La Obsesion Del Jefe

Capítulo 8

Capítulo 8

 

La reunión del club de lectura estuvo genial. Es maravilloso cuando se encuentra un grupo de personas que al igual que uno disfrutan sumergirse en una historia de una manera tan real que creemos ser parte de la trama.

Nos sentamos esparcidos por el espacio que nos brinda la casa de Emma, una hermosa morena de pelo largo y rizado quien es la presidenta del club. Es además asidua al vino y las aceitunas, por lo que nunca faltan en nuestras reuniones. El ambiente es de camaradería cuando discutimos lo que nos ha parecido el libro. En ocasiones formamos bandos rivales, un grupo realza sus bondades mientras el otro acribilla la historia y el autor. Debatimos con entusiasmo y al final elegimos cual será la lectura para el próximo mes. Para no batallar eligiendo, optamos por el sorteo. Cada miembro escribe un título en un pedazo de papel, se echan todos en una caja, se revuelven y se saca uno al azar.

¡La Vuelta al Mundo en 80 Días de Julio Verne! Anuncia Emma y mi corazón da un brinco.

No puedo evitar recordar que ese fue el libro que encontré abierto sobre el torso desnudo de Pierre cuando nos quedamos en mi casa de campo. La mente me traiciona envolviéndome en su recuerdo. A esta hora estará divirtiéndose en la fiesta del embajador. Seguro es el alma de la fiesta, seguro todos querían retratarse con él, seguro mañana saldrá en un reel que se ira viral y seguro esta noche se llevará a la cama a la señorita Collins. De golpe se me ha esfumado la alegría y ya deseo irme a casa.

Me pongo de pie para despedirme justo cuando siento el teléfono vibrar dentro de mi bolso.

Pierre…es el nombre que leo en el fugaz pantallazo que distingo desde la oscuridad de mi bolso. Lo dejo vibrar hasta que caiga en el buzón de mensajes. No deseo responder porque éstas no son horas de estar llamándome. Ignoro el aparato pero lo siento insistente una y otra vez.

Me despido de todos pero Emma insiste que me quede un rato más.

Vamos, es viernes…mañana no trabajas…—insiste y no sé cómo escabullirme porque el teléfono vibrando ya ha logrado quitarme la paz y ponerme nerviosa. Creo que Emma puede leer en mi cara que algo ha logrado inquietarme.

¿No me digas que el engreído de Pierre te hace trabajar los fines de semana? —inquiere y me parece que el vino la ha desinhibido porque es la primera vez que lo llama así aunque estoy segura que todos en la reunión piensan que lo es.

Logro al fin escabullirme y me dirijo al auto. El móvil no ha parado de vibrar y comienzo a preocuparme sobre si algo le ha pasado. ¿Para qué me llama? ¿Habrá sido capaz de tener otro accidente? Con Pierre todo es posible.

El móvil se conecta automático a través del bluetooth y no bien me he acomodado tras el volante, el insistente número de Pierre se registra en la pantalla. Quiero oprimir el botón rojo de rechazar llamada pero mi propia mano me traiciona apretando el botón verde.

¡Al fin respondes! —es lo primero que oigo a través de la bocina que esta tan alta en volumen que suena como estruendo. Bajo el volumen e intento hablarle con calma. No quiero exasperarme pero cuento los segundos que le tomara a Pierre sacarme de mis casillas.

—Di lo que tengas que decirme rápido que no tengo tiempo para perder —le respondo áspera e insolente.

Me pide un favor descabellado con la pronunciación tan trabada que estoy segura se ha excedido en copas.

 Desea que llame a la embajada y diga que tengo que hablar urgente con él, que ha surgido una situación imprevista. Todo su propósito se resume en que quiere irse de la fiesta de una manera urgente pero diplomática.

—Todo lo que tienes que hacer es llamar y decir cualquier cosa, acá me encargo yo de hacerlo lucir como una emergencia. No quiero estar aquí. Vamos, Marisse…hazme ese favor.

Entramos en una discusión inútil donde le digo que estoy en mi tiempo libre y él me responde que no perdamos más tiempo. Cuando le pregunto por la señorita Collins responde que está solo y que ella no lo acompaña. Me resulta altamente sospechoso que ella no haya querido acompañarlo pero el intercambio de preguntas y respuestas se ha tornado tan fastidioso que no deseo continuar.

Hice la llamada y resultó más sencillo de lo que esperaba. En cuestión de minutos Pierre vuelve a llamarme para pedirme otro favor ¡Este hombre no se cansa!

— ¿Ahora qué quieres? —inquiero con enfado.

—Escúchame, ya logré salir pero no estoy en condiciones de manejar y no queras que maneje en este estado y tenga otro accidente ¿cierto? —.

— ¡Llama a tu chofer, Pierre! ¿Es que no te funciona la lógica? ¡Es obvio que es a él a quien debes llamar y no a mí!

—No puedo, tiene la noche libre…

Casi no puedo creer lo que escucho.

— ¿Quieres decir que respetas los horarios de tu chofer pero no los míos? —estoy furiosa y lo sabe. No cuido mi tono y de pronto me importa poco si me despide. Se comporta como un niño al que hay que castigar en una esquina. Me exaspera.

Volvemos a caer en otra discusión inútil. Rechaza que envié un taxi a buscarlo aunque admite que llegó en uno. Pone pretextos a toda solución que le ofrezco, tiene todo un repertorio.

Decido que es más fácil ir a buscarlo, llevarlo a su casa y terminar por fin esta absurda situación. Ha bebido de más y temo –muy a mi pesar porque no debería importarme- que no pueda llegar bien a su casa. Al final, como siempre, yo accedo y Pierre gana.

—Sube al auto y no me hables…—le ordeno enfurecida.

Se ajusta el cinturón con torpeza, está más bebido de lo que imaginaba. Echa la cabeza hacia atrás y cierra los ojos. Parece que se ha quedado dormido y no tengo intenciones de despertarlo. Ya me enteraré de lo que ha pasado cuando no esté en estas condiciones.

Lo despierto en cuanto llegamos a su edificio. Le desabrocho el cinturón y le informo que hemos llegado. Se muestra aturdido e incoherente.




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