NARRA ABHA
Es domingo. El aire huele a lujo y a nervios. Hoy es la competencia de equitación de Vasilisa y, según los niños, es “el evento del año, del siglo y del universo”. Yo no tengo sombrero ni botas, pero tengo entusiasmo y protector solar.
El lugar parece sacado de una película de princesas millonarias. El campo de equitación está rodeado de gradas blancas, arreglos florales, banderas bordadas y caballos que parecen haber salido de una pasarela ecuestre. Los competidores se preparan en una zona exclusiva: uniformes de gala, cascos brillantes, botas de cuero, y caballos que valen más que mi país entero.
Vasilisa está en su zona de concentración. Su caballo, Zarina, es una yegua negra con crin brillante y mirada de emperatriz. Ella la acaricia con ternura, pero con firmeza. Se ve segura. Elegante. Poderosa.
Yo estoy en primera fila. Sentada junto al señor Gaulle, que parece parte del mobiliario de lujo. Traje casual, gafas oscuras, y esa expresión de “yo no me emociono, pero sí”.
El sol decide atacarme directamente. Me siento como una tostada humana.
—¿Está bien? —me pregunta Arkadiy, sin mirarme.
—Sí, solo estoy siendo asada lentamente.
Y entonces… me pone un sombrero. Uno de ala ancha, elegante, que parece haber sido diseñado para una duquesa.
—Para que no se queme. —Lo dice sin emoción, pero sus dedos rozan mi cabello al acomodarlo.
Mi corazón decide hacer cardio sin permiso. Me quedo quieta. Él también. El sombrero se convierte en el símbolo oficial del coqueteo silencioso.
“Seguramente es mi mera imaginación”
La competencia inicia.
Vasilisa entra al campo como una heroína. Zarina trota con elegancia. Y luego… ¡acrobacias! Saltos imposibles, giros, equilibrio sobre el caballo. Yo grito internamente. Me sudan las manos. Y sin darme cuenta…
¡Le agarro la pierna a Arkadiy!
Y no solo la agarro. ¡Le entierro las uñas! Como si fuera mi ancla emocional.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡No era mi intención! ¡Fue el nervio! ¡La acrobacia! ¡La yegua! ¡La gravedad! ¡ay, Dios!
Quiero morirme.
Arkadiy se ríe. Sí. Ríe.
—No pasa nada. Estoy acostumbrado a sobrevivir ataques emocionales.
Termina la competencia. El jurado anuncia a la ganadora. Pero no entiendo ni papa porque mi nivel de francés no llega a ese grado. Arkadiy me lo resume con voz grave:
—Vasilisa. Primer lugar.
Yo brinco. Literalmente. Como si me hubieran dicho que gané un viaje alrededor del mundo.
—¡Ganó! ¡Ganó! ¡Es la reina del universo ecuestre!
Y entonces me doy cuenta… le estuve agarrando la pierna todo el tiempo.
Me disculpo otra vez. Con torpeza monumental. Él solo sonríe.
La premiación es digna de una gala. Vasilisa recibe su medalla, su ramo de flores, y una ovación. Yo la abrazo como si fuera mi hija. Arkadiy nos deja solas un momento, llevándose a los terremotos con él.
Vasilisa me lleva a un jardín de flores. Es tranquilo. Hermoso. Nos sentamos en el césped. Yo le enseño el juego del “me quiere, no me quiere” con una margarita.
—¿Tú crees que mamá me quería? —pregunta de pronto.
—Mucho. Y aún lo hace. En ti. Los que ya no están viven a través de los que nos quedamos.
Silencio.
—Sabes… estaba enojada, con ella. Con papá. Con la vida. Me sentía la más miserable. Pero creo que… hay cosas peores.
—Cada persona vive su proceso. Tienes derecho de sentirte la humana más miserable de la historia por perder a tu madre. Es valido. Lo que no es válido es sentirte así para siempre y culpar a los demás.
La margarita desaparece perdiendo todos sus pétalos terminando en un…
—¡me quiere! ¡me quiere! —. Grita brincando —. ¡Mikhail me quiere!
—Creí que ya habíamos superado ese tema —. Bufo.
—Bueno… —. Se pone roja y yo me rio.
—Está bien. Estuve obsesionada con mi primer amor por años.
—¿De verdad? ¿Y tú? ¿Has amado?
—Sí. Y también he perdido. El primer amor es lo más bonito que hay. Después… es una guerra, un campo minado en donde cada mina que pisas te destroza el corazón.
—cuéntame —. Me agarra del brazo —. Mi papá no me habla de esto y mi tía Mila… bueno… con ella todo es miel con caramelo y me quiere vender la idea de: “todo es perfecto”, pero tú —. Le brillan los ojos —. Tienes cara de novela de darkromance sin final feliz.
—Gracias —. Bufo —. Mi última relación fue un fracaso monumental. Perdí un bebé. Y me perdí a mí. Por eso huí de Guatemala. Buscaba aire. Y encontré nieve.
Vasilisa me toma la mano. No dice nada. Pero su mirada lo dice todo.
—Tienes que buscar un novio —dice, como quien da una orden.
—¿Qué?
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padre soltero y millonario, niñera x jefe, comedia romántica contemporánea
Editado: 30.10.2025