La Oportunidad Inesperada

Capítulo 14

Se sentaron en el asiento trasero del gran y lujoso coche que había enviado la empresa. Empezaron a moverse. Lina no podía calmarse. Probablemente su vida pasada le estaba pasando factura. Con su exmarido, las veladas sociales solían terminar mal. A veces, Vadim se ponía celoso y discutía, y otras veces algo más le molestaba. A veces bebía de más y se comportaba como un idiota. Y la molestaba a ella.

Lo más difícil era salir a tiempo. Vadim a menudo se demoraba, no ayudaba en nada y luego se enfadaba con Lina si llegaban tarde. Y Daniel tenía un día tan importante. Era un invitado de honor, no podían llegar tarde. Por si acaso, volvió a preguntar:

—¿Llegamos a tiempo? ¿A qué hora empieza?

—Llegamos a tiempo —sonrió con picardía—. A decir verdad... te dije que media hora antes. Con margen.

—¿Qué? —soltó una risita de asombro.

—Simplemente no sabía cómo eras con la puntualidad. Lo siento, pero preferí curarme en salud. La próxima vez sabré que no es necesario. Eres una crack, te arreglaste a tiempo.

—Vaya, qué ocurrencia... ¿Es por... por el pasado? ¿Tu ex tenía problemas con eso? —no pudo evitar preguntar.

El hombre asintió.

—Sí... Lina, pero es mejor que no hablemos del pasado ahora. Quiero que hoy sea una noche maravillosa. Quiero que sonrías. Tengo algo para ti —sacó del bolsillo una piedra casi redonda, del tamaño de una mandarina mediana. Oscura y áspera. La mujer se sorprendió.

—¿Qué es esto?

—Ábrela —sonrió misteriosamente.

Ella notó que la piedra constaba de dos partes y que en un lado tenía un poco de metal. Una tira fina. Parecía una bisagra. La abrió y se quedó boquiabierta.

—¡Increíble! —se le cortó la respiración.

No podía creer lo que veían sus ojos. No era una simple piedra, sino una verdadera geoda. Completamente poco atractiva por fuera, pero asombrosa por dentro. Hueca. Como si estuviera recubierta por dentro con un sinfín de cristales brillantes. Los bordes de amatista de diferentes tonos de púrpura y blanco resplandecían y brillaban al sol. Pero esa belleza no era suficiente para el hombre; dentro de la geoda, había puesto una hermosa cadena de oro y un anillo con una piedra.

—Dani, yo... ¡Estoy impresionada! Es muy hermoso. Y caro. No puedo aceptarlo de ti —dijo Lina, emocionada.

—No digas eso, sí puedes. Lina, si te hace sentir mejor, esto es mi premio por ese proyecto. Los dueños de la empresa querían darme algo de su producción y me preguntaron qué prefería. Pensaron que tal vez tenía una mujer y sabía lo que más le gustaría. Así que elegí esto. No te niegues. Te mereces un regalo.

—Oh... yo... No lo sé. Dani, ¿por qué haces esto? ¿Quieres que me vea bien en la fiesta?

—También. Pero... Lina, quiero hacer cosas agradables para ti. ¿Por qué no? Me gustas mucho. Muchísimo —sacó el anillo de la caja de piedra y se lo puso en el dedo de la mujer. Acertó con el tamaño. O quizás mamá le había dado una pista. El anillo brilló maravillosamente en su mano cuidada. Luego tomó la cadena.

—¿Me permites? —hizo un gesto para que Lina se diera la vuelta para que él pudiera abrocharle la joya en el cuello.

Ella obedeció. Se puso de espaldas a él. Se bajó un poco el abrigo de los hombros y se apartó el pelo. El hombre le puso delicadamente la pieza sobre el pecho, la abrochó. Y con ternura, casi sin peso, le rozó los labios donde el cuello se une con el hombro. A Lina le pareció que no era un beso, sino gotas de agua caliente que caían sobre su cuerpo. Le provocaron escalofríos y un temblor hasta las puntas de los dedos. Tan agradable... No pudo contener un suave suspiro.

—Dani... ¿Quieres que pierda la cabeza por completo? —preguntó, avergonzada, volviéndose a poner el abrigo.

Miró al hombre. Él sonreía felizmente. Luego dijo:

—Hoy quiero presentarte como mi novia.

—¿Qué? —levantó las cejas, sorprendida.




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