Capítulo 2
Ya en la oficina, me dediqué a limpiarle la agenda y a cancelar sus compromisos de la semana. Estuve atendiendo llamadas y respondiendo mensajes. Por suerte, la prensa parece desconocer mi identidad y no me asocian a él ni me persiguen. Eso me representa un gran alivio. No puedo entender la infatuación que tienen con él. Se desviven por seguirle los pasos. Es el socialité del momento, el soltero más codiciado. Sus videos haciendo deportes o simplemente respirando y sonriendo, se vuelven virales. Y eso alimenta aún más su gran ego. Es inconcebible.
Cuando terminé en la oficina me dirigí a su departamento en el mismo centro de la ciudad. En una ocasión Pierre me había provisto las llaves por si algún día fuera necesario que yo tuviera que ir sin él estar presente y ese día era hoy. No era la primera vez iba. En una ocasión me hizo llevarle unos documentos importantes que no podían esperar y le era imposible llegar a la oficina. Fue un momento muy embarazoso. Cuando toqué el timbre me atendió apurado en la puerta. Tenía el torso al descubierto y se cubría la parte inferior del cuerpo con una sábana blanca que igual lo marcaba. En el fondo pude divisar la figura semidesnuda de una rubia. ¡Eso era lo que le hacía imposible ir a buscar los documentos a la oficina! ¡El colmo del descaro! Otra vez, recordé el buen salario que recibo y me reservé mi opinión.
Recogí la afeitadora y la ropa que me pidió. Escogí unos jeans, un suéter de manga larga, y una chaqueta liviana. Sentí algo de vergüenza tener que escoger entre su ropa interior porque me vi obligada en rebuscar entre ella y encontré algunas piezas verdaderamente insólitas como un calzoncillo con trompa de elefante. ¡Las cosas que tengo que ver!
De regreso al hospital, estaba el mismo guapo doctor de facciones asiáticas firmándole el alta y dándole las últimas indicaciones. Volví a apreciar lo atractivo que era, parecía una estrella del K-pop. Pierre notó mi entusiasmo y seguro no le gustó pues está acostumbrado a ser el centro de atención y no soporta saberse en segundo plano.
— ¿Son ustedes pareja? —nos preguntó el médico mientras me entregaba un papel con las instrucciones del alta.
— ¡No! —respondimos ambos a la vez.
Creo que a todos nos tomó por sorpresa la respuesta al unísono. El médico y yo nos reímos pero Pierre mantuvo el rostro austero y carraspeó como indicando incomodidad.
—Ahora necesita descanso. El reposo será vital para su total recuperación. Nada de desarreglos —dijo con firmeza a Pierre quien apenas farfulló un agradecimiento. Luego se dirigió a mí.
—En cuanto a usted, señorita, asegúrese que el caballero descanse. No permita que se reintegre a sus labores al menos por una semana. Si siguen mis instrucciones, estará todo bien.
Le expresé mi agradecimiento y se marchó antes dedicándome una amplia sonrisa.
—Vaya, ¿Con que esas tenemos? Coqueteando con el doctor…—espetó Pierre en cuanto nos quedamos a solas.
—No inventes lo que no es…el doctor solo ha sido amable.
Pierre lanzó un bufido de incredulidad pero no me iba a poner a discutir por aquello.
—Aquí tienes tu afeitadora y la ropa. Estaré afuera esperando, avísame cuando termines —indiqué dirigiéndome hacia la puerta.
—Espera… ¿no me vas a ayudar a vestir? Estoy muy débil…—dijo no sé con qué intención.
Lo ignoré. No iba a prestarme para sus juegos y manipulaciones.
—Estaré afuera esperando.
Cuando hubo terminado me llamó y tuvimos que salir por una puerta trasera para que la prensa no nos viera. La seguridad del hospital nos hizo la escolta hasta mi auto y de allí salimos logrando burlar a los periodistas y paparazis.
— ¿Nos vamos en este auto? —inquirió Pierre quien acostumbrado a los autos de lujo, mi pequeño automóvil debió haberle parecido poca cosa.
— ¿Vas a quejarte por el auto? Me hubieras dicho que querías que te recogiera en tu Lamborghini y lo hubiera hecho…deja de quejarte y mejor piensa. En este auto no llamamos la atención, pasamos desapercibidos —le hice notar porque a veces puede ser tan cabeza dura que no analiza nada.
Pierre hizo un sonido que tomé como desaprobación pero no me importó. Hay ocasiones, en que me impongo para evitar que cometa cualquier insensatez.
—Estuviste muy coqueta con el doctor. Me pareció un comportamiento poco profesional de tu parte —añadió dando un giro inesperado a la conversación.
— ¿Tú me estás hablando de lo incorrecto de ligar? ¿Hablas en serio? El doctor es guapo, es comprensible que lo admire… ¿no crees? —riposté sin pensarlo mucho.
Pierre quedó atónito. Estoy segura que no era la respuesta que esperaba. Nuevamente se quedó mirándome de perfil, sentí como que otra vez observaba las pecas sobre mi nariz y trataba de descifrar el color ambarino de mis ojos. Luego aparta la mirada de mí y la dirige la mirada hacia el camino.
—Espera un momento… ¿hacia dónde vamos? —preguntó.
—Tengo una pequeña casa en el campo. Vas a quedarte a descansar ahí una semana entera. Ya liberé tu agenda y me encargaré de todo lo que haga falta.
—Pero… ¿Cómo es que me traes bajo engaño a una casa en el campo? ¡Llévame a mi departamento! ¡Te lo exijo! —casi gritó exasperado.
—Es que no te has detenido a pensar que hasta allá te seguirá la prensa. No solo tendrás a los periodistas acosándote sino que también habrá que lidiar con la cola de mujeres dispuestas a cuidarte. Todos conocen donde vives y no podrás descansar. Sin embargo, en mi casa del campo nadie te buscará, jamás relacionaran ese lugar contigo y tendrás un verdadero descanso.
— ¿Dónde está mi auto? —preguntó.
—En el taller de reparaciones.
— ¿Y mi teléfono?
—No aparece. Intenté llamar pero suena como que agotó la batería. ¿No le tenías un rastreador? Recuerdo que compramos uno… ¿No llegaste a ponérselo?