Una semana.
Siete amaneceres.
Siete almuerzos en la azotea.
Siete silencios compartidos.
Nada parecía haber cambiado.
Pero todo había cambiado.
Yuuto seguía con su escudo: ropa ancha, capucha, mascarilla y ese cuaderno negro que nunca soltaba.
Pero sus pasos eran más firmes.
Sus ojos, menos apagados.
Sus silencios… un poco menos pesados.
No porque el mundo lo aceptara,
sino porque dos personas decidieron hacerlo primero.
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El mediodía los encontró otra vez bajo el cielo despejado.
Ayaka desplegó su fiambrera con orgullo casi teatral.
—¡Listo! ¡Hoy hice onigiris con forma de gato!
—Uno de ellos se derrite —observó Reika con su tono sereno—. Literalmente.
—¡Shhh! No destruyas la ilusión, vicepresidenta —bufó Ayaka, haciendo puchero—. ¡Están lindos!
Yuuto tomó su cuaderno, escribió rápido y lo giró hacia ellas:
“Uno de ellos murió en combate.”
Ayaka se quedó mirándolo por un segundo…
y luego estalló en carcajadas.
—¡No puedes decir eso con esa cara tan seria! —le tiró una servilleta entre risas.
Incluso Reika, siempre contenida, soltó un pequeño “pff”.
Desde ese día, ella también comenzó a bromearle.
—Entonces, Yuuto, ¿cuántos soldados felinos han caído hoy?
Él escribió sin dudar:
“Tres. Pero su sacrificio no será olvidado.”
Ayaka se dobló de risa, mientras Reika apartaba la mirada con una sonrisa diminuta.
Yuuto no hablaba, pero cada frase escrita tenía el peso y el calor que antes le faltaba a su voz.
Ese pequeño rincón de cielo se había vuelto su refugio.
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Pero fuera de ese refugio, el mundo seguía siendo igual de cruel.
Los pasillos seguían llenos de murmullos.
Las miradas seguían apuntando.
—¿Lo vieron? Ayaka-sama riendo con él.
—Y Reika-san también…
—Dicen que almuerzan juntos todos los días.
—Seguro las manipula, no hay otra explicación.
—Aunque… ¿y si realmente…?
Las voces eran cuchillos disfrazados de curiosidad.
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Ese viernes, después de clases, Ayaka y Reika fueron convocadas al Consejo Estudiantil.
Yuuto no fue, claro. Pero ambas sabían perfectamente quién estaba detrás de esa reunión.
Renji, el secretario del Consejo, las esperaba con su sonrisa pulida y sus modales de manual.
Cabello dorado, postura impecable, uniforme planchado al milímetro.
El chico que todos adoraban.
Y uno de los responsables de los rumores que habían arruinado la vida de Yuuto.
—Ayaka-san, Reika-san, gracias por venir —dijo con voz suave, casi melosa—.
Solo queríamos hablar un poco sobre… ciertas compañías recientes.
Ayaka cruzó los brazos.
—¿“Ciertas compañías”? Si te refieres a Yuuto, dilo con su nombre.
—Ah, claro, Yuuto-kun —corrigió Renji, sin perder su tono cortés—.
Solo me preocupa que se estén involucrando demasiado con alguien… poco recomendable.
Saben que tiene un historial complicado.
Reika lo miró con calma.
—¿Complicado según quién?
—Según los reportes y testimonios de años anteriores —dijo, mostrando una carpeta—.
Varias alumnas se sintieron incómodas por su comportamiento. No podemos ignorar eso.
—Rumores —lo interrumpió Ayaka, fría—. Mentiras recicladas.
Renji ladeó la cabeza, fingiendo comprensión.
—Ayaka-san, todos admiramos su espíritu impulsivo… pero debería cuidar su reputación.
Y usted, Reika-san, como vicepresidenta, sabe que las apariencias son importantes.
El ambiente se tensó.
Ayaka apretó los puños, pero Reika le puso una mano en el hombro para detenerla.
—Agradecemos tu preocupación, Renji —dijo con una sonrisa helada—.
Pero nuestras decisiones fuera del Consejo no te incumben.
—Solo espero que no se arrepientan —susurró él antes de salir, dejando la carpeta sobre la mesa.
El silencio que siguió fue denso.
—Ese tipo… —murmuró Ayaka, exhalando con rabia contenida— siempre me dio mala espina.
—No le des el gusto de verte molesta —respondió Reika, aunque su mandíbula temblaba—.
—Si vuelve a mencionar a Yuuto, juro que le rompo la sonrisa.
—No serías la única.
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Esa tarde, en la azotea, Yuuto los esperaba con su cuaderno abierto.
Las dos llegaron un poco más tarde de lo habitual, visiblemente tensas.
Él las observó un momento, luego escribió:
“¿Todo bien?”
Ayaka sonrió apenas.
—Sí, solo el club de los idiotas hablando de más.
Reika asintió, cerrando los ojos un instante.
—Nada que debas preocuparte.
Yuuto las miró unos segundos… y volvió a escribir.
“Entonces haré un dibujo.
Un gato sobreviviente.”
Las dos lo miraron.
Y, por primera vez en el día, se rieron de verdad.
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Una semana.
Y algo que antes estaba roto…
empezaba a respirar otra vez