Balthazar
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―El barón Von Fritz tiene razón.
Me vuelvo para encontrarme con la tía Katherine.
―No es la gran cosa ―digo bebiendo un trago del vaso de vodka que me había servido.
Hace poco volvimos del hotel Parissiene, y lo cierto es que no le doy tanta transcendencia a ese hecho, y supongo que lo he hecho movido por la atracción que me produjo ver tocar a esa chica. No es como si tuviera mucha importancia; sin embargo, admito que revivió por un momento esa vena muerta en mí y que me impulsó a acompañarla con el piano.
Una que había fenecido desde que ella se fue… Sacudo mi cabeza y me enfoco en tía. Sé por qué me siguió hasta aquí, y es que tengo que admitir que el interés es mutuo. Sabía que una vez la viera tocar, se decantaría por esa chica. En parte esa no era mi intención, pero las cosas han ido saliendo así y quizás se debe a las renuencias de la señorita Turner, volviendo a impacientarme como hace mucho tiempo solo ella lo lograba.
―No la tendrás ―le digo tajante y ella alza sus cejas.
―Ya te estás imaginando cosas.
―Te conozco, tía.
―Y si lo haces, ¿por qué me tientas? Sabes que me decanto por el buen talento y esa chica lo tiene. ¿De dónde la sacaste? Es una joya.
―No la he descubierto, ya tiene un tutor.
―¿Y quién es? Me gustaría hablar con él.
―Para.
―Oh, vamos, Balthy. No de nuevo. Dices eso, pero algo me dice que quieres apoderarte de ella y sabes que eso nunca termina bien.
―Se llama Alfred Blaine.
Le doy el nombre del profesor antes de que empiece a recordarme mis pecados. Ella parece algo pensativa.
―¿Es algún compositor?
―Un profesor de música de la academia estatal. Allí donde se preparó la señorita Turner.
―¿Si no la llamas por su nombre, es porque te mantiene a distancia?
―Nadie me mantiene a distancia ―repito―. Soy quien la pone ―acoto y ella levanta sus cejas.
Luego lanza un suspiro.
―Bien, al menos dime qué piensas hacer.
―No he pensado nada, solo quería darle una oportunidad de que la vieran.
―Ahora que lo recuerdo ―emite sonriendo―, alguien iba a tocar para tu cumpleaños, pero al final no llegó, ¿de casualidad era ella?
Me recuerda lo de esa noche. Supongo que la juzgué a la ligera, pero alguien supo jugarme una buena broma. Sabía que apenas la viera en semejante facha, no la iba a escuchar, y admito que la tomé por una cualquiera; no obstante, no ordené que rompieran sus pertenencias, pero lejos estaba de imaginar que en serio era una chelista en potencia y su instrumento era tan valioso.
Intenté remediarlo presentándome en esa cafetería donde dijo el Blaine que trabajaba, pero ha sido difícil. La señorita Turner parece tener el orgullo por las nubes. Es por eso por lo que quiero proponerle algo que no va a poder rechazar. En parte porque de alguna manera ha herido mi ego, pero también porque por momentos… me recuerda a ella…
―¿Balthazar? ―tía llama y yo levanto la cabeza―, ¿era ella? ―continúa con la misma interrogante.
―Qué importa quién era, le he dado esta oportunidad porque el profesor Blaine me habló maravillas de su talento. Tenía un apuro con su instrumento y me he comprometido a arreglarlo.
―¿A cambio de que tocara?
―Podría decirse.
―Bien, eso ha sido suficiente, ahora déjala en mis manos. Hablaré con ese profesor y llegaré a un acuerdo con él.
―Ella tiene ambiciones.
―Todas las tenemos ―aduce.
―Tienes razón, pero no te he dicho que puedes hacer planes que la involucren.
―Tú tampoco, Balthy, ¿o quieres que la historia se repita?
―Basta con eso, nunca volveré a interesarme en una mujer como lo hice con…
―Hannah.
Completa por mí, las palabras, y escuchar su nombre, me estruja el pecho y me tortura el alma. Pronto se cumplirán cinco años desde eso...
―No la menciones.
―Pero alguien tiene que hacerlo, así recordarás que no puedes volver a cometer el mismo error y todo por adueñarte de ella y cortarle las alas.
―No exageres.
―Sabes que no miento. Quizás otra situación sería si la hubieses dejado volar como ella quería, pero es casi como una coincidencia.
―¿Qué cosa? ―gruño la pregunta.
Tía Katherine nunca pierde la oportunidad para recordarme los errores del pasado.
―La señorita Turner es un aparente prodigio del chelo y Hannah lo era del violín, ¿no te lo parece?
Ella me hace resoplar con su comparativa.
―No tienen nada que ver, admito que me obsesione con Hannah, pero estoy lejos de hacerlo por la señorita Turner. Lo que he visto en ella quizás es lo mismo que tú y cada uno en ese salón, no obstante, pretendo explotar su talento a mi manera.
―Balthazar, creí que…
―Creíste mal, así que no hagas planes con la señorita Turner ―espeto y ella lanza un bufido.
―¿Otra vez no me vas a hacer caso?
―Bueno, ya no soy un niño. Prometiste a mis padres que me cuidarías hasta que fuera un hombre y ya lo soy.
―¿En serio? Eso quiere decir que estás listo para dejar a Hannah en el pasado y comenzar de nuevo.
―No necesito hacerlo, ella siempre será mi cruz. Tú lo has dicho, su muerte fue mi culpa.
―¡Yo no he dicho eso!
―Da igual, lo es y es por eso, por lo que nadie ocupará su lugar ―declaro y ella frunce el ceño.
―¡De acuerdo! Pero estaré muy cerca vigilando lo que hagas con esa chica.
―Dije que basta con eso.
―Dices que no tienes otra intención, pero nunca se sabe Balthy ―me dice a modo de advertencia y sale de mi despacho.
Me quedo allí, meditando en sí tiene razón, luego sacudo mi cabeza porque no hay ninguna otra para que yo me fije en Shelly Turner, aparte de su talento.
«Pero eso mismo pensaste de Hannah cuando la viste tocar el violín por primera vez», me recuerda una voz insidiosa en mi conciencia.
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