AYLA GOLPEÓ UN PAR DE VECES LA PUERTA DE LA HABITACIÓN DE CHRISTINA PARA LUEGO PERMANECER MIRANDO CON EXPECTACIÓN Y PACIENCIA LA PUERTA, pasaron un par de segundos antes de que la puerta se abriera para permitirle el paso, y sentada en la cama tamaño matrimonial estaba Christina, cruzada de piernas y encorvada leyendo con atención un enorme libro que estaba sobre sus piernas.
La cama entera estaba repleta de libros, notas escritas en post-it y hojas sueltas y desgastadas que se habían soltado en algún momento del libro al que pertenecían, Christina estaba allí, en medio de esa pesadilla de documentos, enfrascada en un grueso tomo de un libro escrito en una lengua que Ayla fue incapaz de identificar.
Ayla, que se consideraba a sí misma una persona ordenada, casi soltó un pequeño gritito de horror, estaba sencillamente horrorizada y es que si bien no era una maniática del orden y la limpieza, tanto desorden la hacía sentir ligeramente claustrofóbica, como si en aquel sitio apenas hubiera espacio para ella cuando en realidad el desorden estaba únicamente en la cama.
Viendo como los papeles estaban completamente estáticos sin dar señales de que Christina se hubiera levantado a abrir la puerta, Ayla supuso que ella simplemente había utilizado sus habilidades para abrirle, aún no lograba acostumbrarse a pensar que alguien podía estar usando magia, había crecido en un mundo de incredulidad y esa nueva realidad era algo a lo que le estaba costando adaptarse.
—Christina, ¿qué estás haciendo? —preguntó Ayla con precaución para después notar lo tonta que había sido su pregunta y suspirar profundamente, era obvio que investigaba algo, sin embargo la bruja parecía no querer dedicar tiempo a ser sarcástica porque se puso de pie al instante acercándose a ella con el gigantesco libro en sus manos, algunas hojas sueltas cayeron al suelo.
— ¿Y tu escolta? —de inmediato preguntó Christina al notar la ausencia de Allison y Natalie.
—Les pedí que esperaran afuera, ya sabes, por el bienestar de la paz mundial.
—No existe la paz mundial —respondió al instante Christina como respuesta automática.
Ayla rodó los ojos, ella no estaba allí para discutir acerca de la paz, si quisiera discutir no hubiera insistido en que las mujeres lobo que solían seguirla a cualquier sitio como su sombra se quedaran afuera. La relación de los hombres lobo con las brujas y hechiceros parecía ser algo tensa a juzgar por el hecho de que no resistían mucho tiempo antes de discutir por cualquier cosa.
—Podemos continuar esta conversación después, ¿para qué me llamaste?
—Mira, ven —hizo una seña para que se acercara y Ayla obedeció, Christina dejó el libro abierto sobre la cama y se colocó en cuclillas en el suelo, usando la cama como su mesa y Ayla se arrodilló a su lado.
Ambas miraron el libro, pero mientras Ayla solo estaba confundida, Christina pasaba las páginas con desesperación buscando algo hasta finalmente detenerse en una página específica, casi a la mitad del libro. En la página había un gran dibujo de una daga, el dibujo abarcaba toda la hoja, la daga tenía una empuñadura dorada envuelta en una enredadera plateada y la hoja era de un reluciente y brillante color plateado, el vacío en la hoja se llenaba con lo que parecían ser rayos de luz que emanaban de la daga.
Ayla notó con admiración que el dibujo estaba hecho a mano, el papel en el que había sido dibujado lucía como pergamino y la tinta parecía ser antigua tinta vegetal pues no alcanzaba del todo la vibrante tonalidad que tenía el color dorado cuando usabas pinturas actuales como lo eran el óleo y la pintura acrílica, ella no era una gran admiradora de las artes plásticas pero algo de conocimiento tenía.
—Es una hermosa daga.
—Lo sé, esta preciosura de aquí es la daga del sol, me diste la idea el día de tu presentación a la manada, ¿qué fue lo que dijiste...? Me presento en esta ceremonia como Ayla, elegida de la Luna, mate de William, espero que todos me acepten como su pareja.
—Sí, algo así —respondió Ayla confundida.
—Bueno, ¡pues ahí me diste la idea! Esto es importante, creo que ya lo tengo, ve por William rápido.
Ayla asintió con la cabeza y salió a paso rápido de la habitación, Allison y Natalie estuvieron a su lado enseguida.
—¿Todo está bien? —preguntó Natalie al verla.
—Sí pero Christina cree que encontró algo que puede detener a Katherine, debo ir a buscar a William.
—Seguro está en su despacho, vamos —dijo Allison.
Las tres se encaminaron escaleras abajo en búsqueda de William, la puerta de su despacho estaba cerrada como de costumbre así que Ayla golpeó un par de veces sintiéndose tensa, llevaba meses viviendo allí pero nunca había visto el interior del estudio en el que William solía pasar casi todo su tiempo. La puerta se abrió un minuto después, William estaba allí mirando a las tres con impaciencia.
—Hola, ¿sucede algo?
Ayla se mordió el labio con fuerza, sabía que William odiaba ser interrumpido cuando hacía cosas importantes relacionadas con la manada pero él también había dicho que quería ser informado de inmediato cuando hubiera noticias nuevas respecto a Katherine.
—Sí, Christina dice que descubrió algo importante respecto a Katherine —dijo Ayla, rápido, tratando de no hacerlo desperdiciar demasiado tiempo.
—Bien, vamos —dijo, saliendo del despacho y cerrando la puerta tras él, nuevamente se encaminaron a la habitación que le habían asignado a Christina, la puerta esta vez estaba abierta, William y Ayla entraron mientras que Allison y Natalie decidieron permanecer afuera.
Christina seguía en cuclillas en el suelo mientras examinaba el libro, no se molestó en ponerse de pie para explicar sino que permaneció allí mirando con detenimiento el libro.
—Les explicaré, se supone que desde hace muchísimo tiempo las fuerzas de los hombres lobo y las brujas estaban igualadas lo que significaba también la igualdad de fuerza entre el Sol y la Luna, pero el Sol siempre quería ser el mejor, como si ser el centro del mundo no fuera suficiente, en fin, el Sol le obsequió a los suyos una daga que llamaron la daga del sol que podía destruir cualquier cosa que la Luna hiciera o creara —señaló el dibujo en el libro—, la Luna lógicamente se sintió ofendida pero como los poderes del Sol estaban igualados con los suyos no podía simplemente destruirla, neutralizó sus habilidades haciendo que solo un elegido por la Luna pudiera usarla.