La niñera del multimillonario es la madre sustituta

Capítulo 3

Richard apareció en la puerta de la oficina de Isabella, apoyado contra el marco.
—Empaca —dijo Richard, como si fuera lo más natural del mundo—. Vienes conmigo a una reunión de negocios.

Isabella lo parpadeó. —¿Yo? ¿Por qué yo…?

—Porque quiero que aprendas cosas que importan —intervino Richard con suavidad, ofreciendo una pequeña sonrisa inescrutable—. Ahora apúrate. Llegamos tarde.

Él trataba a Isabella como a un miembro de la familia, tanto en la oficina como en casa. Y ese era el principal problema de Isabella.

Y, por supuesto, ya la mitad de la oficina lo había notado. Ella sentía las miradas sobre ella mientras recogía sus cosas. El personal susurraba a su espalda. El favoritismo la incomodaba, pero Richard no parecía preocuparse por las apariencias.

Él nunca lo hacía.

Isabella siguió a Richard hasta su oficina, donde él agarró su abrigo, y juntos se dirigieron hacia un hotel.

En el momento en que ellos entraron al restaurante tailandés de cinco estrellas, el rico aroma de hierba limón y coco se desplazó hacia ellos.

Se acomodaron en una mesa privada.

El teléfono de Richard vibró.

—Amy —murmuró Richard con un suspiro, y luego se disculpó de la mesa—. Empiecen sin mí.

En cuanto Richard desapareció por la esquina, su asistente y abogado se inclinaron hacia adelante.

—Entonces… —comenzó el abogado con naturalidad—, ¿cuánto sabes sobre el hombre con el que nosotros nos reuniremos hoy?

Antes de que Isabella pudiera responder, el asistente añadió:

—Solo curiosidad. Richard nunca lleva gente nueva a reuniones con inversionistas de esta escala. Sorprendentemente, él te trajo a ti. Bastante generoso de su parte.

La palabra “generoso” se sintió como una bofetada.

Isabella se puso rígida. Ella entendió claramente la implicación: que ella no estaba lo suficientemente calificada, ni lo suficientemente importante, ni lo suficientemente experimentada.

Que ella debía estar allí por alguna razón distinta al mérito profesional.

Ella sonrió cortésmente, empujó su silla hacia atrás y se levantó. —Si me disculpan… —dijo.

Ella no esperó respuesta.

El restaurante zumbaba con música suave mientras ella cruzaba hacia el bar, pidiendo algo suave solo para calmar su mente.

Ella apenas había envuelto sus dedos alrededor del vaso frío cuando un grito agudo rasgó el aire.

Un grito de niño.

La cabeza de Isabella se giró bruscamente hacia el sonido.

El pecho de Isabella siempre se apretaba cuando ella escuchaba a los niños llorar.

Un niño pequeño estaba en el suelo cerca de los asientos del salón, sosteniéndose la cabeza y sollozando con pánico.

El instinto se apoderó de todo. Isabella dejó su bebida y corrió hacia él.

—Está bien, cariño… oye, oye, estás bien —susurró Isabella mientras lo levantaba del suelo.

El niño se aferró a ella desesperadamente, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Isabella como si ella fuera lo último seguro en el mundo.

Medio minuto después, llegó una mujer agitada, sin aliento y disculpándose.

—Lo siento mucho… pequeño maestro, ven aquí… —dijo.

Pero en el momento en que esa mujer intentó sacar al niño del abrazo de Isabella, el niño gritó de nuevo, más fuerte, temblando violentamente.

Isabella lo sostuvo más fuerte al instante. Ella frotó sus manos en círculos calmantes sobre su espalda. El niño presionó su rostro contra el pecho de Isabella con tanta fuerza que ella se tambaleó un poco.

—Está bien —murmuró Isabella, sintiendo cómo él temblaba—. Te tengo. Estás seguro. Eres un niño tan fuerte, ¿verdad?

—No quiero ir con Sheila —sollozó el niño con una vocecita quebrada.

Isabella frunció el ceño suavemente y se volvió hacia la mujer. —¿Dónde está su madre?

—No tiene —respondió la niñera tímidamente—. Tiene un padre, eso sí. Yo solo soy la niñera, por favor, por favor, no moleste a la amable señora, pequeño maestro.

—No, no, no —dijo Isabella rápidamente—. Él no me está molestando en absoluto.

Isabella se levantó, levantando al niño en sus brazos.

Para su sorpresa, él se calmó al instante, como si estar en los brazos de Isabella hubiera activado un interruptor dentro de él.

La niñera se quedó mirando. —Esto es una locura. Lograr que se calme después de lastimarse es… usualmente es una guerra. Creo que le gustas.

—Bueno —Isabella sonrió suavemente, secando las mejillas húmedas del niño con su pulgar—, a mí me gusta él también. ¿Cómo se llama?

—Alessio —respondió Sheila.

Al escuchar su nombre, el niño se alejó lo justo para mirar a Isabella a los ojos. Sus pestañas mojadas parpadearon hacia ella.

El corazón de Isabella se derritió. Ella le dio un suave beso en la mejilla. —Qué nombre tan bonito, Alessio.

—Hueles tan bien —susurró Alessio, haciendo que Isabella soltara una cálida risa.

—Bueno, gracias, guapo. ¿No eres un pequeño caballero? —dijo Isabella.

Él sonrió tímidamente. Al cabo de un segundo, el niño tiró del rostro de Isabella.

—¿Puedo preguntarte algo? —susurró Alessio.

—Sí, Alessio —dijo Isabella, sonriendo.

El niño se inclinó cerca, Alessio colocó sus manos alrededor de la oreja de Isabella como si estuvieran compartiendo el secreto más grande del mundo y preguntó con total sinceridad:

—¿Puedes casarte con mi papá?

📢 ¡Atención, lectores!
La Venganza de Langford se acerca a su gran final.

La historia será completada el 25 de noviembre. 🎉
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