La Nana

CAPITULO 13

NARRA ARKADIY

Estoy en Berlín. Reunión tras reunión. Acuerdos que podrían cambiar el rumbo de la empresa. No puedo distraerme. No puedo fallar. No puedo regresar a casa hasta cerrar lo que inicié.

Y entonces… suena el teléfono.

—¿Señor Gaulle? —dice una voz firme al otro lado.

—Sí, habla Arkadiy.

—Soy la directora del colegio. Llamo para informarle que su hijo Timofey lleva tres días sin presentarse a clases.

Me quedo en silencio. Pienso en una excusa rápido.

—Tuvo una gripe repentina. Estará de regreso mañana —respondo, con voz segura.

—Espero que así sea. De lo contrario, no podremos recibirlo sin su presencia.

—Lo entiendo. Gracias por llamar.

Cuelgo. Me quedo mirando el teléfono. Y entonces marco.

—¿Abha? —digo apenas responde.

—Señor Gaulle ¿Todo bien?

—Me llamaron del colegio. Timofey no puede seguir faltando.

Silencio. Ella se aclara la garganta.

—Ya lo sabía —responde ella, sin titubeos.

—¿Tienes toda la información?

—Sí. Lo vigilé. El primer día llegó con la mochila mojada. Fingió que la había metido a la bañera. Al día siguiente llegó golpeado y fingió que se cayó en la entrada. Estuve averiguando en redes y encontré unos videos donde tres niños acosan a otro, no sale su rostro, pero estoy segura de que es él. Mismo uniforme, misma voz. Y la directora llamo a casa diciendo que no lo recibirían sin la presencia de sus padres. Así que… le seguí el juego. Fingió estar enfermo. No quise exponerlo más.

Me quedo en silencio. Abha lo sabe todo. Lo ha manejado sola. Y yo… estoy a miles de kilómetros. No puedo creer que no me di cuenta antes. Que tuvo ser ella quien lo notara.

—No puedo regresar hasta dentro de cinco días. Es imposible.

—¡¿Imposible?! —exclama Abha—. ¡¿Y qué quiere que haga?! ¿Le ponga un parche emocional al niño y lo mande a clases como si nada? ¡Sus hijos son más importantes que cualquier negocio, señor Gaulle!

¡mis tímpanos! Habla demasiado fuerte.

—Comprendo lo que pretende decir. Pero este negocio… este acuerdo… es lo que garantiza su futuro. La vida de mis hijos depende de esto.

—¡Y también depende de que no los dejen solos emocionalmente! Timofey necesita atención. Está siendo acosado. Los profesores no han hecho nada. ¡Nada!

—Me encargaré de todos ellos. Personalmente.

—No basta con promesas. Si Timofey debe regresar al colegio, necesito su permiso para acompañarlo como su tutora. Como su nana, puedo solicitar que lo reciban. Que lo escuchen. Que lo respeten. Hasta que usted vuelva y solucione esto como padre.

En todos estos años, ninguna niñera había sido tan entrometida como Abha. Y no sé hasta que punto eso me molesta o me agrada.

—Está bien —digo, a regañadientes—. Le encargo su seguridad. Completa.

—Lo haré.

Cortamos la llamada.

Abro la galería. Abha me ha enviado todo. Fotos de los niños almorzando. Videos de Lev haciendo tareas. Vasilisa leyendo en el jardín. Timofey jugando con Zarina.

Desde el día que me ausente ella a informado cada movimiento de los niños. Hasta el más mínimo detalle. Lo más asombroso es que concuerda perfectamente con las cámaras de seguridad. En el mismo instante que sucede ella envía un mensaje.

Y yo… me siento lejos. Demasiado lejos.

Las reuniones continúan. Salas de cristal. Proyecciones. Negociaciones de alto impacto. Cierres millonarios. Pero cada diez minutos… vibra el celular.

—“Lev se comió tres galletas. No lo niega.”

—“Timofey hizo la tarea. Pero la hoja tiene glitter.”

—“Vasilisa está tranquila. Hoy no discutió con nadie.”

—“Yo también estoy bien. Gracias por preguntar.”

—“llego el correo, todo sin novedad”

—“Los niños visitaron a su abuelo, almorzaron juntos. Deberían hacerlo más seguido”.

—“¿Por qué su padre vive en la otra ala de la mansión?, tiene mucho espacio aquí, parece solitario.”

—“Todo bien en casa”

—“Señor, impondré un castigo a Lev. Mojo la alfombra”

Y entonces… una foto. Abha en la cocina. Con harina en la cara. Sonriendo. Mi corazón se detiene un segundo.

—“Papá, Abha es linda ¿verdad? (Vasil)”

¿No le tiene contraseña a su celular?

—¿Todo bien, señor Gaulle? —pregunta mi asistente, al final de la jornada.

—Sí. Todo bien.

—Es que lleva días con el celular en la mano. Nunca lo había visto así.

—Estoy… monitoreando cosas.

—¿Cosas?

—Sí. Cosas importantes.




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