La mentira

Lo que no te dije

¿Era un sueño, como aquellos de los que solía tener a veces y que suprimía?

Viendo esos ojos azules tan llenos de determinación, supo de inmediato que no era una figura onírica o alguna alucinación. Era ella.

Era Viktoria. La que fuera su Viktoria, aquella por la que alguna vez pensó que, al conocerla, al fin había encontrado un lugar para él.

Pero que luego se disipó con el temible sentimiento de la traición y la ira.

Y pensar que cuando Anne fue a buscarlo en la sala donde entrenaba a Nathan y esta le había dicho que venía un tal Ethan Carter con una mujer que decía ser su hermana, lo cual dedujo que se trataría de Jin, no le había cuadrado. No se molestó en mirar las cámaras. Su sospecha inicial era cierta.

Y frente a sus ojos estaba la respuesta; y solo cuando sus ojos voltearon un poco, pudo divisar a la figura alta del hombre que la acompañaba.

¿Su amante, quizá?

Frunció el ceño de inmediato.

—Que truco más tonto el hacerse pasar por otro ¿acaso creías que si me decías quien eras en verdad, no te dejaría pasar? — increpó con voz fuerte y segura el hombre rubio.

Viktoria tragó saliva.

Era cierto, había tenido que recurrir a unan estratagema para poder verlo. No sabía si él quisiera recibirla o tal vez tuviera un acceso de enojo al oír su nombre, pero por su niño era capaz de muchas cosas, incluido presentarse ante él.

No pudo evitar posar su mirada, un instante en la bella joven que estaba parada junto a Skaargard. Por sus ropajes y aspecto no parecía ser alguien alejado a él. Y claro, la cercanía con la que se dirigía al sueco, que la veía con los ojos aun furiosos.

¿Su mujer, quizá?

No tuvo más remedio que responder y alejar esos pensamientos tan inoportunos.

—Yo...— alcanzó a murmurar

Skye se impacientó.

— ¡Ya habla de una buena vez! ¿Qué haces aquí? Y dilo ahora…para tener el descaro de estar en mi casa debes de tener una buena excusa — resopló el sueco.

Demasiadas emociones juntas.

—Quisiera poder hablar a solas contigo —alcanzó a decir en voz baja, avergonzada.

—No hay nada que Anne no debiera oír — respondió con rapidez y en específico levantando la mirada a Ben, quien por súplica previa de Viktoria estaba callado pero impaciente. A decir verdad, Ben tuvo que suprimir gran parte de su impulsivo carácter.

Viktoria tragó saliva y avanzó unos pasos hasta acercarse a Skaargard quien no retrocedió ante el avance de la muchacha.

—Yo he venido aquí para pedirte ayuda.

— ¿Mi ayuda?, Viktoria — alzó una ceja el hombre.

Anne veía la escena con cierto suspenso en su inexpresivo rostro

No tenía idea de quien podría ser la mujer, pero había recordado que algunas veces había oído al sueco murmurar ese nombre en sueños, en una de las tantas veces que había entrado al cuarto de él para llevarle el desayuno o ropa limpia por las mañanas.

Viktoria estaba intimidada, pero decidida.

—Suplico tu ayuda, necesito que me ayudes a salvar a mi hijo.

Ya estaba hecho. No había vuelta atrás.

El tiempo pareció congelarse un segundo al siguiente después de que Skaargard oyera eso. El sueco fue embargado de varios sentimientos, primero sorpresa con extrañeza y fue allí que unos celos escondidos vinieron a apoderarse de él, no teniendo motivo para ello.

¿Entonces ella había podido rehacer su vida y tenía un hijo de esa relación?

Y él no había vuelto a hacer ingresar a otra mujer en su vida luego del paso de ella. Quizá ni siquiera los sentimientos que ella dijo tener en algún momento fueron verdaderos.

¿Quién era el padre? ¿Quizá el hombre que estaba con ella? ¿Porque acudía a él?

Salió a relucir el mal carácter de Skaargard.

— ¿Y yo que tengo que ver? — cruzando los brazos.

Ben estaba a punto de adelantarse y darle una bofetada, pero Viktoria lo previó y le tocó el hombro meneando la cabeza para que no se acercara.

Él no conocía a Skaargard. Era un hombre peligroso y estaba segura que lo seguía siendo. Ben se detuvo al recordar la promesa de no entrometerse, pero en su fuero interno se decía que no dudaría a intervenir si algo salía mal.

Viktoria volvió a tragarse, parte de su orgullo.

—He venido aquí como una madre desesperada a pedir tu ayuda. Se han llevado a mi hijo y la única persona que podría ayudarme eres tú.

Skaargard volvió a fruncir el ceño aun con sus brazos cruzados y se estaba volteando para salir del cuarto. Ya no estaba dispuesto a oír eso. No era su problema.

Pero un fuerte agarre a la manga de su ropa de entrenamiento y un líquido que cayó en su muñeca que indicaba que una lágrima había caído, lo hizo quedarse.

Viktoria lo había sostenido por ahí, bajado la cabeza y empezado a sollozar, y en efecto, eso que había caído sobre su muñeca era una lágrima perdida.




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