Tokio es una ciudad llena de luces, movimiento y ruido. Desde los enormes rascacielos hasta los pequeños callejones escondidos entre edificios, la metrópoli nunca duerme. Sin embargo, incluso en una ciudad tan moderna, existen rincones donde el tiempo parece haberse detenido, lugares que los residentes evitan sin una razón aparente.
Uno de esos lugares es un callejón estrecho en el distrito de Shinjuku. Oficialmente, no es más que un pasaje olvidado entre dos construcciones antiguas, sin cámaras de seguridad y con un suelo húmedo y descuidado. Aunque su apariencia no es distinta a la de otros callejones de la ciudad, tiene una reputación siniestra.
Se dice que cualquiera que pase por ahí de noche puede escuchar la risa de una niña. Algunos afirman haber visto una pequeña figura de pie en la oscuridad, con un kimono blanco y el cabello largo cubriéndole el rostro. Mientras tanto, otros juran haber sentido una presencia siguiéndolos hasta sus casas, incluso cuando estaban completamente solos.
Pero lo más inquietante son las desapariciones.
Desde hace décadas, personas han entrado en ese callejón y nunca han vuelto a salir. La policía ha intentado explicarlo como secuestros, crímenes o incluso accidentes, sin embargo, nunca han encontrado rastros de los desaparecidos. Por lo tanto, con el tiempo, el lugar se convirtió en un tabú. Nadie habla demasiado de él, y aquellos que conocen la historia prefieren rodearlo en vez de cruzarlo.
Mika Tanaka, una estudiante de secundaria de 17 años, había escuchado el rumor muchas veces. Desde pequeña, su abuela le contaba historias sobre ese callejón, advirtiéndole que nunca pasara por ahí después del anochecer. A medida que creció, olvidó aquellas advertencias, hasta que un nuevo caso la obligó a recordarlas.
Un repartidor llamado Daisuke había desaparecido hace unas semanas. Las cámaras de seguridad lo grabaron en su ruta de trabajo, y su última parada registrada fue cerca del callejón. Sin embargo, la grabación mostraba algo inquietante: se le veía caminando hacia la entrada, mirando a su alrededor con inquietud, como si sintiera que alguien lo observaba.
Luego, se adentró en el callejón.
Y nunca salió
Su familia había puesto carteles por toda la ciudad, y los noticieros hablaban de él todos los días. Mientras tanto, Mika sintió que algo dentro de ella se removía.
Las desapariciones siempre ocurrían de la misma manera. Siempre en ese callejón. Siempre sin testigos. Y además, siempre había alguien que aseguraba haber escuchado la risa de una niña antes de que todo ocurriera.
—No puede ser coincidencia — murmuró una noche, sentada frente a su laptop mientras revisaba foros de internet sobre fenómenos paranormales.
Los comentarios de la gente eran variados. Algunos decían que todo era un engaño. Otros aseguraban que el callejón escondía un secreto más oscuro de lo que cualquiera podía imaginar.
Pero hubo un comentario en particular que llamó su atención.
"Si escuchas la risa, nunca corras. Porque si corres… ella te sigue."
Un escalofrío recorrió su espalda.
Apagó la computadora y se acostó, pero el mensaje quedó grabado en su mente.
Y aunque intentó ignorarlo, no pudo dejar de pensar en una sola cosa.
Debía ir a ese callejón.
Debía descubrir la verdad.
Esa misma noche, tomó su teléfono y salió en busca de respuestas.