La Obsesion Del Jefe

Capítulo 6

Capítulo 6

 

El regreso a la ciudad fue el marcador al trabajo y la oficina.  Otra vez nos arroparon las paredes frías de un piso veintidós.

—A ver… ¿Qué tenemos aquí?...Tiene una llamada pautada para las diez de la mañana con el viceministro de Egipto sobre el tema de la importaciones. A las una de la tarde lo esperan en el Terra Rossa para un almuerzo con el dueño de Harrod’s y a las seis se reúne la junta directiva de Emporium. He movido algunas citas para abrirle el espacio a la entrevista de mañana con la revista GQ-Men. Creo que lo han elegido para la portada, tengo que verificar el dato.

Le recité la agenda del día cuando me pidió que pasara a su despacho. Pierre permaneció escuchando algo inquieto, tal vez le pareció demasiado ajetreo para un primer día de trabajo luego de haberse librado de la muerte. O quizás le fastidiaba que entre tantos compromisos, no había al menos una sórdida cita con alguna rubia despampanante. Fuera lo que fuera que le inquietaba, yo permanecí inmovible en mi rol de asistente.

— ¿Eso es todo? ¡Se me hace tan poco! —soltó con sarcasmo.

—Mañana tiene un cóctel en la embajada de Marruecos. Le recuerdo que el código de vestimenta debe ser oscuro y elegante…

— ¡Por todos los cielos! —dijo alzando la voz con fastidio y aflojándose la corbata.

— ¿Quiere que también le recite la agenda de mañana? Ya la tengo preparada…

— ¡Basta! —casi gritó.

Me sobresalté pero no me detuve.

—Si quiere, puedo devolverle la llamada a la señorita Collins quien no ha parado de llamar preguntando por usted. Fíjese, si se apura en el almuerzo, tiene un buen espacio para verla porque no tendrá otro compromiso sino hasta las siete… ¿Quiere que haga eso?

—Marisse…

—Dígame…

Nunca tuteo a Pierre en la oficina y eso lo sabe muy bien. Pero sé que aquel día le molestaba. Así como parecía irritarle mi eficiencia. No voy a negar que me sintiera secretamente feliz por eso, una alegría un tanto retorcida de mi parte. De todas formas, supe ocultar la satisfacción bajo un velo de serenidad, actuando con llana indiferencia, solo enfocada en el trabajo.

—Nada…puedes retirarte…

—Con su permiso.

Giré sobre mis talones y me marché en el acto. La puerta rebotó con el golpe al cerrar y tuve que intentarlo otra vez. Pierre estaba tenso, yo también lo estaba. Pero también estaba decidida a que no se me notara. Era cierto que el rechazo que recibí de su parte había hecho añicos mi orgullo pero estaba resuelta a conservar lo que fuera que me quedara de orgullo y dignidad. Al regresar al trabajo volví a tratarlo del mismo modo que lo había hecho todos aquellos años. Lo conocía bien y sabía que no le gustaba que una mujer le mostrara indiferencia. Ni siquiera yo. Pero era hora que supiera que yo no era una de esas tantas que corrían detrás de él, llevaba mucho tiempo practicando el arte de aparentar. No iba a flaquear ahora.

Además, lo había visto en acción en el pasado. Yo misma lo había sacado de apuros muchas veces corriendo a última hora a comprar flores o regalos para la chica de turno. Luego veía como en poco tiempo se aburría de su conquista. Perdía totalmente el interés y tenía entonces la tarea de inventar excusas para salvarlo del acoso que seguiría. ¿Qué se puede esperar de un hombre así?

Nada.

Absolutamente nada.

El resto del día casi no lo vi. Se fue a cumplir todos sus compromisos mientras yo me quedé agenciándomelas con todas las llamadas para él. Los medios querían una primicia, lo echaron de menos en las redes sociales siendo que no había subido nuevo contenido en más de una semana, hasta se especulaba de su supuesta muerte. Es increíble la iniciativa de la prensa para inventar cualquier cosa.

Regresó un cuarto para las cinco, casi a mi hora de salida. Había tenido un día intenso y lleno de compromisos que cumplir, sin embargo, se notaba animado. Le ofrecí si deseaba un café, un té o agua pero declinó el ofrecimiento.

—Lo que deseo es otra cosa…

Me asusté al escucharlo ¿Qué se traía entre manos? No respondí y me quedé a la expectativa de lo próximo que fuera a decir. Se sentó en la silla frente a mi escritorio y se acomodó contra el respaldo. Noto como tamborilea con sus dedos sobre su regazo. Es algo que suele hacer antes de proponer cualquier cosa. Me parece que no se percata que lo hace, pero yo le conozco todas sus manías y no lo paso por alto.

— ¿Quieres acompañarme mañana al cóctel del embajador? —pregunta y los ojos le brillan ansiosos.

Mi respuesta no se hizo esperar.

—No, gracias.

Casi se me olvida que Pierre no está acostumbrado a los rechazos y noto sombras en la mirada que antes brillaba. Quiere gritarme y exigirme, pero no lo hace.

— ¿Por qué no? Podría ser muy divertido…

—Ese cóctel será fuera de horas laborables…

—Puedo pagarte el tiempo extra…

—No soy la mejor compañía, no me siento a gusto en ese ambiente político tan estirado…

—Estarás conmigo…no te dejaré sola…

— ¿En todo momento o hasta que se le atraviese una rubia? —.

Se mordió el labio inferior antes de responder.

—En todo momento…

—De todas formas, no puedo. Mañana por la noche tengo la reunión mensual del club de lectura.

Soltó un bufido de malestar semejante al de un toro.

— ¿Qué dices? ¿Qué es un club de lectura? ¿Y cómo se supone que es más interesante que ir al cóctel del embajador?

Aproveché para arengarle un discurso y darle rienda suelta a mi afición por los libros.

—Es un club donde elegimos el libro que leeremos en el mes y luego nos reunimos para discutirlo. Es fascinante, espero ansiosa cada mes para ir.

— ¡Grandiosa manera de perder la noche! —replicó con sarcasmo.

No iba a entrar en debate con mi jefe. Ya eran las cinco de la tarde, hora de salida.




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