―Parece que hoy tienes mucha prisa por marcharte.
Me giro para mirar a Marie, la dueña con una sonrisa forzada. Ella levanta sus cejas con curiosidad porque me ha visto ir y venir como una veleta dando vueltas apresurada por el viento. Voy hasta ella luego de dejar la carga de platos que he traído de las mesas que han sido desocupadas.
Es lo último que tengo por hacer. Lo cierto es que sí, hoy tengo prisa por marcharme.
―Tengo algo que hacer en casa ―digo empezando a quitarme el delantal.
―Pensé que te irías de fiesta como todas ―repone divertida, dirigiendo su vista hacia las demás que hablan entre ellas.
Qué más quisiera que sea así y unírmeles para irme de fiesta, pero si algo no tengo en mi vida, es tiempo para divertirme, y menos en las noches.
―Ya debo… irme ―digo acercándome después de prepararme para que me dé la paga de hoy.
Ella aprieta sus labios mirándome con cautela mientras cuenta el dinero. Me lo entrega y luego de recibirlo y juntarlo con mis propinas me marcho rápido. La verdad es que no gano mucho dinero como mesera, pero me ayuda con los gastos. No tengo mucha amistad con las demás compañeras, por lo que no me despido de ninguna.
Me apresuro y al salir a la acera miro mi reloj. Suspiro hondo porque por esta vez voy a tener que gastar dinero en un taxi. Esta noche voy a tocar para una persona muy importante, por eso debo irme aprisa para poder prepararme. Tengo que hacerlo bien porque solo así reuniré el dinero que necesito para entrar al conservatorio.
Es mi sueño luego de que terminé la escuela de música. No ha sido fácil alcanzarlo y por eso debo trabajar duro. En parte se debe a que no puedo abandonar a mi familia, por lo que estoy intentando ganarme una beca.
Detengo un taxi y le pido que me lleve a casa de inmediato luego de darle la dirección. En el trayecto medito en que jamás hubiera empezado a hacer esto por iniciativa propia, y fue gracia a uno de mis antiguos maestros de Chelo que he podido tener estas oportunidades, si bien no es lo que se espera de una concertista de música, de momento es lo mejor que puedo hacer, aparte que gano buen dinero, y el profesor Blaine, siempre consigue que toque en lugares costosos.
Mi teléfono vibra con un mensaje, lo reviso y es del profesor.
No llegues tarde, nos vemos a las siete en la trastienda del Joyeux. Sonrío, luego de leerlo, el lugar que menciona es una tienda de ropa y accesorios. Tiene una conocida allí y por medio de ella consigue los atuendos que uso cuando voy a una presentación, a muy bajo coste. Eso sí, todo es ropa que ha pasado de temporada, pero que es demasiado lujosa para lo que suelo ponerme en mi vida diaria.
Al principio me preocupaba porque pareciese como si tuviera que vender mi apariencia para que me quisieran escuchar tocar, pero cuando consigo impresionar al cliente con mi música, me quedo satisfecha porque es lo que me importa, aunque el profesor afirme que una buena presencia es lo que abre primero la puerta, para mí, prefiero lo contrario. Pero de momento, me conformo.
El taxi se detiene frente a mi casa, le pido que espere que solo iré a buscar mi instrumento y seguiremos con el viaje. Pone mala cara porque seguro cree que no voy a volver, pero no me pongo a convencerlo, así que bajo del taxi y cuando abro la puerta de casa, mamá está junto a la puerta.
―Hola, mamá, solo vengo por mi chelo ―le digo y ella arruga la mirada.
―¿Vas tarde para tus clases? ―pregunta.
Me detengo un momento para mirarla, y la verdad es que ella no sabe que hago ese tipo de trabajo particular donde toco piezas clásicas para personas en privado. Si se lo dijera, lo más seguro es que se hiciera ideas erróneas en la cabeza, por lo que le he dicho que estoy tomando clases nocturnas en una academia de música y así puedo justificar mis salidas en la noche.
―Sí, un poco ―respondo―, ¿y Jake? ―indago por mi hermanito.
―Está arriba ―dice señalando la segunda planta.
―Lo veré antes de irme ―expreso yendo hacia las escaleras.
―Mejor no. ―Me detiene―, después querrá que te quedes y andas apurada ―añade.
―Tienes razón ―emito sonriendo.
Después me apresuro a ir a mi habitación, y al hacerlo paso por la de mi hermanito, que tiene la puerta entreabierta y lo veo sentado en su escritorio. Me sacudo y me apuro, porque el taxista afuera, en serio, va a creer que ya no voy a salir. Entro a mi habitación y voy por mi adorado chelo. El instrumento que ha salvado mi vida y que me ayuda a conseguir poco a poco mi sueño.
Fue un regalo de papá, y lo cierto es que nunca supe lo costoso y valioso que era hasta lo hice examinar cuando tuve que cambiarle una cuerda rota. Lo atesoro con mi vida porque creo que si se dañara o lo perdiera nunca hallaría otro igual. Es una pieza de conservatorio única, me dijo también mi profesor, aunque solo era para animarme a que le sacara provecho.
Y lo he hecho porque puedo afirmar que gano lo suficiente para ayudar a mamá con los costes del tratamiento de Jake en lo que consigo la beca. Ya he hecho la aplicación para el conservatorio filarmónico, y solo debo esperar. Lo agarro junto con mi bolso, y luego de despedirme de mamá que me abre la puerta, me abrigo y bajo con rapidez.