La nueva niñera de Anya

Capítulo 22: Lucas

Capítulo 22

Lucas

Debería estar haciendo un par de cosas importantes; la primera, alejarla. Pero en lugar de ello, estoy observando como un tonto cómo ella cierra los ojos y cierra el espacio restante que separa nuestros labios.

Es una mala idea, verdaderamente mala y esto nos va a terminar explotando en la cara.

Pero ya es demasiado tarde para echar para atrás. Sí que puedo poner mis manos en sus hombros y alejarla y soltarla y dar un paso lejos de ella, pero no quiero y ese es el verdadero problema.

No quiero que ella se aleje, al contrario, la quiero más cerca.

El roce de sus labios es electrificante, tanto como el rayo que surca el cielo en este instante. La corriente me recorre la piel desde donde están sus labios hacia el resto del cuerpo. Sus labios son suaves y regordetes, y la presión va en aumento poco a poco. Sin embargo, hay una pausa y ella empieza a alejarse de mí. Frunzo el ceño sin saber qué pasa y, cuando abro los ojos, descubro en ella una expresión de bochorno.

No le estaba devolviendo el beso porque soy muy lento y un tonto gigantezco.

—Lucas, yo… —No le permito terminar.

Subo mi mano a su nuca y vuelvo a traerla contra mi cuerpo, tomando sus labios en los míos. Esta vez no hay exploración por su parte, solo sorpresa, y yo aprovecho para ponerme al día. Addison suspira y se funde contra mi pecho, dejando ir un sonido satisfecho.

Ese sonido indicativo de que le gusta el beso me sube el ego como nunca nadie lo había hecho. Creo que no había estado tan feliz por un beso, ni siquiera cuando era adolescente y tuve la oportunidad de besar a la chica más linda de la escuela.

Nada se compara, y es algo grande si analizamos el contexto de mi situación en general. Soy un hombre que estuvo casado, ha tenido varias novias y aventuras a lo largo de los años. En términos de experiencia, la tengo, y que ella sea el mejor primer beso con una mujer es importante.

Debería estar aterrado, corriendo por las colinas en medio de la tormenta para alejarme de ella, pero no puedo hacerlo.

No quiero hacerlo.

Muerdo juguetonamente su labio inferior, tomando a Addison por sorpresa. Me valgo de su descuido para deslizar mi lengua en su boca y saborearla. Ella es dulce y un poco picante, ambas cosas a la vez, y tiene todo el sentido del mundo. Sus manos suben por mis brazos hasta mis hombros y más arriba, hasta llegar a mi cabello y darle un ligero tirón, sonriendo contra mis labios. Ella está respondiendo a mi juego, como sabía que haría.

No puedo evitar sonreír de vuelta.

No hay nada de apasionado en el beso, es un conocimiento mutuo en el que ambos exploramos lo que le gusta al otro, y es evidente que a ambos nos gusta lo que el otro ofrece.

No voy a poder olvidarme de este beso nunca, aunque tenga que poner un alto en algún momento y pedir disculpas luego de decirle que no estoy preparado para un compromiso con nadie ahora.

Addison no es del tipo de chica que puedes tomar en juego, ella es del tipo al que sacas a citas, la presentas a tus padres y le pones un anillo en el dedo. No voy a pedirle una relación sórdida sin compromisos.

Para mi decepción, ella ralentiza el beso hasta ponerle un alto total. Echa su cabeza hacia atrás y abre sus ojos, mirándome.

Luce totalmente hermosa, sonrojada y con los labios magullados por mi culpa.

Me gusta justo así.

—Creo que debemos detenernos —susurra y un poco de sentido se cuela entre la neblina de las emociones.

—Sí, creo que es lo mejor.

Como si me doliera, dejo caer mis brazos y ella da un paso atrás, volviendo a poner su atención en la comida que dejamos de lado. Manchas está a sus pies, pidiendo a gritos que abran la lata de atún.

Ni siquiera había escuchado al gato tonto.

—Retiro lo dicho —comenta ella, agachándose para recoger la lata, y me mira sobre su hombro cuando vuelve a levantarse. Está sonriendo, lo que me supone una victoria—, Manchas no es la excepción. De hecho, es peor que Anya.

Suelto una carcajada y me doy media vuelta para regresar a mi sitio en el suelo. Me paso la mano por el pelo, empezando a sentir el miedo que debió atenazarme cuando le estaba comiendo la boca a Addison hace un minuto.

Esto va a estropear la paz que habíamos conseguido, estoy seguro, y quiero patearme por ello.

No debí dejarla acercarse en primer lugar, eso es lo que debí haber hecho; poner una distancia prudencial antes de que las cosas se fueran al caño.

¿Qué voy a hacer ahora?

—La cena está lista —canturrea Addison, poniendo un plato con galletas y atún frente a mí y luego se sienta en el lugar que estaba ocupando hace un momento. Sus ojos se encuentran con los míos y esa felicidad que predomina mayormente en ella se va a pagando—. Ya te estás arrepintiendo.

—Sabes que hemos metido la pata —gruño, las palabras dejando un regusto amargo en mi boca—. No debió pasar.

—Pero pasó —corta ella. Mi expresión se endurece y ella alza la mano antes de que pueda decir nada—. Mira, no voy a pedir disculpas. Quería hacerlo y lo hice. —Baja la vista a su plato y juguetea con el atún—. Sé que no puede volver a pasar, sin embargo. No quiero que nuestra relación profesional y de amistad se vea empañada por un pequeño desliz.




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