la menor manzana

la menor manzana

Llegue a un nuevo barrio de este pueblo helado que no me gustaba ni me atraía, la verdad el barrio era algo tranquilo, eso me habían dicho unos borrachos que vivían allí. Pero por donde fuera había inseguridad. Si tu molestabas a los vándalos ellos te hacían la vida añicos. Así que cada quien en lo suyo. Mi cuarto de alquiler era en una vecindad, los vecinos se veían muy tranquilos también, bueno pues eso pensaba yo, allí podías escuchar peleas y peleas. La vecindad era algo vieja y muy decaída. Tenía un panorama deprimente y el ambiente era tenso y olía a mierda, a orines de borracho, y cada sitio había un vago durmiendo o eso parece. Yo apenas duras llegaba con mi ropa y mis botellas de cerveza. Con 25 pesos en mi bolsillo y una caja de cigarrillos. Este era mi nuevo hogar eso había dicho antes en mi último alquiler. Me habían botado por que no pagaba. Deambule 3 días y tres noches hasta que unos borrachos se preocuparon por mí. Me indicaron que a unas cuantas cuadras había una vecindad que alquilaba el cuarto a $15, que preguntara por Doña Consuelo que ella me ayudaría. Y bien la abuela Consuelo se veía algo cansada y muy pero muy vieja. La cara era una masa de piel caída y llena de verrugas, pero la anciana era humilde y apenas me vio dijo:

-Usted es un hombre muy bueno, se le puede ver. ¿Tiene hambre? me ha dicho que ha caminado por tres días sin comer algo –, dijo con esfuerzo.

-No se preocupe estaré bien señora. – dije

- Que? – poniendo su mano en el oído. – no le escuche disculpe.

- Que estaré bien señora! – subí un poco mi tono de voz. – no se preocupe!

Sonreí y la abuela Consuelo también sonrió. Que alma más pura tenia aquella persona. Me agradan los abuelos que tienen esa pequeña simpatía de sonreír.

-Ooohh bueno, bueno. – Dio dos pasos lentos pero muy lentos. Apenas duras arrastraba los pies para caminar. Se dio media vuelta para mirarme. Y añadió. – cómo es que se llama usted?

- Yulian señora Yulian. –le dije  

- como? – poso su mano en el oído. Paciencia tenía que tener mucha paciencia, suspire.  

- ¡YULIAN MI NOMBRE ES YULIAN!  – grite – LE QUEDO CLARO!

- Ooooh claro, claro – dijo la anciana mientas sonreía.

- Señora Consuelo me puede decir cuál es mi cuarto.

- Ooohh claro, claro – se metió las manos entres sus senos, bueno lo que eran sus senos antes. Y saco una llave. – tenga cuarto 102. No hay agua caliente y no hay televisión, no hay internet la verdad nadie lo utiliza. Hay unos cuantos ratones, pero usted los puede cazar. Usted puede llegar a la hora que quiera y se puede ir a la hora que quiera. Lo que necesite no dude en avisarme yo vivo en 303. Por el momento son 15 pesos.

- Claro. – le pase mi dinero a la humilde abuela. – señora Consuelo, una pregunta.

- si…dígame. – estaba contando los billetes, – dígame hábleme un poco más fuerte.

- Tiene usted papel higiénico? – le dije cerca del oído para que me entendiera el mensaje cagomunicacion, y añadí – ¿Y ha lavado el baño del cuarto?

La anciana hace una cara de sorprendida, quedo un poquito boquiabierta. Y negó con la cabeza. No importaba, me despedí de la anciana y le di las gracias. Camine y pase por varias puertas con números. Estaba pensando con que limpiarme el trasero, lo importante era llegar, ahí estaba y corrí al cuatro que me indico, por más que pensara en otra cosa la emergencia era fuerte, cuando el estómago es el involucrado es más exigente que mi celebro. Mire la puerta tenía el número que me habían indicado. Con las manos sudadas pude introducir la llave en la cerradura. No mire nada a mi alrededor busque por donde sea un retrete. Y ahí estaba el asiento favorito del hombre frente a mí. Pero cuando lo vi estaba lleno de mugre, agua acumulada que olía a cañería. Lo pensé mil veces antes de poner mi culo ahí. Pero ni modo ya no había escapatoria. Los pantalones cayeron y mi bóxer igual, me senté en ese retrete que estaba hecho nada. – OH por Dios, oh por Dios. Por Dios un descanso familiar. – pensé en mi relajación. Cuando mire al frente de mí no había cerrado la puerta principal y ahí estaba parada una chica viéndome, tenía puesto su uniforme de colegio una camisa blanca y una jardinera por encima de las rodillas y una mochila café. Su pelo era rubio y sus ojos azules, eran grandes y brillaban. Tenía en su mano una manzana ya mordisqueada y su cara me miraba con asco. No había puerta en el baño y aun no terminaba de cagar. Ella abrió la puerta de su cuarto, pero sin quitarme la mirada de encima, cerró la puerta desapareciendo en la sombra. No sé si sentir pena o admiración por la adolecente que había visto. No me importaba quien era la chica que me había visto, solo me importaba limpiarme el trasero y seguir con la vida. Saque unos papeles que tenía en mi maleta donde traía mis libros y mi ropa, arranque unas páginas y me limpie. Salí del baño y miré el entorno del cuarto. Estaba que se caía de la mugre y la cantidad de charcos de agua podrida estaban por todos lados. La cama era solo tablas y era obvio que tenía que buscarle un colchón, las baldosas estaban rotas tanto como en el suelo como en las paredes, esto parecía un cuarto de cirugías abandonado, podría apostar que este lugar era un asilo para abuelos o un lugar donde guardaban a los locos. Tenía que arreglar bien el lugar, que tuviera algo de presentación.




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