La mentira

¿Proteger?: Cicatriz en forma de cruz II

Capítulo 5

 

¿Proteger?: Cicatriz en forma de cruz II

La primera vez que Viktoria había visto a Laarson Refilsson había sido ya meses después de estar trabajando en esa sección de la agencia. No era de extrañarse, porque las funciones que cumplía con Skaargard la mantenían muy ocupada y fuera de la base, sin contar que Refilsson y Wyatt también hacían lo mismo, y siempre estaban ausentes.

Pero aquella lluviosa tarde, donde vió por primera vez a aquel hombre alto y de salvaje coleta rubia oscura, tuvo una impresión complicada de aquel sujeto. Tenía unas facciones duras, pero aun así se delataban sus orígenes escandinavos por los profundos ojos celestes que portaba. A Viktoria le extrañó que llevase el cabello largo, porque el jefe Hamill y el director Wilson no eran muy permisivos en aquellas cuestiones.

Pero acabó por olvidar ese detalle al conocer más pormenores del agente Refilsson. Mas cuando coincidieron en la sala de juntas, donde pudo vislumbrar asombrada que aquel sujeto también era de aquellos que gustaba de portar espadas como Skaargard y también era un gran experto en el manejo de elementos cortantes.

Refilsson le había hecho una señal con la cabeza a modo de saludo, sin darle demasiada importancia a la joven mujer.

Solo cuando hubo salido, Viktoria se atrevió a preguntarle a Wyatt.

— ¿También Refilsson es afín a usar espada?

—Sí, y vaya que lo es, te sorprendería saber que Skaargard y él entrenaron juntos cuando eran niños — rio Wyatt

— ¿Entonces ellos dos se conocen de antes? — inquirió Viktoria sorprendida.

—Sí, pero al parecer la amistad no perduró porque se separaron cuando eran adolescentes. Pero tienen buena relación dentro de ello, laboral por supuesto— agregó Wyatt—. Bueno, creo que es hora de ir a tomar alguna siesta, nos vemos luego, Sterling — se despidió Wyatt saliendo del cuarto de juntas.

Viktoria se quedó un poco pensativa. Ese dato de que ambos agentes habían entrenado juntos ni siquiera figuraba en las fichas de ambos.

No era de extrañarse. No existían datos del nombre de Skaargard o alguna foto de la esposa de Refilsson. Menos habría ese detalle. No se necesitaban para el tipo de trabajo que realizaban en el escuadrón.

Decidió volver al cuarto que tenía asignado en la base. Si bien mantenía un departamento en el centro, desde que ingresó a la agencia, no la ocupaba.

Cuando pasaba por enfrente del otro cuarto, notó un ligero ruido, indicando que la puerta no estaba cerrada del todo por la cual una brisa hizo que se moviera y se quedó asombrada cuando notó que Skaargard dormía recostado sobre el ventanal abierto, con la espalda pegada a ella, y las piernas estiradas. Evidentemente profundamente dormido.

Viktoria no pudo resistirse a entrar, casi movida por una sensación de casi paz, al verlo en esa posición. Nunca lo había visto de esa manera. Siempre estaba con la guardia alta, con la mirada feroz, los labios impasibles y apretados.

La mujer se acercó sigilosamente a observarlo, casi embelesada, notando las finas facciones del joven de veintiocho años, pero que no aparentaba más de diecisiete en ese instante.

Parecía un niño dormido.

La naturaleza tierna de Viktoria se conmovió de tal manera con la imagen del muchacho. La lluvia caía incesante allí afuera y con ella, un ligero viento que surcaba en la habitación. No tardó en encontrar una manta para ponerla encima del agente dormido.

Cuando se lo colocaba, su mente no dejaba de procesar.

—Viéndolo dormir así, nadie podría decir que estaba frente a un cruel asesino — se dijo la muchacha—. Parece solo un niño…— alcanzó a pensar mientras se puso a la altura del joven, observando fijamente las facciones del muchacho.

Lo que sucedió a continuación, ocurrió tan rápido, casi imposible de prever por la velocidad con la que sucedió.

Solo llegó a ver con sus asustados ojos azules, que Skaargard despertaba, casi como poseso y en segundos quitó de algún sitio una cuchilla, y con ella apretó el blanco cuello de Viktoria, asustándola de muerte.

Pero Skaargard logró reaccionar al último instante, viendo las lágrimas que amenazaban de los ojos de aquella mujer. No tuvo más remedio que empujarla, para alejarla del filo, con un poco de violencia, porque en verdad estaba a centímetros de matarla.

El hombre la veía con horror mientras Viktoria se sostenía el cuello con una mano, con las pupilas azules, a punto de desbaratarse.

Fue un instante de mucha tensión y extrañeza, pero Skaargard reaccionó y le pasó la mano a la muchacha para ayudarla a levantarse, luego de envainar de nuevo el arma

—Perdóname — masculló en voz baja Skaargard

Viktoria solo se dejó levantar, porque aún tenía el corazón acelerado del susto.




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