Oleksiy se despertó en su posición favorita, abrazando a una mujer. Suave. Tierna. Pero esta vez, en sus brazos no estaba Stella. Aunque no fue sino hasta que abrió los ojos que Oleksiy se percató de ello.
Renata dormía muy tranquilamente. Oleksiy solo sentía una suave brisa de su respiración. Él no tenía la intención de abrazar a su esposa ni de quedarse ahí toda la noche, pero se quedó dormido sin planearlo. Así que ahora...
Ahora debería retirar su mano, que de manera imprevista terminó sobre la espalda de la mujer. Sin embargo, cualquier movimiento suyo podría despertar a Renata. Y tendrían que hablar de algo. Pero Oleksiy aún no sabía qué decirle a su esposa después de su primera noche juntos. Entonces, se quedó inmóvil, observándola de cerca. Mirándola atentamente por primera vez.
¿Qué más podía hacer? Mirarla, dormir o levantarse y huir sin mirar atrás. Hasta la próxima vez. ¿Y iba a huir cada vez para evitar descubrir algo que podría hacerle sentir simpatía?
Además, mentirse a sí mismo no era lo correcto. Esta mujer había despertado en él un interés inesperado.
Sus pestañas rizadas se posaban como medias lunas en sus mejillas. Sus vivaces labios entreabiertos, que Oleksiy aún no se había atrevido a tocar, lo atraían tanto que tuvo que desviar la vista. Se concentró en un mechón de cabello sedoso que había caído en su rostro durante la noche, descendiendo por su cuello y formando un rizo sobre su pecho. Se preguntó si su piel sería tan aterciopelada al tacto como bajo sus dedos.
En ese momento, Oleksiy se dio cuenta de que tales pensamientos estaban provocando una reacción en él. ¿Tal vez porque Renata le había sorprendido esa noche?
No esperaba que la hija de Ostap y Lyubava fuera virgen. Esa pareja no era nada convencional. Tuvieron una hija a los diecinueve años, pero nunca se casaron. Y luego, Ostap continuamente sostenía aventuras amorosas, aunque siempre con la misma mujer, y Lyubava dejaba entrar en su cama a un hombre casado. ¿Cómo podía ser que su hija siguiese siendo casta? Hasta la noche anterior.
Oleksiy no esperaba recibir tal... ¿regalo? Tal vez. Pero... ¿por qué Renata lo había hecho? ¿Por qué entregarse justo a él? Debía haber una razón. Tenía que haberla.
Él vio que le había sido difícil, pero su esposa no emitió sonido alguno. Solo mordió su labio inferior con tal fuerza que la marca seguía ahí. Una chica valiente. Desesperada.
— ¿Por qué no me avisaste?
Las oscuras pestañas de Renata temblaron y al momento ella lo miró con sus grandes ojos verdosos. Pestañeó, miró su mano y con un tono ronco preguntó:
— ¿Sobre qué?
Oleksiy retiró lentamente la mano con la que abrazaba a su esposa, y preguntó de nuevo:
— ¿Por qué no me dijiste que eras virgen?
No tenía intención de indagar. La pregunta anterior se le había escapado sin querer. Pero ahora decidió no ocultar su curiosidad al respecto.
Renata lo miró un segundo y luego concentró su atención en el hombro de Oleksiy.
— ¿Tenía que hacerlo?
— Yo habría sido... más cuidadoso.
— O todo lo contrario.
¡Vaya! Entonces ella temía que él... ¿buscara venganza?
— ¿Me crees...? — ¿Qué palabra debería elegir? — ¿Qué opinas de mí?
— No te conozco.
— Sin embargo, permitiste que yo fuera el primero.
Renata ocultó su mirada un instante y luego clavó en Oleksiy sus verdes ojos.
— Actúo como creo que es correcto. Tengo derecho.
— Ahí tienes razón. — Oleksiy mismo no sabía qué respuesta esperaba. Pero esta de alguna manera le resultó decepcionante. Además, se encontró nuevamente irritado consigo mismo y con Renata. Se dio la vuelta, ya no mirando a su esposa, y se levantó de la cama. No se molestó en vestirse. ¿Para qué? Se dirigió hacia la puerta. — Voy a ducharme. ¿Hay agua caliente?
— Anoche había.
Él miró hacia atrás.
— ¿Cómo lo sabes?
— Yo... fui al baño cuando te dormiste.
Vaya si se había quedado profundamente dormido, y aún en territorio enemigo. No oyó nada. Rara vez le sucedía.
— ¿Y volviste sin tu camisón?
Renata volvió a morderse el labio, y Oleksiy frunció el ceño ante su propia grosería. ¡Diablos! No iba a disculparse. No frente a la hija de Karpenko.
Oleksiy abrió la puerta.
— ¿Vas a desayunar?
La pregunta fue tan inesperada y casi fantástica, especialmente después de su comentario anterior, que Oleksiy incluso sacudió la cabeza incrédulo.
— ¿Qué? — se giró de nuevo.
— Anoche dejé pastel en el refrigerador y ahora puedo calentarlo. Además, puedo preparar café. ¿O prefieres té?
— Solo tomaré café — gruñó Oleksiy, retomando su camino al baño. — Espero que todo haya salido bien.
Sería mejor si Renata quedase embarazada a la primera. Oleksiy no quería apegarse a su esposa.
* * *
— Hija, tú... ¿Cómo te sientes, mi querida? — preguntó su madre sin dar los buenos días. Por su voz, se notaba que estaba muy preocupada. Lyubava llamó en cuanto Oleksiy cerró la puerta tras de sí.
— Bien. No te preocupes, mamá — respondió Renata, mirando en el refrigerador. Vio el pastel, se escuchó a sí misma y se dio cuenta de que su apetito aún dormía.— Y Oles... Él...
— Oles ya se fue a trabajar.
Renata se sorprendió de lo tranquila que se sentía. Ayer temblaba como si fuera a enfrentarse al examen más importante de su vida, pero hoy la ansiedad había desaparecido por completo. ¿Acaso había aceptado la situación? ¿O había agotado todas sus emociones durante la noche, aún sin haber acumulado nuevas?
— Es decir... ¿se quedó a pasar la noche?
— Sí, se quedó. Se durmió inmediatamente después de… todo.
Renata tomó la taza de café ya frío y salió al balcón. Se sentó en una silla y se encogió de hombros. Aquella noche se había convertido en mujer. Era positivo que fuera con un hombre que le atraía. Pero era negativo que a él le resultara indiferente.
"Tu no eres la mujer con la que me gustaría casarme".
Renata quisiera olvidar esas palabras, pero era poco probable que Oles las dejara pasar. Lo importante era que él no se diera cuenta de cuánto le dolía escuchar eso. ¿Acaso su padre también había tratado de la misma forma a Victoria? De ser así, lo lamentaba por ella.
— ¿Y cómo salió todo? ¿Necesitas que venga? — ¿Cómo había ido? Renata no sabía cómo calificar lo que había ocurrido entre su esposo y ella, siendo la primera vez para ella. — ¿Por qué estás en silencio? ¿Realmente estás bien? Oles no te... ¿te hirió?
En sus acciones — no. Renata había anticipado algo así y se había preparado mentalmente.
Pero psicológicamente...
Al final, su matrimonio con Oles era puramente un trato comercial, y el hombre no tenía ninguna obligación de ser tierno con ella, de consolarla, mimarla, besarla... Curioso, ¿por qué él nunca la había besado? ¿Tan repulsiva le resultaba? Exceptuando el beso, ¿todo lo demás no salió bien, cierto? Tal vez Oles tenía razón — los hombres pueden tener relaciones sexuales con mujeres sin amor.
Renata estaba ansiosa por discutir todo esto con Liubov, pero no podía forzarse a contarle los detalles incluso a su madre.
— Creo que no. Todo salió como... se suponía.
Aunque no como ella hubiera querido. Pero quejarse no habría sido justo. Renata siempre supo que su matrimonio con Oles no era por amor. Y que solo duraría tres años.
— Tienes una voz tan triste... Ire de todas formas.
— No necesitas venir, mamá. Siempre estás de viaje. Descansa. Por cierto, ¿hay electricidad en la cabaña?
— Afortunadamente, sí. Gracias por recordarme. Necesito revisar los contadores.
Renata se alegró de que su madre cambiara de tema.
— ¿Cómo está la cabaña? ¿Todavía en pie? ¿Nadie rompió las ventanas?
— Eso está bien. Hoy limpiaré, lavaré las ventanas. Ayer solo barrí el dormitorio y preparé la cama. Hasta la vieja nevera comenzó a funcionar. Ahora estoy a punto de ir por provisiones a la tienda. ¿Estás segura de que no necesito ir?
— Ya soy adulta, mamá. No puedes protegerme toda la vida.
— Lo sé... Me doy cuenta de que debo acostumbrarme. Pero soy una madre. Cuando tengas tu propio hijo, me entenderás. — Liubov guardó silencio antes de continuar: — ¿Y Oles cuándo volverá?
— No lo dijo.
Y ella no preguntó. Pensó que tales preguntas podrían interpretarse como si Renata solo esperara eso. Al final, ambos estaban interesados en lograr el resultado lo más rápido posible.
Esa era toda la romanía. El único momento brillante del día anterior fue cuando ella despertó. Oles la miraba tan extrañamente, como si la viera por primera vez. ¿O fue solo su imaginación?
¿Cómo habrían sido las cosas si ellos se hubieran encontrado por primera vez, sin saber quiénes eran? ¿Le habría gustado a Oles?
Probablemente no. Después de todo, él tenía a Stella. Esa mujer.
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Editado: 20.07.2024