La Obsesion Del Jefe

Capítulo 10

Capítulo 10

 

Cuando Pierre llegó con su nueva conquista, todavía estaba tratando de asimilar las imágenes que veía en el móvil de la señorita Collins. Estaba tan mortificada por todo lo que acontecía que no tuve tiempo ni de enfadarme con su descaro. Las fotos de la noche del viernes corrían por todos los sensacionalistas medios de comunicación. Esos que se sostienen de crear polémicas chocantes que llamen la atención aunque sean de escasa trascendencia. Lo importante es despertar el interés del público utilizando un clickbait. Aquello fuimos nosotros dos.

Eran las primeras fotos de Pierre luego de su accidente. Los titulares amarillistas y engañosos se leían como: “El triste final de Pierre Lefevre-Bonnet,” “Alejado de las chicas glamorosas al fin”, “El oscuro secreto del magnate”, entre otros con igual tendencia a producir sensación.
Si bien me disgustaba ver las imágenes, más hiriente era leer los comentarios de la gente. Me tildaban con los peores adjetivos, llamándome desde horrenda hasta oportunista. Unas simples fotos les bastaban para juzgarme y acusarme con infamias. Pero, ¿Cómo es que se sienten en libertad de juzgarme por unas fotos a las que ni siquiera consentí? ¿Con que derecho este escarnio? Me llamaban fea, poco agraciada, que no estaba a la altura y que distaba mucho de parecerme a las supermodelos con las que solía acompañarse “The Boss.” Sentía el estómago revuelto.

La señorita Collins me arrebató su móvil de las manos y despotricó furiosa contra Pierre ignorando por completo a la joven que lo acompañaba y que en ningún momento soltó del brazo. Los insultos brotaban de su boca y se escurrían como lava por todos los rincones. Pierre nunca perdió la sonrisa, esa que yo conozco tan bien y que se traduce a que no le importa. Ella le profería toda clase de insultos, la joven rubia observaba incrédula con los ojos muy abiertos mientras yo palidecía por tanto horror a la vez. El espectáculo estaba como para tomar palco.

—Señorita, llame al agente de seguridad, digale que se nos ha colado una loca…—me ordenó Pierre sin inmutarse y con total serenidad ante la situación.

Me dispuse a marcar el número con gusto, yo también deseaba que se fuera.

—No te preocupes en llamar, yo misma me iré sin que tengan que sacarme — arremetió la señorita Collins con la última onza de dignidad que le quedaba. Sentí un gran alivio al verla dirigirse hacia la puerta.

—Pero te juro que volverás a saber de mí, este desplante no te lo voy a perdonar —amenazó antes de irse.

La sonrisa perversa de Pierre jamás se borró de sus labios. Esto lo he visto antes tantas veces que ya lo he memorizado y soy capaz de recitarlo letra por letra. La señorita Collins quizás no lo sabía, pero en ese momento acababa de convertirse en otra que pasaba al olvido. Era simple, llano y elemental. De nada le serviría si regresaba rogando o si tenía planes justicieros, fuera como fuera, su nombre ya era historia.

Cuando se hubo marchado, Pierre se dirigió a mí con la frialdad que suele tener cuando está acompañado de alguien que le interesa mucho. Yo me limito a mi rol de empleada y asistente y me reservo cualquier deseo de increparlo que pueda tener.

—Señorita, cancele cualquier asunto que tenga para hoy. Solo pasé a recoger algunos documentos y me tomaré el resto del día —instruyó mecánicamente, sin ápice del tono de  ruego que me hacía tan solo un par de noches atrás cuando me suplicaba “quédate conmigo.”

—Sí, señor —fue lo único que logré responder.

Si me quedaba una brizna de esperanza en los sentimientos de Pierre, la acababa de perder. Lo que premió mi desconsuelo fue la joven que lo acompañaba. No me sorprendía que fuera bonita y mucho menos rubia. Lo que sí llamaba mi atención era su actitud agradable y podría decir que hasta simpática. Por costumbre, cuando alguna de sus conquistas llegaba hasta la oficina, eran chicas altivas y sin sonrisas o atenciones para nadie que no fuera él.  Esta joven, en cambio, se mostró afable y con los pies en la tierra.

— ¿Eres Marisse? —preguntó.

Asentí desconcertada con un leve movimiento de cabeza.

— ¡Me alegra tanto conocerte! Pierre me ha hablado mucho de ti…—expresó animada y sin perder la sonrisa.

Apenas tuve tiempo de reaccionar cuando Pierre la tomó del brazo y entraron juntos a su despacho. Quedé pensativa… ¿Qué demonios acaba de pasar? ¿Dijo que Pierre le había hablado mucho de mí? ¿Bueno o malo?

Pierre recogió deprisa lo que fuera que vino a buscar y se despidió mascullando unas instrucciones que apenas pude entender. Con pasos apresurados, repitió sus intenciones de tomarse el resto del día libre. La chica se despidió con cortesía y le respondí igual. Se perdieron tras la puerta y pude escuchar sus vivos pasos alejarse. Sus risotadas resonaban por todo el pasillo hasta llegar a mí.

Medité sobre la situación. Me parece un descaro de su parte que me acuse de tener dos personalidades cuando él hace justo lo mismo.  Puede ser tan apasionado y seductor como el que más, luego transformarse en un témpano de hielo. Nunca sé con cuál de los dos me voy a enfrentar y he comenzado a detestarlo. Era cierto. Horrible, pero cierto.

Cuando me quedé sola, volví a mirar las fotos en una búsqueda frenética que no pude controlar. Me daba rabia que pasaran juicio sobre mí pero no podía apartar la vista. Aquella noche no salí con Pierre en el sentido que la nota sugería, no estaba vestida apropiadamente porque salía de una reunión del club de lectura, no una noche de baile. Además, no íbamos abrazados, simplemente él se sostenía de mí para ayudarse a caminar. Me atormentaba verme enredada en aquel vendaval de chismes. Lo peor era que a él no le importara. Estaba con su nueva conquista, la chica de turno, a la que tal vez me mandaría mas adelante a enviarle flores o hacerle una reservación en un restaurant. La que lo acompañaría a la próxima fiesta de Elon Musk o alguna entrega de premios. Yo solo sería la encargada de que todo saliera perfecto y exacto.




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