NARRA ABHA
¿conocen la frase de “nada puede salir peor”? pues sí. Todo puede salir peor. Puede ser una catástrofe… como que el niño al que cuido diga que soy su madre.
Timofey está pegado a mí como si fuera un koala. Su abrazo es fuerte, desesperado, y cuando grita “¡Ella no es mi niñera, es mi mamá!”, el mundo se detiene. Literalmente. Hasta el aire parece contener la respiración.
Y aquí es donde yo les pregunto: ¿Qué harían en mi lugar?
Lo sé. Quiero salir huyendo. Siento que en este momento soy una hormiga a la que la gravedad terrestre esta aplastando. Pero, algo en mi corazón, me aprieta. Se me cierra la garganta. Porque por primera vez, me doy cuenta de la vulnerabilidad de esos mocosos malcriados que viven a base de bromas. Y no tengo el corazón para herir a un niño tan lindo como Timofey, que finge ser fuerte.
Yo lo abrazo. Lo pego a mi cuerpo. Le acaricio el cabello. Y entonces, sin pensarlo, le digo:
—Tranquilo, hijo. Ya pasó.
¿Hijo? ¿Yo? ¿Qué está pasando?
Las madres me miran como si acabara de invadir su club exclusivo de superioridad. Los niños se quedan callados, pero sus ojos brillan con malicia. La directora sigue sin decir nada. Ni una palabra. Ni una ceja levantada. Nada.
Y entonces… exploto.
—¡No permitiré que un grupo de mocosos maleducados traten mal a mi bebé! —grito, con voz de mamá latina en modo volcán.
Las madres se ofenden. Una intenta hablar, pero yo la interrumpo.
—Y ustedes, con todo respeto, deberían invertir menos en bolsos y más en libros. Porque la ignorancia no se maquilla, señoras. Sean educas y menos cacatuas.
Otra madre se pone roja. La tercera se atraganta con su propio ego.
—¿Y usted, directora? ¿Va a seguir decorando el silencio con indiferencia? ¿O va a hacer algo útil además de respirar?
La directora abre la boca. Yo no espero. Me quito el zapato. Lo lanzo. ¡PUM! Impacto directo en la cabeza. ¡uuuy! ¡ups! Ni modo. Me acomodo el cabello y finjo ser la diva más diva. (sacado de telenovelas)
—¡No permitiré que mi hijo siga siendo educado en un lugar tan mediocre como este!
Tomo a Timofey de la mano. Salimos por los pasillos como si estuviéramos en una película de acción. Cuatro guardaespaldas nos siguen como gorilas bien entrenados. Yo camino con un solo zapato. El otro quedó como legado en la dirección.
¡me falta un hijo! Cambio de ruta. Llegamos al salón de Lev. Entro como si fuera una tormenta con perfume.
La profesora se queda atónita. Lev me ve. Timofey, en modo diva, anuncia:
—¡Ella es nuestra mamá! —. (¡ay niño! Ya cabe mi tumba)
Lev brinca de alegría. Se prende de mí como si fuera una liana emocional.
—¡Mamá! ¡Mamá vino por nosotros!
Yo casi sufro un colapso. Esto se está saliendo de control. ¿Qué está pasando? ¿Por qué les siguo el juego? ¿Por qué me gusta?
Salimos del salón. Caminamos hacia los autos. Pero entonces…
—¡Falta Vasilisa! —dice Timofey, deteniéndose.
—¡No! —respondo, con voz de persona que ya no puede más.
—¡Sí! —dice Lev.
—¡Por favor! —suplica Timofey.
Y entonces… me arrastran. Literalmente. Hasta el ala del colegio donde estudia Vasilisa.
“Estoy acabada. Hasta aquí llegue mundo cruel”
Es receso. Todos nos notan. No solo por los niños. Sino por los cuatro guardaespaldas que parecen salidos de una película de espías. Ubicamos a Vasilisa. Está rodeada de tres chicas.
Abha modo radar activado.
Las chicas le dicen cosas como:
—Si tuvieras mamá, sabrías cómo maquillarte.
—No te preocupes, nosotras te ayudamos. No es tu culpa ser… básica.
—Con un poco de sombra y autoestima, podrías parecer humana.
Yo ruedo los ojos. Me trueno el cuello. Y grito:
—¡Vasil, cariño! —. Con la voz más sexy y diva que nunca he practicado, pero me sale a la primera.
Ella nos nota. Timofey grita:
—¡Mamá vino por nosotros! —. (¡aaah! Mocoso eso no era necesarioooo)
Vasilisa abre los ojos como si hubiera visto a Beyoncé en vivo. Timofey y Lev van tomados de mis manos. Yo sonrío. No sé por qué. Pero lo hago.
Vasilisa toma su mochila. Corre hacia mí como si de verdad fuera su mamá.
—¡Mamá! —dice en voz alta—. La mochila que me obsequiaste es muy cómoda. ¡Puedo traer todo!
Y me modela la mochila. Como si estuviéramos en una pasarela.
Yo estoy atónita. No sé en qué momento esto se volvió esto.
—¡Me encanta!
Noto que todas las chicas llevan bolsos de diseñador. Incomodos. ¡ja!
—Vienes a estudiar no a buscar marido cariño. No tienes necesidad. Y menos de maquillarte —. Digo fuerte y claro —. Tu belleza es tan maravillosa que no necesitas opacarla con productos que te hagan parecer payaso mal pintado.
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padre soltero y millonario, niñera x jefe, comedia romántica contemporánea
Editado: 16.10.2025