NARRA ARKADIY
Sábado. Tradición. Cena familiar.
Estoy en mi despacho, terminando de ordenar unos documentos que no me interesan en lo absoluto. Rolan y Mila ya se han marchado, dejando una estela de perfume, risas y caos. El silencio es cómodo. Hasta que…
—¿Vamos a salir a cenar hoy? —pregunta Vasilisa, entrando con su voz suave, pero firme.
Levanto la vista. Ahí está. Mi princesa. Mi hija. Mi reflejo más claro de lo que fue su madre.
—Sí, claro. Solo termino esto y nos vamos.
Pero no termino. Porque verla ahí, con esa expresión que mezcla expectativa y nostalgia, me obliga a dejar todo. Me acerco. La abrazo. La envuelvo como si pudiera protegerla de todo lo que no puedo controlar.
—Estoy orgulloso de ti —le digo, en voz baja—. Abha me contó por qué les pusieron moños a tus hermanos. Y no puedo estar más de acuerdo.
Vasilisa sonríe. Lo que en otro momento la habría hecho llorar, hoy la hace sonreír. Y eso… me desarma.
—Estoy bien, papá. Abha… Abha… es diferente. —Lo dice como si le costara admitirlo, como si cada palabra fuera una piedra que se atreve a soltar.
—¿Te agrada?
—Sí. Y creo que deberíamos llevarla a la cena.
—¿Estás segura? Esa cena es solo nuestra. Es tradición.
—Pero ella no es de Francia. Le haría bien un poco de turismo. Y qué mejor si es con nosotros.
La miro. Asiento.
—Díselo. Salimos en media hora.
Los minutos pasan. El despacho se vacía. El silencio se llena de recuerdos. Miro la fotografía de mi esposa. Le hablo como siempre.
—Han crecido. Vasilisa ya no se esconde. Lev y Timofey… siguen siendo terremotos, pero ahora tienen dirección. Y Abha… Abha parece una luz. ¿La enviaste tú? ¿Es un ángel?
No hay respuesta. Solo el eco de mi propia voz.
Con un suspiro salgo del despacho hacia los autos. Miro el reloj… esos niños ya llevan diez minutos de retraso. Y entonces… aparece.
Abha.
Vestido negro de gala. Figura esbelta. Cabello recogido con elegancia. Viene acompañada de Vasilisa, que lleva un vestido igual. Se arreglaron juntas. Se ven… como madre e hija.
¿acabo de pensar eso? ¿yo? ¿yo acabo de pensar eso? ¡demonios!
Por primera vez, me doy cuenta de cuánto necesita Vasilisa una figura materna. No una niñera. Una presencia. Una guía. Una mujer que no la juzgue. Que la entienda.
Detrás de ellas, los dos terremotos. Lev con una corbata torcida. Timofey con los zapatos cambiados. En su propio universo.
Abro la puerta para las damas. Primero entra Vasilisa. Luego ayudo a Abha.
—Gracias —. Su voz es suave.
Cuando ingreso ya no hay espacio en otro lugar, más que al lado de Abha. Ella no nota mi nerviosismo. Está hablando con Vasilisa sobre… mejor no escucho porque me dará un colapso mental… ¿mi bebé con novio? No, no. No quiero imaginar eso.
—No trates de correr. Que tus amigas tengan novio no significa que debas tenerlo y si ellas te inducen a tener novio es que no son tus amigas. No digas “sí” por compromiso y menos por encajar.
¡así se habla! ¡dile que hasta que tenga cincuenta años! ¡no, mejor cien años!
El restaurante es un templo de cristal y mármol. Abha está maravillada. No sabe mucho de etiqueta, así que le pregunta a Vasilisa. Yo observo. Vasilisa le explica el orden de los cubiertos con paciencia. Abha escucha con atención. No finge. No presume. Solo aprende. Es genuina. Humilde…
¡ya basta Arkadiy! concéntrate en la cena.
Vasilisa va al baño. Los chicos desaparecen con el guardaespaldas. Momento perfecto.
—¿Me ayudarías con algo? —le pregunto a Abha.
—Claro —. Sonríe y creo que las rodillas se me congelaron.
“que bueno que estoy sentado”
—Quiero llevar a Vasilisa a comprar ropa. La que tiene la ha comprado Mila, pero ella se niega a elegir por sí misma. Me gustaría que pudiera escoger cosas que de verdad le gusten.
—Me encantaría.
Después de la cena, vamos al centro comercial más exclusivo de Paris. Abha se queda pálida al ver el precio de unas gafas de sol. Vasilisa al principio está renuente.
—Papá, no necesito esto.
—¡Kkmm! —. Abha se le acerca —. Yo creo que….
No entiendo lo que le susurra al odio. Pero logra transforma la atmósfera. La hace reír.
—¡está bien! ¡papá prepárate, te voy a dejar en la banca rota!
Y así Abha la hace probar ropa, zapatos. La hace disfrutar. Mi corazón palpita. Ligero. Sutil. Pero lo hace. Al ver a Abha sonreír y ayudar a mi hija a elegir lo que le gusta. La manera en la que la mira. Como le habla. Como toma su mano guiándola hacia los lugares en la tienda.
Los chicos se van con el guardaespaldas. Las chicas se quedan conmigo.
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padre soltero y millonario, niñera x jefe, comedia romántica contemporánea
Editado: 30.10.2025