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La televisión estaba encendida a la hora del noticiero nocturno. Daniela, de tan sólo diez años de edad, sentada en el sofá de la sala en la casa de sus padres, miraba en la pantalla, con asombro, la turba enfurecida en las calles de algún lugar desconocido, gritando consignas en algún idioma extraño para ella. La mayoría de los que veía en la pantalla usaban túnicas y turbantes. Tratando de comprender lo que veía, puso atención al conductor del noticiero.
“El pueblo de Karbakistán ha reaccionado al golpe de estado contra la monarquía de ese país con verdadera alegría y han salido a las calles a manifestarse en contra de la familia real. Rumores no confirmados indican que, su majestad, el ahora depuesto rey Ubaid Nolahassan, su esposa, la reina Rawdha y sus dos pequeños hijos, el príncipe heredero Rashid y su hermano menor, el príncipe Zahir, han salido ilesos del atentado y lograron escapar hacia un destino desconocido…”
Daniela suspiró consternada, a su corta edad, no entendía plenamente los entresijos políticos de un país tan lejano y extraño para ella. Lo único que sabía de Karbakistán, era que su reina, una elegante y bellísima mujer llamada Rawdha, salía constantemente en las revistas de moda y belleza que su mamá solía comprar y que ella leía ávidamente. Que los reyes tenían dos hijos varones más o menos de su edad, y que ahora ese país estaba vuelto de cabeza.
Después de mirar un momento más la pantalla, apagó el televisor y se levantó para irse a acostar. Al día siguiente tenía examen de matemáticas en la escuela, se había pasado toda la tarde estudiando y se sentía cansada.
Se dirigió a la cocina donde sus papás conversaban mientras bebían una taza de café.
— Ya es tarde Daniela. —Dijo Estefanía, su mamá. — Deberías estar acostada, mañana tienes escuela.
— Si mami. — Respondió la niña mientras se acercaba a darle un beso. — Ya me iba a acostar, pero estaba viendo el noticiero.
— ¿Alguna noticia importante? — Preguntó Juan Fernando, su papá.
— Derrocaron a la familia real de Karbakistán, hubo una revolución o algo así y ellos escaparon no sé a dónde. — Respondió Daniela encogiéndose de hombros y acercándose a él para besarlo también.
— ¿De dónde salió esta niña tan inteligente? — Preguntó su mamá con una sonrisa llena de orgullo. — No conozco a nadie, de su edad, que muestre tanto interés en los noticieros y en los hechos de actualidad como lo hace nuestra pequeña.
— Me gusta estar informada. — Dijo Daniela devolviéndole la sonrisa. — Me voy a acostar, buenas noches.
Se despidió con un gesto con la mano mientras salía de la cocina.
— Que descanses cariño. — Dijo su papá.
— Buenas noches. — Le respondió su mamá.
— Así que Karbakistán deja de ser una monarquía. — Meditó Juan Fernando antes de dar un trago a su café.
— Esperemos que sea para bien del pueblo, lo siento por la familia real, pero si lograron escapar con vida, ojalá les vaya bien ahora que serán plebeyos. — Respondió Estefanía levantándose a llevar su taza vacía al fregadero. — Deberíamos acostarnos nosotros también, no sé tú, pero yo me siento cansada.
— Sí, yo también. — Juan Fernando se levantó de su silla y se acercó a su esposa, puso su taza en el fregadero y la tomó de los hombros dándole un beso en la frente. — Vamos a dormir cariño.
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Editado: 10.12.2021