La mentira

Antes de conocernos II

Capítulo 12

Antes de Conocernos II

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No era un buen clima, a pesar del frio, nadie podía sentirlo y más que nadie Mihael, quien, con esta confesión tan íntima, intentaba ganarse una disculpa de quienes intentaron ayudar en la misión de rescate a Björn.

Aún estaba nervioso por lo que había visto. Aun no lo creía posible, aunque su mente lógica le decía que alguna explicación tenía que existir que justificara que Freya estuviera con vida.

—Pero si yo la vi, sin vida... —pensaba el hombre removiendo ese doloroso recuerdo enterrado muy en el fondo de su alma

Solo el tibio aroma de un jazmín, que percibió, como especie de advertencia, pareció despertarlo de su ensoñación. Debía continuar con su relato. Viktoria lo miraba con ojos compasivos y él intentaba corresponderle. La que más estaba sufriendo con todo esto era ella, con la incertidumbre de no saber cómo estaba su hijo y él aquí, obnubilado por sus batallitas personales.

Aquel niño que ella había criado sola, sin ayuda, y que fuera concebido en medio del peor de los crímenes. Eso le volvió a pesar en la conciencia, pero sacó fuerzas de donde no tenía, para seguir su doloroso recuento de un pasado que creía muerto.

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Si había algo que le dolía a Mihael era que estando a punto de casarse, no podía encontrar un lugar donde hallar a Refilsson. Él seguía considerándolo un hermano adoptivo, y siempre seria así.

Ya para ese tiempo tenia acabado sus estudios a distancia, y el arduo entrenamiento con Takeru Ren estaba finalizado, y a puertas de su matrimonio debía buscar un sustento para la familia que fundaría con Freya.

Y a instancias de ella, y de su inflamado idealismo que la proveía, es que lo había convencido de entrar a un grupo de Rescatistas sin Fronteras y salirse del equipo del condado local, donde según Freya, podría utilizar sus habilidades increíbles para salvar personas. Que él nació para proteger y no debía desperdiciarlo, y que además estaba el detalle, que ese trabajo podría realizarlo aun cuando saliera de Estados Unidos, porque ella le había expresado su sueño de volver a la tierra que los había visto nacer.

Regresar allí, a Mihael se le figuraba algo triste, luego de tantos años de vivir y criarse en Estados Unidos. Pero bueno, tampoco es que las cosas irían tan mal, con la tecnología y la globalización en que se había sumido el mundo, podía estar conectado a esta tierra, aunque sabía que difícilmente daría con Takeru, un hombre naturalmente aislado de todas esas cosas.

Así que, por una vez, quería hacer bien las cosas antes de irse, así que ese día, logró enviar un mensaje a Refilsson a fin de que pudieran encontrarse, aunque esto hubiese sido imposible de no ser por la intervención de Freya, avisando que ella también iría, porque deseaba extenderle la invitación a su pequeña boda estando los dos juntos.

A Mihael no le dio mucha gracia porque hubiese querido hacer el trayecto caminando, pero no podía someterla a ella al calor arrogante del pueblo, así que trajo una motocicleta prestada de Fran, un otrora amigo de Mary, la fallecida madre adoptiva de Freya, que aún seguía en la posada donde Freya trabajaba provisionalmente, para emprender el viaje. 

—Refilsson podrá ser especial a veces, pero merece, como tu hermano a que lo invitemos a nuestra boda. Él respondió a mi mensaje y que esperaría por nosotros en casa del monje Lee Sato — decía Freya al tiempo que se montaba en la motocicleta tras Mihael, quien, acostumbrado a las palabras certeras de su prometida, enfiló rumbo hacia la zona boscosa donde vivía Refilsson.

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Y había ocurrido lo que temía, si estaba solo no le hubiese interesado, porque corriendo hubiese llegado incluso más rápido, pero tenía a Freya con él, ya no podía seguir comportándose como el hombre descuidado de siempre. Ahora tenía una mujer que cuidar y proteger.

La motocicleta se había pinchado en ambas ruedas, lo cual era poco por lo boscoso del terreno.

—Ahora es oficial. Fran me matará al ver esto —rio Mihael, al tiempo que observaba a Freya con preocupación. Ella sonrió.

—Creo que deberíamos tomar un descanso —insinuó la joven, caminando hacia una de las sombras que daba un espeso árbol.

Al final Mihael se dio vencido y la siguió, él no estaba cansado, pero tampoco podía forzarla a ella a seguir su ritmo, así que no tardaron en acomodarse bajo la sombra.

—Me preocupa esto Freya, creo que lo mejor será regresarte al pueblo — mencionó Mihael

—De eso nada. Hemos venido a ver a Refilsson, ¿lo recuerdas?

—Sí, pero creo que te diste cuenta que no podemos avanzar más con la moto de Fran, te llevaré de vuelta y regresaré la moto al dueño. Vendremos otro día, ya hallaremos la forma —suspiró Mihael

—Para cuando eso, ya estaremos casados y rumbo a Suecia. Iremos ahora junto a Refilsson — repuso decidida ella




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