Como olvidarlo, es imposible. No porque haya sido una relación memorable, sino todo lo contrario. El idilio duró tres años, y de no ser por su engaño yo habría seguido creyendo y confiando en sus promesas. Sé lo bueno que es tocando el chelo, pero saber que solo me utilizó para su beneficio, en el fondo me hace pensar que es un fraude, porque muchas de las técnicas que usa en la actualidad las aprendió de mi padre.
Esa es la razón por la que empecé a ignorar cada logro que ha tenido desde que se hiciera famoso, e incluso su primer gran concierto en solitario en el Master Theatre, donde han tocado grandes músicos. Sin embargo, que me revele que fue él quien me recomendó me deja en claro que lo hizo de mala fe, de lo contrario no habría engañado al profesor para que Balthazar no me viera tocar.
No obstante, él no solo me ha escuchado, sino que ha tocado conmigo y ahora dice que quiere ser mi patrocinador.
―¿Cómo sabe que le conozco?
―Es graduado de la misma academia musical que usted.
―Sí, pero, podría haber estado en otra clase.
―Imposible, sé muy bien que allí solo hay una plaza para enseñar a tocar el chelo por su pesada complejidad ―expone.
No lo pongo en duda porque es cierto, inclusive, también hay una única clase para el aprendizaje y ejecución del contrabajo. Es extraño, pero Jonah estaba en esa clase antes de cambiarse a la de violonchelo.
―De acuerdo, sin embargo, no entiendo por qué me recomendaría. Para bien o para mal, él y yo no tenemos ninguna relación.
―Quizás no era su intención, pero logró que al final me interesara.
―Solo porque el profesor se lo explicó, de lo contrario seguiría pensando que fui allí a seducirle, pero no con mi música.
―Está siendo muy objetiva, es bueno que lo admita.
―¡Pero no es lo que iba a hacer! Y si es lo que piensa, tal vez su propuesta es demasiado buena para mí ―manifiesto exaltada.
Me pongo en pie.
―Siéntese ―ordena,
Frunzo la mirada.
―Deje de darme órdenes.
―Entonces vuelva a tomar asiento o no terminaremos esta conversación ―espeta.
―Es usted quien sigue insinuando esas cosas.
Quiero quedarme callada, pero no puedo. Este hombre parece que no solo me atrae las desgracias, sino que me saca de quicio. Me pregunto si es algo que se ha propuesto como pasatiempo. Tomo asiento de nuevo, con un poco de mala gana.
―Como dije, quiero patrocinarla…
―¿Y solo si acepto me devolverá mi chelo?
―Antes debe pagar el arreglo.
―Eso indirectamente es su culpa ―replico.
―No pretenda ser muy lista ―aduce haciéndome bufar.
―Como diga, pero no busco un patrocinador.
―Lo sé, desea entrar al conservatorio filarmónico, sin embargo, para ello necesita algo más que talento.
―Eso no… es cierto…
―Créame, hay mucho diamante en bruto que nadie logra descubrir. Así que, si quiere entrar a formar parte de esa prestigiosa orquesta, necesitará más que el apoyo y la buena voluntad de su profesor.
Suspiro con fuerza porque desearía que no tuviera razón. Pero la tiene.
―Ya veo que el profesor sí le contó todo.
―No debería avergonzarse por ello.
―¡No lo hago! Quiero lograrlo.
―Si es así, debería dejar la testarudez.
―¿Puedo saber por qué de repente quiere verme brillar? ¿Acaso se debe a alguien? ―inquiero.
No quería tocar el tema, pero por qué no hacerlo si está siendo tan franco.
―¿A quién, según usted?
Voy a mencionar el nombre de su esposa desaparecida o muerta, pero su tía regresa y se une a nosotros en la mesa.
―¿Ya llegaron a un acuerdo? ―pregunta tomando asiento a mi lado.
―Casi ―responde él.
Ella me mira.
―Le he dicho a mi sobrino que, si no logra convencerte, puedes acudir a mí, estaré encantada de tomarte como mi pupila ―prosigue.
―Tía, Kathe, por favor ―objeta él y ella le sonríe.
―Aceptaré, si tengo mi instrumento de vuelta.
―Podrás practicar con él las veces que quieras, siempre y cuando acepte mi oferta ―dice y su tía le mira arrugando el ceño.
―No dijiste qué harías algo así.
―Podrías no interferir ―le reprocha y ella calla.
Ahora parece muy decidido.
―Está bien, acepto; pero tenga claro que no es solo por ambición, también tengo necesidades.
―El barón Fritz está dispuesto a pagar diez mil dólares por verla tocar de nuevo en la distinguida gala de té de su esposa, ¿eso cubre su necesidad?
―¿Él le ofreció eso? ―pregunto mirando a la mujer, quien no dice nada al respecto.