre pero conociendo su puesto, lo analizó con una mirada dura y despectiva que sabía que los hombres lobo estaban acostumbrados a recibir de la especie de la muchacha, algunos rizos se comenzaban a deslizar fuera de su coleta y amenazaban con obstruir su vista sin embargo los apartó de su rostro con un ligero soplido, "soplaré y soplaré, y la casa derribaré" pensó con diversión ignorando completamente el dolor de su herida.
—Vine a buscar a la última Wright —dijo ella, mirando directamente a William sabiendo que reconocería el apellido—. Yo pude encontrarla fácilmente y ella no tardará en encontrarla también, y ella quiere hacer algo peor que matarla mientras que yo solo quiero ayudar.
Sus brillantes ojos dorados relucieron aún más tras sus palabras, ella no apartó la vista de William confiando en que creería en sus palabras, confiando en que él conocía las circunstancias de la llegada de la última Wright a la manada Black Moon, y es que ella estaba diciendo la verdad. Ella pudo notar la duda que parecía relucir en el rostro del alfa, que dudaba de su palabra, hasta que su expresión se tornó firme y ella se sintió asustada por primera vez desde su llegada, él había decidido no creerle.
Desesperada, colocó sus manos sobre la tierra, la sangre manchando el suelo del territorio de la manada, sintiendo verdadero e incontrolable dolor que la hizo soltar un grito enfocó todo lo que tenía en la tierra hasta que grandes enredaderas ligeramente marchitas pero aun así fuertes envolvieron las casas bloqueando cada entrada y salida mientras que grandes flores emergieron de la tierra atrapando a los lobos en su interior, a todos menos a William.
La chica dedicaba cada gramo de poder que tenía a mantener prisioneros a los lobos y sufriendo por eso, pues ese vacío en su interior se acrecentaba a cada instante y eso era profundamente doloroso para ella, pero lo fue aún más cuando despegó sus manos de la tierra y lanzó un extraño empujón al aire con ese humo dorado fluyendo nuevamente pero en aquella ocasión, este fluyó directamente a William y después ella cayó por completo al suelo, inconsciente y probablemente inerte, pero William no llegó a verlo.