La Princesa Oculta

Capítulo 3

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Los tres salieron del agua y se sentaron en una poltrona para seguir conversando. Un rato después, se acercaron a ellos Juan Fernando y Estefanía. 

— Cariño ya es hora de ir a cenar. — Dijo su mamá. 

— ¿Gustan acompañarnos, muchachos? — Preguntó el señor amablemente a los compañeros de su hija. 

— Mi volas iri kun ili. Mi malamas manĝi sola. (Yo sí quiero ir con ellos. Odio comer solo.) — Le susurró Zahir a Rashid. 

— Bone. Ni iros ambaŭ. (Está bien. Iremos los dos). — Le respondió su hermano con seriedad. Luego se dirigió a los señores. — ¿Seguro que no los molestamos?  

— No, para nada. — Exclamó Estefanía con una sonrisa. — Será agradable cenar con dos caballeros tan guapos, además de mi marido. 

El grupo se dirigió al restaurant del hotel y eligieron una mesa para todos. Una vez que se instalaron y pasaron a la barra del bufet a servirse su comida empezaron a conversar. 

— Siempre los vemos solos. ¿Sus papás no bajan a la alberca? — Preguntó la señora con algo de curiosidad. 

— No, sólo lo hacen de noche, muy tarde, no les gusta la luz del sol. — Explicó Rashid. 

— Son vampiros. — Dijo Zahir riéndose. — Si les da la luz explotan. 

— Oh cállate, no bromees con esas cosas. — Lo regañó su hermano con seriedad. — Los señores van a creer que es cierto. 

— No somos tan ingenuos, los vampiros no existen. — Respondió Juan Fernando sonriendo. — De cualquier manera, Daniela por favor cuélgate unos ajos en el cuello, sólo por precaución. 

Todos rieron. 

— ¿Siempre están en el hotel? — Preguntó la señora. — ¿No salen a recorrer la ciudad? 

— No, en realidad no salimos para nada. — Respondió Zahir — Papá piensa que es más seguro así. 

— Ne donu detalojn. (No des detalles). — Lo reprendió su hermano. 

— Saben que tenemos guardaespaldas, no son ciegos. — Dijo el joven encogiéndose de hombros. 

— Honestamente, me intriga el por qué. — Comentó el señor. — No los vamos a cuestionar, no se preocupen, siempre y cuando me garanticen que mi hija estará a salvo con ustedes y que no son una especie de mafiosos o algo por el estilo. 

— Nuestros padres son muy conocidos, por eso la seguridad extra. — Aclaró Rashid. — Disculpe por favor que no le dé más información. Y no se preocupe, su hija está a salvo. Casi nadie sabe que estamos aquí. 

— Sí, es lo que nos aseguró tu hermano ayer. — Asintió el hombre. 

— ¿Cuáles son los planes para mañana? — Preguntó Daniela cambiando de tema. 

— Vamos de excursión en velero, salimos temprano. — Respondió su papá. 

— ¿No van a estar en el hotel? — Preguntó Zahir con algo de decepción. 

— Regresaremos a medio día. — Aclaró Juan Fernando. — ¿Pasa algo? 

— Mañana es el cumpleaños de Zahir. — Explicó la jovencita. 

— ¡Oh! Si les parece bien, podemos reunirnos todos aquí a las tres de la tarde para comer juntos y celebrar tu cumpleaños. — Propuso la mamá de la chica con una gran sonrisa. — Eso, si no tienen planes ya hechos con sus papás. 

— ¡Oh no! ¡Ninguno! — Exclamó Zahir totalmente emocionado. — ¿De verdad comerían con nosotros? ¿No tienen otros compromisos? 

— No, sólo el velero por la mañana, ya está contratado. Pero será sólo medio día. A las tres nos vemos aquí mismo. — Remató el señor con una sonrisa. 

— ¡Gracias! — Exclamó Zahir muy contento. — ¡Muchas gracias! 

Rashid sólo sonrió levemente. 

 

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Al día siguiente. Zahir estaba muy emocionado esperando, en el restaurant de hotel, junto con su hermano. 

— Se están retrasando mucho. — Dijo mirando por enésima vez su reloj y luego hacia la puerta. 

— Sólo se han tardado un par de minutos, no seas impaciente. — Trató de calmarlo Rashid. 

— ¡Ahí vienen! — Exclamó el joven poniéndose de pie con una gran sonrisa en los labios viendo como la familia entraba al local portando algunos paquetes. 

Para su sorpresa, uno de ellos era un pastel de chocolate con una pequeña vela azul encima. 

— ¡Feliz cumpleaños! —  Dijeron todos a coro y lo abrazaron felicitándolo. 

Zahir estaba más que sorprendido, no se esperaba esas atenciones de los que eran prácticamente unos completos extraños. Rashid miraba sonriendo la escena. Daniela le entregó al cumpleañero una caja envuelta en alegre papel de colores con un gran lazo azul.  

— Esto es para ti. — Dijo la jovencita. 

— ¡Oh gracias! ¡Estoy muy emocionado! No me esperaba todo esto. ¿Lo puedo abrir? — Preguntó mostrando la caja a los demás.  

Todos rieron.  




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