Molly no sabía porque se sentía de esa manera, nunca había amado a Derek y tampoco pensaba hacerlo solo porque sus padres así lo quisieran. Era una broma de mal gusto y no pensaba obedecerlos.
Estaba harta de todo ese asunto tan absurdo, por eso había tomado el primer vuelo a las Vegas, para distraerse un poco. Si sus padres ganaban dinero con solo chasquear los dedos, no veía razón para no ayudarles a desperdiciarlo un poco. De esa manera al menos la llamarían en navidad.
Navidad; pensar en esa festividad la dejo helada. Por lo general la pasaba sola mirando televisión o en una playa bronceándose. Sus padres la dejaban sola, desde que tenía uso de razón era así.
Sacudió su cabeza para borrar esos recuerdos y seguir en lo que estaba.
Miro de nuevo su juego y sonrió en su interior. Había esperado perder, no ganar las seis veces que llevaba jugando. Quizás era cierto ese dicho: de buenas en el juego de malas en el amor.
Se aplicaba muy bien a ella.
Su primer novio, la había dejado por irse con otra y el hombre al que había amado con toda su alma y se había entregado a él, también la traiciono rompiéndole el corazón. Desde ese día, decidió no volver a confiar en los hombres y en los amigos.
Levanto la vista de sus cartas para pedir otra y frunció el ceño. La crupier que estaba frente a ella, no dejaba de prestarle atención, más de la debida.
Solo tenía suerte. Mucha suerte para su gusto.
<<No estoy haciendo trampa>> pensó.
No dijo nada para no armar un alboroto, seria pésimo si terminaba detenida esa noche.
Sus padres volverían antes y no quería que eso pasara. No le importaba donde se encontraban, estaba acostumbrada a sus ausencias y no quería que sus padres se enfadaran o se precipitarían con el asunto de la boda con Derek y eso no sucedería. Primero se lanzaría a un estanque lleno de pirañas antes de casarse con ese hombre.
Una sola llamada de ellos bastaría.
Aunque con la suerte que estaba teniendo sería imposible que eso sucediera.
— Doblo — dijo el sujeto sentado a su derecha.
Molly suspiro y deslizo sus fichas por la mesa, no iba a dejar de apostar. Quería perder en algún momento. Si alguna persona lograba ganarle.
— No puedes ganarme, damita — dijo el tipo en forma arrogante.
Estaba cansada de oírlo decir eso y también de verlo perder. Tendría que ser serio a la hora de jugar o mejor retirarse y dejar que otros más astutos apostaran y le ganaran. Así Molly estaría satisfecha de perder al menos una vez ese día.
— Espero que así sea — replico Molly esperando que no fuera solo fanfarronería.
— Full — dijo el hombre sonriendo — supera eso, belleza.
Molly suspiro y pensó dos veces antes de enseñar sus cartas. ¿en algún momento perdería?.
— Escalera real de color — dijo y tiro las cartas sobre la mesa.
El hombre la miro furioso con los ojos tan abiertos que parecía que se le fueran a salir.
— Mejor me largo — mascullo y se levanto de la silla.
Los otros jugadores hicieron lo mismo pero, Molly no se levanto. Estaba dispuesta a perder en algún momento. Ya era quinientos mil dólares más rica y no podía soportarlo.
Estuvo jugando en la ruleta cinco veces de las cuales gano cuatro, la quinta no supo porque decidió irse sin mirar su apuesta. Ya tenía suficiente de la mujer con mirada agria que estaba pegada al tipo gruñón que también estaba apostando y perdía en todo momento.
Y también jugó tres veces en los dados y gano.
— Debería estar celebrando navidad con su familia y no en este casino — le dijo la crupier — podría tener problemas.
— Prefiero estar aquí.
Tres personas llegaron a la mesa y empezaron de nuevo con las apuestas, no se rendiría, abandonaría o jugaría mal.
Si iba a perder, los otros deberían ser expertos y lograr derrotarla.
Veinte minutos después, los dos hombres que quedaban en la mesa no podían creer la suerte de la chica. Les había ganado cien mil dólares a cada uno.
— ¡Jo jo jo feliz navidad! — grito un papá Noel que iba recorriendo el casino repartiendo obsequios que llevaba en una bolsa grande colgada en su espalda — ¡feliz navidad para todos y que disfruten sus apuestas!
Se hecho un poco hacia atrás y rasco su enorme barriga sonriendo y cantando de nuevo.
Papá Noel dejo varios obsequios a las mujeres que estaban acompañando a los hombres apostadores y uno que otro a los hombres que veía solos y aburridos.
Siguió en su tarea y llego a la mesa de Black Jack donde estaba Molly.
Se detuvo un momento y la observo.
Su cabellera negra caía sobre sus hombros, el vestido azul que llevaba puesto marcaba su diminuta cintura, sus piernas largas estaban cruzadas e iban cubiertas por medias negras. Los zapatos de tacón plateados eran demasiado altos para ella.
No podía dejar de mirarla, recordaba la última vez que la había visto y se sintió enfermo. Estaba más hermosa y posiblemente todavía lo odiaría.