KEITH
Me había puesto el uniforme que me habían enviado. Un traje de vestir con camisa blanca. Había seguido las peticiones de Paulina y escondido todo rastro de tatuajes.
Mis aretes los había guardado. Los podía volver a usar en los días libres, los mismos que regresaría a casa ya que la condición era dormir allá.
Este sería el primer día, más Pau me había advertido que la última palabra la tenía el jefe de la casa.
Me eché un vistazo. Todo parecía en orden. Lucía pulcro, por lo menos.
***
Su casa era grande, más que cualquiera que hubiese pisado. Aparte tenían un portero o cuidador en la entrada.
– ¿A qué vienes?
– Primer día, chofer.
– Un momento.
Confirmó la información y me pidió una identificación. Sin más preámbulos entré a la residencia. Tenía un buen espacio de patio, y un jardinero que se encargaba del aspecto ordenado. Vaya que si estaban cerca de cagar dinero…
Entré por una puerta trasera donde estaba la cocina y me hallé con una mujer de mala cara que ya se estaba encargando del desayuno. Olía apetecible. Saludé con la mano y la mujer mayor ignoró cualquier intento de conversar.
“Qué mal caracter”
Así que me senté sin invitación en la barra y comencé a tararear para matar el tiempo. Esperando a ver si se dignaban a darme indicaciones. Esto sería demasiado fácil, incluso para mí.
No sé cuánto pasó. Sin hacer nada, se me cerraban los ojos.
– ¿Eres el nuevo? – entró azotando la puerta. De la impresión me levanté de una.
Asentí quedándome sin palabras. Era un señor, seguramente el jefe del hogar. Él sin disimulo me observó de la cabeza a los pies ¿por?
– Siéntate…
– Keith, señor. – le ofrecí la mano, la cual negó.
– Mira muchacho. – me miró. Se veían sus intenciones de decir su sentir a toda costa. – Tienes excelentes referencias. – “Gracias Pau”- ¿Cuántos años tienes?
– 25, señor. – “¿a qué viene mi edad al caso?”
– Eso me temía. Pensé que parecerías mucho mayor. Mira, tengo una hija como te informaron. Ella tiene casi tu edad.
– Estoy informado…
– Deja que termine. – “Hago esto por el dinero” – Estarás a prueba. Encárgate de llevarlas a donde te digan y por favor… - se lo pensó por un momento. – Cuídalas.
– Claro, señor. – “La paga es buena, recuérdalo”.
En ese primer día, no conversé con nadie más. La cocinera parecía ser extranjera, el jardinero también, y una de las sirvientas le espantó mi aspecto en cuanto me miró. Solo estuve en la barra esperando ser llamado.
Decidí usar mi celular y ver video pues aquí no había acción. Y poco después llegó la señora de la casa. Misma edad que el señor y mismo carácter que todos por aquí. La saludé y ella únicamente menciono que la llevara para una parte.
Me impresionó su auto, el cual era un Roll Royce. No había visto uno en persona hasta ese momento.
La señora se quedó esperando a que le abriera la puerta. Corrí a hacerlo ante mi falta.
“Estarás a prueba” resonaba en mi cabeza. Necesitaba el dinero.
***
Todo fue tan aburrido. No había conversación, ella ni volteaba a verme. Tendría que acostumbrarme a ser invisible para éstos con dinero.
Su ruta fue así: ir a hacer una cosa llamada pilates, desayuno con sus amigas, ir al centro comercial, visita a la casa de su prima y de vuelta a casa.
Regresamos en la noche. Esta vez no se me olvidó abrir la puerta. Inclusive evité mostrar una expresión desagradable. Cuando noté que ella se me quedaba viendo. Caí en cuenta que tenía que meter las bolsas.
Iba a entrar por la puerta trasera, cuando ella me insistió que la siguiera. Pude ver la casa principal, espaciosa y casi todo de tonalidad clara.
Hasta subí al segundo piso donde se me indicó que dejara las cosas en la estancia. Una vez cumplido, bajé.
– ¿Quién es él? – dijo una voz somnolienta de mujer. No giré para observar de quién se trataba, ya que seguramente era la otra de quien iba a ser su chofer.
Volví al punto de reunión para los empleados. Ahí me hallé con los mismos tipos y una cara nueva.
– El nuevo… - al fin alguien me daba la mano.
– Keith. –
– Bernard. Qué no te intimiden.
– No lo hacen.
– Soy el otro chofer. Me encargo del señor August.
Al fin alguien con quien podía conversar. No pude omitir las ganas de saber del único miembro de la casa que aún no conocía.
– ¿Y qué tal la hija?
– ¿Hablas de Elise? Nunca sale de su habitación al menos que sea para la cena.
– ¿Y eso?
– Ella cambió mucho desde hace un año. No sabemos por qué. Me imagino que ni sus padres tienen idea.
Me pareció extraño, pero lo dejé pasar y después me dio un recorrido por la que seria mi habitación. Era pequeña como alguna vez tuve que rentar departamento, por lo que estaba aceptable.
En un momento en que me dejó para que me acomodara. Una de las sirvientas echó un grito y rápidamente me dirigí a la cocina. Al parecer había agarrado algo caliente. El jardinero y todos nos dimos cuenta de la gravedad.
– No podré servir los platos.
– El nuevo te puede ayudar.
No negué las ganas de mirar a la otra mujer que sería su chófer. Dijo que sería de mi edad.
– Deja informar del cambio. – mencionó la afectada.
Ella regresó y dijo que por hoy estaba bien. Entonces salí con los platillos. Fuimos hasta el comedor. Estaban ambos señores y no había rastro de otro integrante familiar.
– Keith nos harías el favor de ir por Elise.
– Claro.
De vuelta y luego de revelarme su ubicación toqué la puerta. Una vez. No había respuesta. Volví a tocar un poco más fuerte y susurré su nombre “Elise”.