La primavera llegó

Capítulo 5 “Lo que hago por dinero”

ÉL

“Adelante” me había dicho Paulina luego de estar buen rato sentado en la sala de espera. Ella suspiro fuertemente al apreciar mi atuendo, el cual no mostraba el mínimo esfuerzo de conseguir un nuevo empleo.

– Qué voy a hacer contigo, Keith.

– Dímelo tú. – me acomodé en mi asiento.

Ella era la hermana de mi hermano, o mejor dicho mejor amigo, Sam. Y la indicada para conseguir algo qué hacer con mi vida.

– Deja veo qué puedo hacer por ti.

– Eres un encanto, ¿lo sabías?

Ambos sonreímos. No era común que estuviera dando cumplidos a diestra y siniestra.

– Ya casi no hay opciones.

– Tú puedes hacer magia.

– Si, pero no cuando este es tu noveno intento.

– ¿En serio los cuentas?

– ¡Keith! – gritó cansada de mi actitud.

Me hallé con que su escritorio tenía la imagen de su esposo e hija, una niña de cinco años. Toda una familia feliz. Aun cuando nos llevábamos por un año de diferencia, su vida fue por otro rumbo más sensato.

– ¿Cómo aguantas estar aquí casi todo el día? – dije apuntando a los escasos metros que abarcaba su oficina.

–  Deudas, pañales, la renta ¿te suena?

– Por supuesto. Por eso estoy aquí. – le recordé

– Entonces deberías hacer algo respecto a tu actitud.

– ¿Cómo qué?

– Dejar de responder de mala manera a tus superiores.

– ¡Ey! Yo no tengo la culpa que piensen que soy su sirviente.

– También deberías cortarte esas greñas.

– ¿De qué hablas? Si esto es lo más corto que lo he tenido.

Paulina solo se limitó a negar con la cabeza. No mentía, pasé de tener el cabello a que me pasara de los hombros a unos cuantos centímetros de largo.

– Solo porque es lindo.

– ¿Lindo?

Se enfocó en la computadora como si hubiera hallado oro.

– ¿Qué? – pregunté yendo con ella y observar lo mismo que la había dejado lela.

Ella cubrió la información e hizo señar de que volviera a tomar asiento. Le hice caso.

– Bueno esto sería un cambio luego de trabajar en un sushi. ¿Qué tal tus habilidades físicas?

– Paulina, por favor. Me conoces desde siempre.

– Si, pero no me refería a estar golpeando a vagos. Más bien, ¿practicas algún arte marcial?

– Voy al gym cuando puedo.

– Eso no cuenta.

– Ok, puedo aprender alguna técnica oficial. Tú hermano y yo solíamos pelear bastante ¿cómo es posible que lo olvidaras?

Estaba tan enfocada en la información que me resultó interesante, si ella lo creía era señal de ser algo bueno. Tal vez si era una gran oportunidad.

– La paga es buena. – finalmente me miró.

– ¿Cuánto? – me acerqué y fue ahí que ella me dejo mirar a la pantalla.

Mis ojos se abrieron instantáneamente. Era cuatro veces más que cualquier otro trabajo que tuve antes.

– Dime de qué trata.

– Serías chofer, mandadero y de vez en cuando cuidarías a dos mujeres.

– Esa familia debe cagar dinero.

Me pidió que guardara silencio con la mirada.

– Estoy interesado.

– Con eso basta. Ya sabes que yo te ayudaré hasta la última instancia.

– Cosa que te agradezco. -fui a darle un abrazo y un beso en su mejilla regordeta, los cuales ella negó.

– Eso sí, vas a tener que taparte los tatuajes y quitarte tus piercings.

– Pan comido, jefa.

Me sonrió genuinamente. Antes negué demasiados trabajos para poder satisfacer a mi antigua novia. En fin, para que me pagara de la peor manera.

– Empezarías el lunes.

– Estoy listo.

Ella hizo lo que le correspondía y salí de ahí encontrándome con un día ventoso. Perfecto para fumar un cigarrillo, si es que no lo hubiera dejado hacía meses.

Estaba ansioso de una nueva etapa en que por fin se valorara mi trabajo. Claro, con dinero. Lo único que me causaba un poco de preocupación era que fueran unos hijos de perra, como casi todos los ricos que había tratado y que explotará en el momento menos indicado.

 




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