La primavera llegó

Capítulo 3 “No eras lo que creía”

ÉL

Habían pasado un par de horas, iba de vuelta a nuestro departamento para llevarme mis pertenencias. Ella que se quedara con la deuda de pagarlo mes con mes. De seguro sabría como arreglárselas ya que dinero no le faltaría mientras supiera como pedirlo.

Estaba en la sala del aeropuerto sentado con las piernas abiertas y con los brazos recargándose en ellas. Asimismo, viendo directo al piso cuando de pronto escuché un horrible ruido. Eran sollozos, de una chica según asimilaba.

Me atreví a levantar la cabeza y acerté.

Frente a mí estaba una chica llorando a moco tendido. Todo lo que alguna vez pudo ser un lindo maquillaje era una plasma oscura en su pálido rostro.

Dejé de masticar chicle y la encaré: qué podía ser peor qué haber sido engañado por quien creíste qué era el amor de tu vida. A quién habías protegido, defendido y hecho sacrificios en su nombre.

Ella ni siquiera notó mi existencia, seguía en su mundo en que no dejaban de parar las lágrimas.

Observé cómo iba vestida, con unas plataformas rosa Barbie, un vestido claro y un abrigo de piel, el cual acertadamente había puesto en su regazo.

“¿Papi te canceló la tarjeta de crédito?”

Me incliné en mi lugar con los brazos cruzados volviendo a masticar el chicle. Nunca sabría la razón del llanto de la chica de enfrente.

Estaba buscando la hora en grande más que nada por distracción. Cuando me di cuenta de que nuestras miradas se habían alineado. Pestañeé rápidamente y me acomodé el cabello atrás de la oreja. Lo tenía largo como a Marisol le gustaba. Sería una de las cosas que me libraría en cuanto pudiera.

Por curiosidad, volví a verla. Se estaba sonando los mocos sin pena alguna.

- Disculpa. – dijo al aire. Su voz quedaba con su aspecto de muñeca. Su cabello también era rubio como Barbie.

***

Dentro de poco, fuimos llamados para partir. Yo no traía nada conmigo, ni una mochila. Me paré de inmediato y fue ahí cuando me percaté que la chica de ojos cristalinos tampoco traía equipaje.

Aquella coincidencia me hizo levantar las comisuras de los labios. Cuando volví mi vista en frente ella me miraba fijamente, esta vez con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Yo ya me había levantado, ella solo pasó como si no hubiera más lugar y chocó con mi hombro dejando el rastro de su fragancia la cual resultaba muy familiar.

 

Ya en el avión para tomar asiento, nos encontramos con las personas con más calma del mundo. Subían sus maletas lentamente.

La chica de hacía rato estaba a dos personas en frente de mí justo detrás de la pareja que ni se inmutaba en subir sus maletas. Ella comenzó a sonar sus zapatos. La pareja se había puesto a charlar y ponerse un abrigo en lugar de apurarse para dejarnos pasar.

Para todos, aquello resultó molesto, mas no dijimos nada. Excepto ella.

- Los asientos de primera fila están del otro lado. – dijo con una voz segura.

No escondí mi asombro. No hubiese esperado que quién lucía frágil se atreviera a hablar. Recibió mala cara por parte de la pareja, pero de alguna manera apuraron el paso en subir las ya mencionadas. Batallaban. Y estaba a nada de ayudarles ya que le iba a caer a la chica cuando ella la detuvo y sin titubeos la acomodó arriba.

Mi día no daba para estar sonriendo, pero ella lo consiguió. No encajaba con la imagen que proyectaba.

Ella se había sentado unas filas delante. Desde mi lugar podía obsérvala, lejos de querer ser un acosador. Quería conocer la causa de su llanto que de nuevo surgió. Lo supe por la posición de su cabeza.

¿Quién te hizo tanto mal?” Empezaba a creer que nada tenía que ver con tarjetas ni dinero.

Gracias a ti, ni oportunidad he tenido de pensar en la zorra de Marisol.

Sería un largo viaje de regreso, no sólo para mí sino para los dos.




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