La Oportunidad Inesperada

Capítulo 52

El detective le contó a Daniel que la secuestradora, bajo presión, había revelado más detalles sobre los planes de Karpovsky. Quería a toda costa que le redujeran la pena y se arrepentía con lágrimas en los ojos. Resultó que era su compañero quien debía deshacerse del niño. Llevárselo a un bosque lejano y dejarlo allí en la espesura.

La policía lo revisó todo y descubrió que, lo más probable, era cierto. Aunque el hombre no lo confesó. No se encontró a nadie más implicado en el complot. Tampoco se pudo confirmar de alguna manera si la madre de Karpovsky sabía del niño y si apoyaba las oscuras intenciones de su hijo. Ambos lo negaron todo. Pero, a pesar de ello, la culpabilidad del chico quedó demostrada y su querida madre se apresuró a buscarle un abogado. Sin embargo, encontrar a alguien dispuesto a defender a un chico rico acusado de una serie de crímenes resultó ser difícil. Y fue aquí, por primera vez en su vida, donde el chico tuvo que enfrentarse al hecho de que el dinero no podía resolver todos sus problemas al instante.

Los policías les contaron a la madre biológica de Romchik y a su ayudante todo lo que había sucedido. La chica se negaba a creerlo. Entonces el detective le dejó escuchar la grabación de la conversación de Karpovsky con sus cómplices, la misma que los Daniel y Lina habían oído antes. La pobre chica casi se desmaya a los pocos minutos. No podía asimilar semejante golpe. Finalmente, la chica testificó contra su "amado". Contó tantas cosas que la posible pena de prisión del chico rico se multiplicó.

Luego, llamó a Lina y le rogó perdón por todo lo que había hecho. Acordaron que Daniel y Lina la ayudarían a encontrar y a instalarse en un centro especializado que ayuda a personas con problemas como el de ella. A cambio, la chica prometió no volver a intentar interferir en la vida de su familia. Daniel y Lina decidieron que algún día le dirían a su hijo la verdad de que lo habían adoptado. Cuando creciera. Pero era importante que nadie más volviera a arruinarles la vida.

Los siguientes meses pasaron volando, ocupados con los cuidados de Romchik y el trabajo. El pequeño, como si entendiera a nivel subconsciente lo afortunado que era, les regalaba a sus nuevos padres un mar de sonrisas sin dientes, pero tan encantadoras, y mucha alegría. Lloraba menos y dormía mejor por las noches. Lina continuó dándole el pecho y lo disfrutaba inmensamente. Especialmente cuando el sueño del pequeño se reguló, la pareja se sentía cada día más satisfecha con el privilegio de la paternidad. A menudo salían a pasear juntos con el cochecito por el parque.

Cuando el juicio contra los secuestradores terminó y los tres recibieron duras sentencias, toda la familia de Daniel sintió un inmenso alivio. Especialmente el cadena perpetua de Karpovsky.

Daniel continuó con su amado trabajo de diseño. Iván, viendo el ejemplo de su hermano mayor y escuchando a su madre, también empezó a reflexionar sobre su vida. Poco a poco se fue volviendo más serio. Cada vez le interesaban menos las fiestas nocturnas y la vida sexual desordenada. Empezó a centrarse más en el trabajo. Y también empezó a ayudar a Daniel en la construcción de esa casa en Holanda.

Valentina Pavlovna no cambió significativamente su actitud hacia su hija y su nueva familia. Aunque a veces se comunicaban, era más por un sentido del deber. La mujer seguía esperando el momento en que escuchara que el arquitecto había dejado a Lina o que tenía una amante.

Con la madre de Daniel, la relación iba mucho mejor. La pareja le pedía de vez en cuando a Mariya Stepanovna que se quedara con Romchik para que ellos pudieran salir. La mujer se alegraba inmensamente de esto, ya que llevaba mucho tiempo soñando con tener nietos. Además, tenía bastante tiempo libre por las tardes y los fines de semana. De hecho, se convirtió en la madre que Lina necesitaba. No solo con el niño, sino que la ayudaba de diferentes maneras. A veces le daba consejos para que la joven esposa entendiera mejor a su talentoso marido.

Una noche de sábado, la pareja fue a una fiesta. Un amigo de Daniel celebraba un aniversario en un restaurante. Lina se puso un hermoso vestido elástico que se ajustaba seductoramente a sus curvas. Un peinado bonito, tacones altos. Daniel miraba a su esposa y sentía envidia de sí mismo. Y cuando veía a otros hombres mirando a su Lina, estaba dispuesto a no soltarla de sus brazos en toda la noche. Casi no le permitía bailar con otros, solo con él. Hizo una excepción solo para unos pocos amigos que conocía mejor.

Al final, Daniel bebió un poco más. Ya no le apetecía bailar. Es decir... Le apetecía mucho, pero no en público. Sentía que ya no podía controlarse. Sus manos querían recorrer el cuerpo de su amada, su mente estaba nublada. Lina le susurró al oído:

—Daniel, todo el mundo nos está mirando. Deja de tocarme el trasero —dijo con una risa, apartando su mano caliente de sus glúteos.

El hombre se rió. Le respondió:

—No puedo parar. Eres demasiado seductora. Lina, vámonos de aquí antes de que haga algo estúpido.

La mujer se rió, sonrojándose. Entendió a qué se refería. Se fueron. Daniel llevó a su esposa de la mano al coche, que estaba en el aparcamiento subterráneo. De camino, llamó al conductor que a veces contrataba en estas situaciones y le pidió que viniera en una hora. Lina escuchó la conversación. Sorprendida, preguntó mientras se sentaban en el asiento trasero del coche:

—¿En una hora? ¿Y qué vamos a hacer aquí todo ese tiempo? ¿No vamos a casa?




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