La perdición de Aiton

Capítulo 2

Aiton

En cuanto llegamos al hospital, dos enfermeras nos reciben, colocan a London en una silla de ruedas y la llevan a alguna parte. Los sigo porque ella tiene mi mano fuertemente apretada con la de ella.

—Duele mucho. Necesito que me droguen ahora. —pide a la enfermera que la asiste.

Yo también necesito que me droguen, pienso.

—Tranquila, ahora la verá el doctor.

En la recepción me piden que llene un formulario con los datos de London. No tengo idea que poner, solo sé su nombre y no estoy seguro que ser stripper sea una profesión que colocar en el espacio donde dice: ocupación.

Le pregunto a London su apellido, pero ella me ignora y grita ante una nueva contracción, así que decido que no es buena idea hacerle preguntas.

Le digo a la recepcionista que lo llenaré mientras espero y el grito de London hace que la recepcionista acepte.

Luego de eso todo pasa rápido. Pasan a London a una habitación, yo no tengo idea porque estoy con ella, pero acá sigo cuando entra el médico a revisarla.

—Doctor, aún faltan dos semanas para que nazca.

—Tranquila. Es normal que se adelante en las madres primerizas.

—Seguí todas las indicaciones médicas que me dieron. Me cuidé mucho por el bebé. Yo quiero que mi hija esté bien. —unas lágrimas caen por sus mejillas.

—Lo sé, tranquila. Tu obstetra no se encuentra en este momento, está de camino, pero hasta que llegue estarás en buenas manos. Te llevaremos a la sala de partos y te pondremos una epidural.

—Por favor.

Yo asiento. Estoy muy seguro que perdí el color de la cara y la movilidad de las piernas.

—Yo debería irme… —musito.

—¿No es el esposo?

—No, yo…

—No te vayas, por favor, no me dejes—agarra mi mano—. Tengo miedo… Auhh, ese fue fuerte.

—Si quieres puedo llamar a alguien.

—No tengo a nadie… Doctor.

Antes de poder seguir hablando, la llevan a la sala de partos, yo me veo arrastrado en el camino porque ella no quiere soltar mi mano y me sentiría mal yéndome y dejándola sola.

Nunca estuve embarazado, eso es obvio, y tampoco presencié un parto, pero se ve como algo doloroso.

London tiene el miedo impreso en su mirada y no deja de quejarse del dolor hasta que le ponen la epidural y el catre. Dice sentir dolor, pero en menor potencia.

Otro doctor llega y todos comienzan a moverse de un lado al otro preparándola para el parto. Me pasan una bata y un barbijo, me la coloco sin saber que más hacer. London busca mi mano mientras el recién llegado se coloca entre sus piernas y le mete mano mientras yo me quedo aquí buscando por donde huir.

Algunos dicen que los ginecólogos y obstetras la pasan bien viendo mujeres desnudas. No creo que sea algo digno de ver.

—Es hora de pujar.

—¿Pujar qué? —pregunto. El doctor me echa una mirada extraña—. Oh, se refiere a ella. Tal vez yo debería…

London grita, aprieta con fuerza mi mano y hace respiraciones siguiendo las indicaciones del doctor.

No sé cuanto tiempo pasa, London sigue haciendo fuerza y yo termino respirando al mismo ritmo de ella como si yo estuviera pariendo.

Cuando creo que las náuseas van a dominarme y London caerá rendida por el cansancio de pujar, el llanto del bebé inunda la habitación y con ello viene la calma. London suelta mi mano pidiendo ver a su bebé.  

—¿Quieres cortar el cordón? —pregunta en mi dirección el doctor.

Niego con la cabeza sin poder emitir palabra. Una cosa es acompañarla, otra muy diferente es cortar el cordón. Creo que eso es muy personal.

Una enfermera agarra al bebé diciendo que es una hermosa niña. London llora pidiendo sostenerla y la enfermera la coloca sobre su pecho luego de envolverla en una manta.

—Eres preciosa. Te prometo que seré mejor madre de lo que la mía fue conmigo. Te amo, Oriana. —ella besa la frente de la niña y yo sonrío como idiota presenciando la escena.

Una sensación extraña recorre mi cuerpo al momento que la niña abre los ojos y los fija en mí.

Rayos. Acabo de verla nacer y es la experiencia más estresante, alucinante y compleja de mi vida.

—Es hermosa. —exclamo involuntariamente.

London me mira.

—Gracias por estar aquí.

Trago con fuerza asintiendo. El médico me pide salir para poder terminar con la madre y llevarla a una habitación.

Al parecer London ya no me necesita, su atención está en su hija y así es como debe ser.

Salgo fuera de la sala, el médico se acerca a mí y me estrecha la mano felicitándome.

—No soy el padre. —me adelanto a informar.

El doctor ríe.



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En el texto hay: intriga, comedia romantica, drama

Editado: 27.07.2023

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