En ese momento, alguien tocó insistentemente la puerta.
Renata comenzó a levantarse de la silla, aunque se sentía completamente debilitada después del estrés, casi lánguida.
— Quédate sentada. Yo abriré, — su madre, como siempre, sintió inmediatamente su estado.
¿Dónde había ido la adrenalina que había hecho correr a Renata a su casa? Huir lo más lejos posible de...
— ¿Acaso se han quedado dormidos aquí? — llegó una voz desde el vestíbulo.
Renata saltó de su asiento. La debilidad desapareció como si se hubiera evaporado. Solo que no había lugar para esconderse.
— Entra, pero no seas grosero, — su madre respondió con moderación. — Te guste o no, estamos todos en el mismo barco. Pero cada uno tiene derecho a desembarcar.En el umbral de la habitación apareció Oles. A Renata no le sorprendió que él los encontrase con tanta rapidez. Casi no tenía dudas de que Oles, desde temprana edad, sabía dónde vivía la otra familia de Ostap Karpenko.
Pero qué guapo era Oles Rimsha, tan parecido a su madre en el exterior. Incluso a sus cuarenta y cuatro años, su madre seguía siendo una mujer de extraordinaria belleza.
Alto, delgado, con un brillo metálico en sus ojos enmarcados en un rostro expresivo, Oles parecía para Renata un verdadero adonis. A pesar de su esbelto cuerpo, no había en él nada de débil. Brazos fuertes, cuello robusto, bíceps notorios debajo de la camisa...
Renata sabía que en la escuela Oles practicaba la natación y algo de ciclismo. ¿Quizás por eso se le veía tan armónico?
Pero lo que fuera, la verdadera pasión de Rimsha siempre había sido la medicina. Oles soñaba con ser cirujano, igual que Ostap Karpenko. Era extraño que un interés común no los hubiera hecho al menos amigos. Renata desconocía la actitud de Ostap Karpenko hacia el hijo de su legítima esposa, pero había visto con sus propios ojos cuánto odiaba Oles a su padre.
Él la examinó de pies a cabeza y se adentró con decisión en el salón. Se detuvo en medio de la habitación, con las piernas abiertas y los puños cerrados. Renata ya no sabía si quedarse de pie o sentarse.
—¡Aquí no se puede respirar! ¿Alguna vez limpian este apartamento?
Renata no respondió a esa provocación evidente, sintiendo que cualquier intento de justificación solo irritaría más a Oles. Su rostro ya estaba distorsionado por el desprecio.
¿Cómo se imaginaba su padre este matrimonio? Los posibles novios no eran solo desconocidos entre sí, sino enemigos. Al menos ahora, ese hombre miraba a Renata como a una adversaria.
Sin embargo, Liubava no se calló. La madre de Renata siempre decía lo que pensaba.
—Si te fijaste, nuestras maletas todavía están en el vestíbulo. No hemos estado aquí en un año y llegamos a casa solo una hora antes de la reunión con el abogado. ¿Crees que tuvimos tiempo de limpiar?
—No pienso en eso, ni lo haré. Lo que me interesa es otra cosa: ¿Quién inventó todo eso, los ridículos regalos? —preguntó Oles, clavando su intensa mirada en Renata. —Confiesa, sabías dónde estaba ese demonio de Karpenko.
Renata no apartó la vista, pero solo porque se sintió como un pequeño conejo tembloroso frente a una serpiente muy enojada. La nerviosidad le impedía entender completamente la pregunta. Pero ya no era una adolescente y se consideraba bastante astuta. Afortunadamente, su madre estaba a su lado.
—Ni Renata ni yo sabíamos nada. Ostap no nos pedía consejos, siempre tomaba sus propias decisiones. Además, estábamos en el extranjero y hasta hace poco no sabíamos que mi esposo había desaparecido.
Los ojos de Ostap brillaron malintencionadamente.
—¿Tu esposo? —Liubava no se corrigió. Durante muchos años había considerado a Ostap su esposo. La madre de Renata se quedó en silencio, mirando a Oles con dignidad orgullosa. Ojalá Renata pudiera aprender a hacer lo mismo. Tal vez con los años sería posible. Después de todo, solo tenía casi veinte años. —¿Me dirás que él te amó?
—Sí, me amó —asintió Liubava, sin apartar la vista.
—Por supuesto que sí, ¡tanto que se acostaba con mi madre solo por tener un heredero!
Después de esos comentarios crueles y desleales, los labios de Liubava temblaron.
—¡Mamá! —Renata corrió a abrazarla y la besó. Pero su madre se soltó cuidadosamente del abrazo. Probablemente, no quería parecer débil frente a Oles.
—Está todo bien. No te preocupes por eso. Iré a la cocina y ustedes... hablen. Y una cosa más... —Liubava volvió a mirar Oles directamente a los ojos. —Si insultas a mi hija, lo lamentarás. Recuerda el soñado Centro Médico, Oles Rimsha. O vete de mi casa ahora mismo. Aquí no mandas. En esta situación, tú y Renata están en igualdad de condiciones. Hay matices, pero en general... Recuerda mis palabras.
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Editado: 20.07.2024