La mansión del terror

La mansión del terror

Suena la alarma del despertador y me desperezo rápidamente. Al abrir los ojos, me doy cuenta de que hoy es Halloween, una de mis festividades favoritas del año. No podía esperar para usar mi disfraz.

Esta noche, los chicos de Durmstrang preparan una fiesta en la "casa embrujada" del bosque. Es una mansión ubicada en medio del bosque, donde dicen que, si mueres dentro, tu fantasma permanecerá allí mientras la casa siga en pie. Cuentan que una mujer que vivió allí en 1992 perdió la cordura intentando proteger de forma siniestra a su esposo e hijos: intentó matarlos para que nunca se fueran de casa. Eso la llevó a un abismo de locura.

Dicen que quienes han entrado en la mansión y logrado salir con vida, han quedado completamente locos. Mis amigos —que, siendo honestos, son bastante turbios— eligieron ese lugar porque, según la leyenda, dentro hay una habitación roja muy parecida a la Sala de los Menesteres de Harry Potter, un espacio que muestra a sus ocupantes lo que necesitan para sentirse seguros y mentalmente estables.

También se dice que el fantasma de aquella mujer atormentó a su familia durante años después de que huyeran. Su esposo, incapaz de soportarlo, regresó y terminó suicidándose junto a las escaleras de caracol de la mansión, para quedarse allí para siempre con su esposa.

Por supuesto, todo eso suena como un simple cuento para asustar a los niños. Pero a mis amigos les encantan las "tallas turbias", así que ni modo: ahí será la fiesta.

Después de ducharme y desayunar, tomé mi mochila y me dirigí al colegio. Las casas ya estaban decoradas con linternas de calabaza, esqueletos, monstruos y telas de araña. Las calles estaban extrañamente vacías esa mañana, probablemente por el frío.

De repente, sentí que alguien me observaba. Me daba miedo girarme. Escuché pasos detrás de mí y el corazón comenzó a latirme a mil por hora. Aceleré el paso, casi corriendo, y las pisadas también se intensificaron. El miedo me invadía.

De pronto, alguien me tapó la boca y sentí que me presionaban la espalda con algo punzante. Supuse que era un cuchillo... e inmediatamente pensé lo peor.

Estaba aterrada, tanto que me quedé paralizada. La voz detrás de mí dijo:

—No grites ni hagas nada brusco. Solo gírate lentamente.

Hice lo que me pidió, y al darme la vuelta, rompí a llorar del susto que había pasado.

—¡Imbécil! ¡Casi me matas de un infarto! —grité.

Era mi amigo Ale, que solo quería asustarme. Lo que llevaba en la mano era tan solo una cuchara.

—Ja, ja, ja. Qué cobarde eres. Solo te vi y pensé en llamarte, pero ibas tan distraída que se me ocurrió asustarte. ¡Después de todo, es Halloween! —dijo riendo.

A mí no me hizo ninguna gracia. Casi me desmayo. Aun así, seguimos camino al colegio.

En el cole, se pasaron todo el día hablando de la fiesta. Algunos estaban dudosos de ir, y otros, más cobardes, ya habían dicho que no irían ni locos. Yo debo admitir que lo pensé muchísimo, porque —como ya se habrán dado cuenta— soy muuuuy cobarde. Pero, como dijo Ale: después de todo, es Halloween.

Todos tienen listos sus disfraces, pero yo aún no le he dicho a nadie cuál será el mío.

Al terminar las clases, me encontré con Livan junto a la verja.

—Te estaba esperando. No te vi en todo el día. ¿De qué vas a ir?

El año pasado se había disfrazado del Principito, así que se quedó con ese apodo.

—Este año voy a ir de espantapájaros —dijo.

—¿Como el de la peli esa en la que el espantapájaros despierta cada no sé cuántas primaveras?

—Sí, más o menos así. ¿Y tú?

—Ya verás. Solo te daré una pista: Halloween Town.

—Pues vale, no me digas. Seguro que vas a ir disfrazada de Zero —respondió entre risas, haciendo referencia al perro fantasma del Rey Calabaza.

—¿Te paso a recoger?

—Sí, a las 8 p.m. te veo —le dije, y me fui a casa.

Ya eran las 6:30 p.m. y mi maquillaje iba a tardar un buen rato. Me duché y comencé con la preparación. Siempre empiezo por lo más tardado, y cuando terminé, busqué en el armario mi disfraz.

Este año iría de Jack Skellington, el "Rey Calabaza"... o más bien, reina en este caso. Llevaba unos pantalones con rayas verticales en blanco y negro, un corsé negro, mangas largas negras, una corbata de tiras a juego, unos zapatos negros de tacón, una peluca blanca extralarga y un bolso en forma de ataúd, también con rayas.

Aún faltaban 15 minutos para que me recogieran, así que me conecté al grupo. Algunos ya habían compartido fotos de sus disfraces: Ana iba de Bellatrix Lestrange; Nelson, de Lord Voldemort; Samuel y Javier se disfrazaron de licántropos; Ray iba de elfo doméstico; Gigi, de la Novia Cadáver; y, para mí, la más macabra era Zoe, disfrazada de Coraline (esos botones en los ojos me espantan).

Sonó el timbre. Me di una última miradita en el espejo y bajé las escaleras. Livan me esperaba con un disfraz siniestro de espantapájaros. Su maquillaje estaba tan bien hecho que parecía que su cara realmente estaba cocida. Llevaba un sombrero de paja, vaqueros desgastados, camisa de cuadros, un saco atado al cuello con una soga... y para completar el look, una horca en la mano.

—Wow, te quedó genial tu disfraz de Jack.

—Tú no te quedas atrás.

—Gracias. Aunque creo que el disfraz de Zero te quedaría mejor —dijo, y nos reímos.

Nos adentramos en el bosque. Hacía más frío del que esperaba, y agradecí llevar mangas largas y pantalones. Menos mal que iba acompañada: estar en un bosque de noche ya es pavoroso de por sí... imagínate en Halloween, y para remate, con luna llena (dicen que cosas extrañas suceden bajo la luna llena).

La mansión se veía completamente abandonada y medio destruida. Solo le faltaba un cartel que dijera "Peligro de derrumbe". Desde el portal ya se escuchaba la música. Al tocar la puerta, nos abrió una especie de momia... aunque a mí me recordaba a Stiles, de Teen Wolf, en la tercera temporada, cuando se convierte en un Shinigami.




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