A veces no sé qué pensar de este hombre. Es bueno y malo a la vez. Cuando es lo primero, quiero tenerle simpatía; pero la poca que consigo reunir a su favor, se esfuma con sus palabras mordaces. Entiendo el punto, papá, me lo decía y yo le prometí que sería así.
Nunca quieras crecer para ser la imitación de alguien más. Siempre intenta construirte primero a ti misma. Solo así puedes brillar.
Y es lo que hago, porque incluso el profesor me lo recuerda siempre. Por eso está de más que me diga que no alcanzaré el éxito que tuvo su esposa. Aunque me saca un poco de mi elemento con sus palabras, sé cómo mantener mis pies en la tierra a pesar de las adversidades. Si bien tengo sueños, también sé cómo trabajar duro por conseguirlos y no doy todo por sentando como si lo fuese a conseguir fácil.
Su gesto contradictorio con la canasta puso muy felices a mi madre y a mi hermano. Tuve que sumar otra mentira a medias diciéndole que lo había enviado el profesor para que festejáramos que pronto iba a tener un patrocinador, que vendría a ser una especie de padrino millonario que me abrirá muchas puertas para mostrar mi talento con el chelo.
A medias porque no le dije que la había enviado Balthazar; sin embargo, más adelante y si todo marcha bien y se concreta, voy a tener que presentárselo. Uno de los peldaños que debe alcanzar un músico es encontrar un buen patrocinador que lo dé a conocer. El profesor me llamó muy emocionado para avisarme que él nos esperaba en su oficina y que eso era muy bueno para mí, por lo que quedó en recogerme hoy en la mañana.
Termino de comer mi desayuno y empiezo a prepararme para salir cuando veo bajar a mamá preocupada.
―Pensé que ya estabas preparándote para llevar a Jake.
―Sí, pero parece que tiene un poco de fiebre.
―Mamá…
―Apenas está febril, no te alarmes. Quizás nos extralimitamos con la salida de ayer, pero estará bien, no te preocupes.
―Dices eso, pero…
―Jake está bajo control, si le sube un poco más, lo llevaré a urgencias.
―No te olvides avisármelo, vale.
―Sí, sí, ahora vete.
Mamá me apura, y aunque no quiero hacerle caso y quedarme con ellos por si pasa alguna emergencia, tomo aire y me calmo. No será la primera vez que le dé una fiebre. Así que me tranquilizo y me preparo para irme.
El timbre suena y eso me alarma. Me digo, no otra vez, y como mamá ve que no me muevo para abrir la puerta, es ella quien va y recibe esta vez al profesor con mucho entusiasmo.
―Shelly ya me contó un poco, espero que todo salga bien.
―Claro que lo hará, téngalo por seguro ―le dice Blaine con mucha convicción―, sobra decir que he venido por ella.
―Gracias por eso y por el regalo de ayer ―menciona mamá y yo lo miro suplicante.
―F-Fue todo un gusto, espero que lo haya… disfrutado.
―No lo dude, hasta tenemos para comer hoy ―prosigue mamá y yo trago con fuerza mirando al profesor con vergüenza.
Él solo se ríe.
―Es bueno escuchar eso. Nos vamos, Shelly.
―Sí ―digo despidiéndome de mamá y recordándole que me avise si pasa algo.
Al salir de casa, el profesor me mora con curiosidad.
―¿Vas a decirme qué fue lo que hice, que no me entero?
―Lo siento, fue algo que me dio ese señor Blackwell y le dije que había sido usted.
―¿Por qué no le dijiste la verdad?
―Voy a hacerlo, pero no quiero ilusionarla más todavía.
―¿Dudas que este acuerdo se pueda dar? Shelly, has encontrado a tu mejor guardián, te lo aseguro.
―Eso espero ―digo.
Nos subimos a su auto y él pone rumbo a la torre Blackwell. De camino hacia allá mantengo mi teléfono en la mano y sé que el profesor no deja de mirarlo.
―¿Qué le pasó?
―Se me cayó y se rompió la pantalla.
―Se ve terrible, vas a necesitar uno nuevo.
―Lo sé, pero aún no puedo comprarlo. Ese hombre me dijo que me contratarían para tocar en la fiesta de una familia distinguida, y me pagarán bien, lo compraré con eso.
―Creo que me mencionó algo, así que hoy dejaremos claro que obtendrás el setenta por ciento de cada presentación que hagas.
―Eso…
―Es lo justo Shelly, y convengamos que ese no es un hombre que necesite hacerse rico contigo. Digamos que esto forma parte del altruismo filantrópico de un millonario.
―Supongo que sí ―digo y no objeto nada sobre el porcentaje que pedirá para mí.
Además, si firmamos rápido, estaré comprometida con él y ya no podrá negarme que recupere mi chelo. Llegamos al edificio que de día se ve igual de imponente. En la parte alta se puede leer desde todas partes de la ciudad. Blackwell Factory Music.
Entramos y, a diferencia de esa noche, hay mucho movimiento. El profesor hace los protocolos para entrar. Luego de ponernos dos escarapelas de invitados, subimos hasta la oficina del jefe. Hay luz y contrario a su casa, aquí está si se impone a los espacios y se siente que hay un poco más de vida, aunque debe ser porque deambula mucha más gente por sus pasillos.