Los días en Mallorca se habían convertido en una rutina predecible y cada vez más opresiva para Nuria. El sol brillante que al principio le había parecido prometedor ahora solo iluminaba una realidad donde se sentía cada vez más vigilada y menos libre. David seguía absorto en su trabajo en el hotel; sus conversaciones nocturnas se limitaban a anécdotas superficiales y quejas sobre los turistas, sin apenas espacio para las preocupaciones silenciosas que comenzaban a carcomer a Nuria. Su madre, por su parte, parecía haberse instalado permanentemente en el apartamento de Álvaro y Noelia, su presencia constante como una sombra que se cernía sobre cada una de sus interacciones
Las salidas al cine de los miércoles, una tradición que David había traído de Valencia, se habían transformado en una incómoda excursión de tres. La madre de David se unía a ellos invariablemente, sentándose entre la pareja y comentando la película en voz alta, interrumpiendo cualquier intento de Nuria y David de compartir un momento íntimo. Nuria sentía la mirada de su suegra como un peso constante, analizándola en cada escena, como si buscara pruebas de alguna falta.
Un día, mientras Noelia y Nuria preparaban una ensalada en la cocina, compartían una de sus cada vez más frecuentes charlas cómplices.
—David siempre ha sido el ojito derecho de su madre —comentó Noelia con una sonrisa suave. Es su niño mimado. Nunca siente que recibe suficiente atención, aunque ella esté constantemente encima de él, diciéndole qué hacer y cómo hacerlo.
Nuria asintió lentamente, comenzando a ensamblar las piezas de un puzzle familiar que hasta ahora le había parecido desconcertante.
Noelia continuó, mientras picaba unos tomates cherry. —'¿Sabes? Tuvo una novia antes de ti; se llamaba Sandra. Era una chica muy dulce; trabajaba en una floristería. A su madre no le gustaba nada.
Nuria la miró con curiosidad. —¿Por qué?
Noelia encogió los hombros. —Decía que no era lo suficientemente buena para él, que no tenía 'ambición'. Sandra era una chica sencilla, feliz con su trabajo. Su madre le hacía la vida imposible a David, se metía en todas sus citas, le decía que la dejara... Al final, lo consiguió. David lo pasó fatal.
La historia de Sandra resonó en Nuria, y una punzada de inquietud se instaló en su pecho. ¿Será este un patrón?, se preguntó en silencio, observando a su suegra que hojeaba una revista en el salón con una expresión imperturbable.
Más tarde, mientras recogían la mesa después de cenar, la madre de David se dirigió a Nuria con un tono de reproche disfrazado de preocupación.
—Nuria, cariño, ¿has mirado algo de trabajo hoy? Ya lleváis aquí un tiempo y David está trabajando muy duro. No te puedes quedar con los brazos cruzados.
Nuria intentó mantener la calma. —Sí, señora, he estado mirando online y he enviado algunos currículums. Estoy esperando respuestas.
Su suegra suspiró ostensiblemente. —Ya... online... Pero tienes que moverte, hija. Ir a los sitios, preguntar. David no puede mantenerlos a los dos.
La injusticia de sus palabras hirió a Nuria. Ella no sabe nada de mí, de mis esfuerzos, pensó, sintiendo cómo la rabia comenzaba a crecer en su interior…
Después, mientras Nuria y Noelia charlaban sobre sus gustos cinematográficos.
—A mí me encanta Mel Gibson —dijo Nuria con un suspiro divertido. Es un hombre guapísimo.
La madre de David, que estaba sentada en el sofá, levantó la vista con una rapidez sorprendente.
—¿Qué dices, Nuria? ¿Tú qué vas a estar engañando a mi hijo con ese hombre?
La acusación, aunque dicha en tono de broma, tenía un filo de verdad que incomodó a Nuria. Noelia ahogó una risita.
—Señora, eso es un sueño imposible, pero si fuera verdad, tenga por seguro que nadie se iba a enterar —respondió Nuria con una sonrisa forzada, intentando mantener la calma ante la absurda acusación.
La respuesta, dicha con humor, no fue bien recibida. El rostro de su suegra se ensombreció.
—Más te valdría tener esos pensamientos bien lejos de mi hijo. David es un buen chico y no se merece esas tonterías.
Nuria sintió un escalofrío. Otra vez, pensó, intentando no darle demasiada importancia a lo que empezaba a parecer un comportamiento sistemático. Sin embargo, la alarma en su interior sonaba cada vez más fuerte.