Por la mañana, incluso antes de ir a trabajar, Lina recibió una llamada de su directora, María, quien le dijo que tenía el día libre. Era obvio que Daniel había hecho algo. Y su madre solo estaba esperando una excusa. La mujer decidió aprovechar la oportunidad y mimarse un poco. Últimamente no había tenido ganas de arreglarse. Y no recordaba la última vez que había ido a una fiesta o un evento.
Bueno... ¿Quizás no era tan mala idea ponerse un vestido, tacones y divertirse? Estaba un poco nerviosa, ya que nunca se había sentido cómoda entre gente desconocida. Y mucho menos entre personas tan influyentes y ricas. Pero al final se atrevió. Decidió que simplemente no prestaría atención a los demás. Aunque... no quería defraudar a Daniel.
Fue al salón de belleza de su amiga Katia. La joven, regordeta y baja mujer recibió a Lina con alegría. Decidieron hacerle la manicura, la pedicura, el maquillaje y el peinado. Empezaron por las uñas. Katia sentó a su querida clienta en un sillón suave, que estaba sobre un pedestal, en un rincón acogedor del salón. Ella misma se puso a embellecerla. Empezaron a hablar:
—Llevas mucho tiempo sin venir por aquí, Lina. ¿Cómo te va?
—Pues, no tenía muchas ganas de arreglarme. Los últimos meses han sido difíciles. Pero poco a poco me estoy recuperando —respondió con sinceridad.
—Lo entiendo... El divorcio casi siempre es una pesadilla, lo mires por donde lo mires —asintió su amiga con conocimiento de causa. Ella también estaba divorciada. Luego se quedó pensativa y añadió:
—Aunque, a veces la vida de casada es igual de mala —suspiró.
—No estás contenta, Katia. ¿Tu guapo está haciendo de las suyas otra vez? —preguntó Lina con compasión. Sabía que a su amiga le gustaba desahogarse de vez en cuando. Y como no había otros clientes ni empleados cerca, podían hablar con sinceridad.
—Ay... Como siempre. Nada cambia, cariño. Al que nace jorobado, el tiempo le endereza, ¿sabes? —hizo una mueca y exhaló. Levantó la vista hacia Lina por un momento, y luego volvió a concentrarse en sus uñas.
—Lo siento mucho, querida —respondió Lina.
Ni siquiera sabía qué más decir. Siempre le sorprendía cómo Katia aguantaba a su gigoló. La había engañado más de una vez, luego le suplicaba perdón, la adulaba, y la mujer volvía a perdonarlo. Quién sabe si era porque tenía miedo de quedarse sola, o simplemente porque lo amaba demasiado. Él, el muy sinvergüenza, no era cualquiera; era muy guapo y casi diez años más joven. Cuando quería, sabía llevar a la mujer "al séptimo cielo". Pero... no por mucho tiempo. Luego tenía que caer de él con mucho dolor.
—Sí, es una pena, ¿qué se le va a hacer? —suspiró—. A veces pienso en ti y me digo que también voy a mandar a mi Apolo a la porra. Que salte sobre quien quiera, estoy harta de él. Pero...
—¿Qué? ¿Por qué lo aguantas, Katia? ¿Por qué lo quieres tanto?
—No lo sé. Él... Ya lo viste, es genial. Joven, fogoso —se rio, avergonzada—, Con él me lo paso de maravilla no solo en la cama. Arsen también cocina muy bien, me mima de muchas maneras. Me da masajes. A veces vuelvo del trabajo tan agotada que apenas puedo moverme. Y en casa huele a comida deliciosa, todo está limpio, y hay flores en el jarrón.
—Y un musculoso seductor con el torso desnudo —no pudo evitar seguir Lina.
Ambas se rieron.
—Sí...
—Lo entiendo, Katia. No quieres estar sola. Yo también dudé mucho. Me daba miedo ponerle fin. Pero... Al final, no lo soporté. Bueno... quizás para mí fue más fácil divorciarme, porque Vadim no me daba masajes ni me preparaba la cena —se rio con tristeza. Su amiga también.
—Ay... No me digas. Tu Vadim, era un inútil. Por cierto, ¿sabes si se casó con esa niñata asquerosa?
Lina asintió con tristeza.
—Sí... Incluso hubo boda. Me enteré por casualidad por unos familiares.
—¡Qué canalla! Bueno, no importa... Esa niñata ya se cansará. Quizás sea lo mejor que te libraras de ese ingrato idiota. Que ahora se fastidie con él. Dudo que cambie de repente y se convierta en un padre de familia encantador.
—No les deseo ningún mal. Pero... Ahora, como se hagan su cama, así dormirán —respondió Lina.
—Sí... —suspiró la amiga.
Unas horas más tarde, Lina estaba como nueva. Maquillaje de noche discreto, manicura, pedicura. El pelo rizado en románticos bucles. Todo de primera clase. Un vestido largo, azul oscuro con los hombros descubiertos, y zapatos de tacón de aguja. Buscó qué joya ponerse para completar el look. De bisutería no tenía mucho.
Cuanto más se acercaba la hora de la llegada de Daniel, más nerviosa se ponía. ¡Qué lío! Hasta las manos le temblaban. ¿Y por qué quería gustarle tanto? Si se había prometido a sí misma no enamorarse. Entonces, ¿qué importaba? Era solo la inauguración de una empresa, solo una noche en un ambiente de fiesta. Pero... No, su corazón latía como antes de un examen. Sentía que esa noche podría no ser tan normal. La última vez que estuvo con Daniel en la clínica, viendo a Yuri, el hombre la miró de una manera... Claramente quería mucho más.
El timbre sonó. Corrió a abrir. Vio a Daniel con un traje elegante y una camisa blanca. Zapatos de charol clásicos. Tan elegante... Casi lo ahoga en cumplidos. Se mordió el labio de la emoción. Se apresuró a decir: