Capítulo 3
El resto del camino manejé en silencio acompañada únicamente de su respiración. Estoy acostumbrada a compartir con él todos los días, incluso hemos hecho viajes juntos. Sin embargo, todo lo anterior había sido estrictamente relacionado al trabajo. Esta era la primera vez que estábamos en estas circunstancias. No podía dejar de pensar en lo exquisitamente atractivo que se veía allí durmiendo en la intimidad de mi pequeño coche. Trataba de concentrarme en el camino pero era difícil apartar la vista de él. Sacudí la cabeza intentando sacudir también los pensamientos.
Nos conocíamos desde la escuela a la que asistimos juntos desde párvulos. La diferencia era notable entre nosotros. Mientras Pierre siempre fue una estrella que destacaba en deportes y era el chico más popular, yo era una sencilla jovencita que intentaba siempre esconder mi origen humilde y el abandono de mi padre. A pesar de eso, siempre lo idolatré a la distancia, con una admiración callada y lejana. Pierre era el chico inalcanzable que tenía dotes de carisma y simpatía. Siempre me sonreía al encontrarme por los pasillos, hecho que me hacía ruborizar. Contrario a otros chicos populares, Pierre mostraba simpatía con todos y eso lograba que lo idolatraran aún más. Su único defecto era su debilidad por las chicas hermosas. Podía hablar con todas, pero solo mostraba genuino interés por las más bellas, preferiblemente rubias. Por eso siempre supe que yo no tenía ninguna oportunidad y me resigné a mi destino. Lo contemplaba admirada desde la distancia. Con el tiempo, llegamos a ser buenos amigos. Me bastaba. Era feliz con eso.
Luego de salir de la escuela, creció la distancia porque cada cual siguió su vida y ya casi no coincidíamos en ningún lugar. Cuando me gradué de la universidad, fue difícil conseguir un buen empleo pero un día, me tropecé con Pierre y me ofreció el puesto de asistente personal. Un excelente salario por soportarlo, fue lo que me dijo. Me reí con la expresión y acepté.
Lo que fui descubriendo después, fue que, en efecto, había que soportarlo. Ya no era el chico simpático y amable que saludaba a todos. Se había envuelto en una vida de tal éxito que parecía que no lograba poner los pies en la tierra. Era exitoso en todos sus negocios lo cual le había creado una gran fortuna, asediado por las mujeres noche y día, y dueño de varios autos deportivos de costos astronómicos. Por supuesto, también era un rey en las redes sociales. Ser la asistente de uno de los solteros más codiciados, era a lo que se refería cuando me dijo que había que soportarlo. ¡Totalmente cierto!
Yo sabía que lo hombres como Pierre representaban un problema para las mujeres por el poder que ejercían sobre ellas y que no dudaban de usar a su favor. Ya había visto a muchas que se enamoraban y quedaban luego descartadas cuando se cansaba de ellas. Por mi propio bien, me mantengo alejada y no me permito fantasear con algo que a la larga me haría daño. Por eso soy tan dura con él en ocasiones, por eso no permito que la pasión tome el mando. Enamorarse de un seductor es un seguro sufrimiento, es encadenarse a un martirio. No iba a caer nunca en sus garras.
Cuando llegamos a mi adorada casita, la encontré más hermosa que nunca porque los días de marzo le dan una atmósfera mucho más encantadora. Los pájaros parecen cantar más alegres y el sol es un gigante de oro que todo lo ilumina.
Pierre no se despertó cuando el auto se detuvo y me salí para abrirle la puerta y avisarle que habíamos llegado. El dormía plácidamente, parecía un ángel con sus facciones relajadas, algo muy contradictorio para ser un hombre que nunca paraba. Me daba pena despertarlo pero debía hacerlo. Despertó aturdido y le costó unos segundos darse cuenta de donde estaba.
—Ya llegamos, bienvenido a mi casa.
El musitó algo ininteligible con cara de desaprobación. La casa le pareció pequeñísima y así me lo hizo saber.
— ¿Pero, quien puede vivir aquí? ¿Es una casa para enanos o qué? —comentó porque lo único que se le ocurrió fue protestar.
—Debes ser el hombre más desagradecido de la tierra. Te he proporcionado alojamiento y refugio por una semana y es lo primero que dices — respondí enfadada y la sangre comenzó a fluirme acalorada por las venas.
Era cierto que la casa era pequeña, pero también era verdad que Pierre era un hombre acostumbrado a mansiones de techos altos. Siempre trato de contenerme y no dar rienda suelta al enojo pero esta vez tenía un poco de razón; Pierre parecía un gigante en mi pequeña salita. Mientras él miraba todo a su alrededor, yo lo miraba a él y por un instante me deje llevar. Había algo distinto en su persona, como si se hubiera transformado una vez cruzó la puerta de mi casa. Ese algo había acelerado los latidos de mi corazón. No obstante, recordaba claramente que debía mantenerme en mi sitio. Yo no era el tipo de mujer que le interesaba ni que considerara atractiva. Lo sabía desde siempre y lo confirmé cuando una vez lo escuché hablar con un amigo. Le decía que lo mejor de tenerme como su asistente era que estaba seguro yo no sería una distracción, que una empleada guapa no le permitiría concentrarse en el trabajo. Pierre nunca supo que lo escuché pero sus palabras quedaron grabadas en mi mente para siempre.
A pesar de todo, me dio la sensación que algo traía en su mente una vez cruzó la puerta. De repente, me miró de una forma diferente. Sacudí el pensamiento y le ofrecí un café.
—Voy a hacer café. Si quieres, puedes sentarte mientras lo preparo —.
—Gracias pero no quiero. Lo que me gustaría es encender la calefacción, está bastante frío este lugar.
—Tú no vas a encender nada, yo lo haré. Se supone que has venido aquí a reposar y yo me encargaré de todo. Vamos, siéntate en el sofá mientras me ocupo de la calefacción y te busco una cobija. Ven…siéntate aquí —le ordené señalándole la butaca reclinable cerca de la chimenea.