Mientras se preparaba para ser la mamá de Yurchyk, Lina se esforzaba mucho por aprender, al menos un poco, a cuidar a un bebé y a entender su desarrollo. Aunque tenía algo de experiencia con su sobrina, habían pasado varios años desde que Yulia fue un bebé, y había olvidado muchas cosas. Por eso, pasaba horas leyendo libros y buscando consejos de expertos en internet.
Cuanto más se acercaba el día de la decisión judicial sobre la custodia, más nerviosa se ponía. No podía quedarse quieta. Y Daniel tampoco. Les daba mucho miedo que les dijeran que no, pero también que les dijeran que sí. ¿Serían capaces de afrontar una tarea tan responsable? ¿Y si algo salía mal?
—Tranquila, sol. Todo va a estar bien. No te preocupes tanto —intentó calmar a su esposa Daniel, mientras se preparaban para ir a la casa de niños donde estaba Yura. Él también temblaba, pero se esforzaba por no demostrarlo. La abrazó por la cintura. La atrajo hacia sí.
—Vamos, mi amor. Hoy nuestros sueños se harán realidad. Ya lo verás —dijo con alegría.
—¿De dónde sacas tanta seguridad, Dani? —se rio Lina, admirando las chispas en los ojos de su marido. Todo su cuerpo sentía una loca mezcla de emociones. Miedo, alegría, la anticipación de grandes cambios en la vida. Uf... El corazón le latía con una fuerza desmedida.
—Simplemente lo sé. A una belleza tan dulce como tú, ¿quién podría negarse? ¿Quién más es más apta para el papel de mamá que tú? —dijo Daniel con un tono alegre.
—Gracias. Y tú también. Para el papel de papá —le sonrió, conmovida. Acarició las mejillas bien afeitadas de su marido. Le colocó su largo cabello detrás de las orejas. Él sonrió satisfecho.
—Gracias, mi sol —la besó brevemente en los labios. —Adelante —la tomó de la mano y la guio hacia el coche.
—Bueno, lo que tengo que decirles —comenzó la directora de la casa de niños, una señora mayor, con un tono oficial y reservado—. Felicidades, el tribunal ha fallado a su favor. El niño Yura, al que encontraron, ahora puede convertirse oficialmente en su hijo.
—¡Hurra! ¡Dios mío, gracias! ¡Qué felicidad! —exclamó Lina, saltando de la silla. Miró a Daniel, quien también irradiaba felicidad. Se levantó, abrazó a su esposa y la besó en la mejilla.
—¿Lo ves? Te lo dije. Los sueños se hacen realidad —dijo alegremente.
Ambos estaban infinitamente felices. Durante varios minutos, la pareja se alegró tanto que la directora no pudo decir ni una palabra más. Finalmente, se calmaron y se sentaron con seriedad. Daniel le preguntó a la trabajadora:
—Entonces, ¿cuándo podemos llevarnos a Yura?
La respuesta de la directora hizo que Lina se emocionara aún más. Simplemente no podía contener su entusiasmo.
—Hoy. Ahora firmaremos los documentos y... listo. Pueden llevárselo —respondió la mujer con un tono reservado y nada solemne. Como si no fuera nada especial, solo un trámite más. No prestaba atención a que la pareja estaba a punto de estallar de emoción. Para ellos, era algo fantástico.
—¡¡¡Genial!!! —exclamó Lina, sin importarle el tono comedido de la trabajadora. Estaba sin aliento por la euforia. Abrazó a su marido, rebosante de alegría. Daniel también estaba extraordinariamente feliz.
—A decir verdad, me sorprende mucho la decisión del tribunal. Había otros solicitantes que llevan mucho más tiempo esperando en la fila, pero... qué se le va a hacer, tuvieron suerte —dijo ella, sin sonar demasiado contenta.
—Bueno, entonces tuvimos suerte. Algún día tenía que ser festivo también en nuestra calle, ¿no? —respondió Daniel.
Miró a Lina de forma significativa. Ella asintió, comprendiendo. Ambos recordaron cuántas cosas habían tenido que superar, cuántas decepciones. Solo Dios sabía el mar de lágrimas que habían derramado. Pero, al parecer, a la trabajadora de la casa de niños no le interesaba mucho. Apenas sonrió y continuó en un tono oficial:
—Revisen que todo esté correcto en los documentos —colocó una carpeta llena de papeles frente a la pareja—, porque si hay algún error, es imprescindible corregirlo lo antes posible. Miren —señaló con el dedo—, aquí están el nombre, el apellido, el patronímico, el lugar y la fecha de nacimiento cambiados. Todo como querían. Verifíquenlo —les acercó los documentos.
Lina y Daniel tomaron cada uno varias hojas y comenzaron a leerlas rápidamente. Fue muy agradable ver que el niño ahora tenía todos los datos como si realmente fuera su hijo biológico. Deliberadamente, cambiaron todo lo que pudieron, al máximo. Ahora el niño se llamaba Román Daniel Vassenko. También cambiaron la fecha y el lugar de nacimiento, con la esperanza de que eso ayudara a protegerlo de los familiares del pequeño, en caso de que se enteraran de alguna manera de él y lo buscaran.
Cuando terminaron con las formalidades y firmaron todos los papeles con manos temblorosas, la directora finalmente pronunció las palabras que tanto habían esperado:
—Felicidades. Ahora, Román es su hijo. Conocen todas las reglas y obligaciones. Les recuerdo una vez más que los trabajadores sociales los visitarán una vez al año para verificar cómo está el niño. Esto es durante los primeros tres años. Luego, una vez cada tres años hasta que el chico cumpla la mayoría de edad. Pero, si surgen problemas o preguntas, pueden contactarnos sin dudarlo. Aquí tienen una hoja con los teléfonos de diferentes especialistas y servicios que pueden ayudarles o darles asesoramiento en caso de necesidad —le dio otro papel a Lina—. Con estos documentos del niño, pueden dirigirse al departamento de servicios sociales para solicitar las prestaciones estatales. Eso es todo. Podemos ir a buscar a Román. ¿Están listos?