Dos días después de instalarse en Alcalá, Nuria comenzó a buscar trabajo y a informarse sobre la universidad para poder retomar sus estudios. Era verano, y el plazo de matrícula se acercaba rápidamente, por lo que debía darse prisa si no quería quedarse sin plaza
Mientras tanto, su hermano Pablo aprovechaba para visitar distintos lugares. Madrid le encantaba, aunque no tenía intención de quedarse a vivir. David, por su parte, había empezado a trabajar en la empresa del padre de Nuria mientras encontraba algo que realmente le gustara.
Una mañana, mientras Nuria estaba en casa con Pablo, vio llegar a David. Al ver su expresión, supo de inmediato que algo no iba bien.
—¿Qué haces aquí tan temprano? ¿Ha pasado algo? —preguntó preocupada.
—El jefe de tu padre es un imbécil. Me ha echado una bronca porque hice un trabajo mal —respondió, visiblemente molesto.
—David, si cometiste un error, es normal que te lo digan. —Así es como se aprende —intervino Pablo, intentando calmar la situación.
David lo miró con desdén, sin ganas de sermones, y se metió en el dormitorio. Se acostó de espaldas, sin decir más. Nuria fue tras él, dispuesta a entender lo que pasaba.
—Esto es muy difícil, Nuria. Ese trabajo no es para mí... —No sé si debería volver a Valencia —confesó con un suspiro.
Esa idea encendió una alarma en Nuria. Volver a Valencia, cerca de su madre, no estaba en sus planes. Tras pensar cómo responderle con delicadeza, le propuso acudir a una empresa de trabajo temporal. Tal vez allí podrían ayudarle a encontrar algo más adecuado. David aceptó sin oponer resistencia.
Esa misma tarde visitaron varias agencias. En la última, David salió con una sonrisa: ya tenía nuevo trabajo.
—¿Ves como no era tan difícil? —dijo Nuria, animada.
—Ahora solo falta que trabajes tú, porque hay que ayudar en casa. Y eso de estudiar... lo veo muy complicado —añadió David, sin filtro.
Nuria puso los ojos en blanco. Ella se sentía capaz de estudiar y trabajar a la vez; ya lo había hecho en Valencia. Pero sus palabras la dejaron dolida. David no confiaba en ella, y ese pensamiento empezó a sembrar dudas sobre su relación. Sin embargo, por pena o costumbre, no se atrevía a romperla. Un error que, con el tiempo, lamentaría.
Los días transcurrían con cierta normalidad. Nuria seguía esperando respuesta de la universidad y buscaba trabajo, mientras se ocupaba de las tareas del hogar: hacía la comida y cuidaba del orden para su padre, David y su hermano. Los fines de semana, solía salir con David a pueblos cercanos, al cine o a dar una vuelta por Madrid. También aprovechaba algunas mañanas para quedar con su prima.
—¿Y qué tal te va esta nueva vida en Alcalá? —le preguntó su prima una mañana, mientras desayunaban juntas.
—Mucho mejor que en Mallorca. A David le va bien en el trabajo, está contento... —De hecho, estamos tan bien aquí que ya hemos empezado a mirar unifamiliares para comprar —respondió Nuria, aunque su sonrisa no era del todo sincera.
—Me alegro mucho. Alcalá de Henares es muy bonito y hay bastante trabajo. —Además, tú podrías combinar tus estudios con un empleo —le comentó su prima.
Nuria asintió. Estaba de acuerdo, pero lamentablemente David no compartía esa visión. Casi todas las noches hablaba por teléfono con su madre, y Nuria, al escuchar las conversaciones, sentía la necesidad de intervenir. Sin embargo, por respeto, se mantenía en silencio.
Llegó el día en que Pablo tuvo que regresar a Valencia. Nuria lamentó mucho su partida; su hermano le hacía mucha compañía. Pero entendía que él tenía su vida, sus amigos y su rutina allí.
—Dale muchos besos a mamá y a nuestra hermanita. —Dile a Javier que espero que venga pronto —le dijo Nuria, abrazándolo con fuerza.
—Claro que se lo diré. Y Nuria... por favor, no hagas caso a lo que diga la madre de David. Piensa bien las cosas. Últimamente no te veo sonreír, estás muy seria... Y tú no eras así.
Esas palabras tocaron algo en Nuria. Se quedó pensativa durante mucho tiempo. Quizás Pablo tenía razón... pero ella creía querer a David, o al menos eso pensaba.
Después de la partida de Pablo, la rutina volvió. Nuria seguía buscando trabajo, haciendo las tareas del hogar y sintiéndose cada vez más sola. A menudo, David se pasaba los fines de semana durmiendo con la excusa de que estaba cansado. Ante eso, Nuria prefería ir a casa de su prima para no sentirse invisible. Aunque comenzaba a hacer algunas amistades, la mayoría ya estaban casadas y tenían vidas muy distintas.
Finalmente, llegó el día en que Javier, su otro hermano, fue a visitarla. Nuria se alegró muchísimo de verlo. Los días con él eran agradables, llenos de paseos y risas. Javier quería quedarse a trabajar en Alcalá, y eso la animaba. Curiosamente, desde su llegada, David ya no estaba tan cansado los fines de semana. ¿Casualidad?
—Nuria, te he estado observando estos días, y Pablo tenía razón: no eres la misma de antes —le dijo Javier una mañana, mientras desayunaban juntos.
—¿Todavía te molesta tu suegra por el tema del trabajo? —preguntó.
—Cada vez más. Y ahora que David va a tener vacaciones... quiere ir a Valencia. —Seguro que su madre aprovechará para llenarle la cabeza de tonterías —dijo Nuria, suspirando.
—Tú tienes carácter, Nuria. No tienes por qué dejarte pisotear. No eras así. —David te está cambiando, te está anulando... y tú no te estás dando cuenta —le dijo Javier con tono firme.
Nuria se quedó callada, sentada en el salón, reflexionando sobre las palabras de su hermano. Tal vez tuviera razón. Vivir toda la vida con un "niño de mamá" no entraba en sus planes. Se sentía confundida. ¿Y si no lo amaba realmente? ¿Y si estaba intentando cambiar a alguien que no quería cambiar?
Tal vez... estaba cometiendo otro error. Uno que también acabaría lamentando.