La Princesa Oculta

Capítulo 6

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Luego de la cena, ambas familias salieron a la terraza, los adultos se pusieron a conversar de diversos tópicos. Rashid permanecía de pie junto a su padre escuchándolos. Zahir y Daniela se habían alejado un poco y estaban recargados en el barandal mirando el paisaje. 

— Has estado muy serio esta noche. — Comentó la niña. — No pareces tú mismo. 

— Es que de pronto sentí que me cayó el mundo encima y estoy tratando de asimilar todo esto. — Respondió el jovencito mirando hacia la lejanía. 

— ¿De qué hablas? — preguntó la chiquilla con un poco de preocupación, tratando de comprender las palabras de su amigo. 

— De que ya soy adulto, según los estándares de mi país, y lo más seguro es que me empiecen a buscar una prometida, que obviamente no voy a elegir por mí mismo. Y, la verdad, no estoy seguro de que me guste la idea. — Respondió él sin perder su seriedad. — De hecho, lo más seguro es que mi padre ya tenga a alguien en mente. 

— Pero supongo que no puedes hacer nada. Es así como pasan las cosas entre ustedes. — Meditó Daniela. 

— Daniela… — Zahir la miró un instante. — …En realidad sí puedo evitarlo. ¿Sabes? Puedo casarme con quien yo quiera, y no con quien me obliguen. 

— ¿En serio? — Preguntó la niña abriendo mucho los ojos. 

— Sí. — Dijo él cortando una flor de uno de los macetones y poniéndola sobre la oreja izquierda de Daniela. 

El chico se inclinó y empezó a desatar uno de sus zapatos, quitando el cordón del mismo, luego se levantó. 

— En mi país hay una ceremonia muy antigua, que aún se practica en el desierto. — Empezó a explicar mientras que, con su mano derecha tomaba la mano derecha de Daniela — Que no requiere estar en la iglesia o ante un juez. Basta con que haya un mínimo de cuatro testigos para que sea algo completamente legal. 

Con el cordón de su zapato, empezó a atar las manos de ambos, cuando terminó, quitó la flor que había puesto en la oreja de la niña y la puso en el lado contrario mientras decía con voz fuerte y clara intentando que los demás lo escucharan: 

— De nun kaj eterne mi edziniĝas al vi, Daniela Lara. Ni estas unuiĝintaj kaj estos nenio por disigi nin. (Desde ahora y para siempre, te desposo, Daniela Lara. Estamos unidos y no habrá nada que nos separe). 

— ¡Noooo! — Gritó Rawdha horrorizada poniéndose de pie cuando escuchó las palabras de su hijo. 

— ¿Qué hiciste? — Preguntó su hermano totalmente asombrado. 

— ¡Zahir! ¿Cómo te atreviste? — Preguntó su padre, quien se había puesto de pie de un salto, mirándolo consternado. 

— Por ĉiam! (¡Para siempre!) — Gritó el joven enfrentando a su familia mientras se acercaba más a una muy sorprendida y asustada Daniela y la abrazaba. 

— ¿Qué está pasando? — Preguntó Juan Fernando intrigado y algo asustado, poniéndose de pie. 

Ubaid se giró a enfrentarlo, luego de mirarlo un momento, bajó la cabeza apenado. 

— Mi hijo acaba de casarse con tu hija… — Musitó. 

Juan Fernando lo miró un momento sin dar crédito a lo que escuchaba, esperaba que le dijeran que era una broma, que todo era mentira. ¿Su hija? ¿Su pequeña casada? ¡Pero si era tan sólo una niña! 

— No pueden estar hablando en serio. — Dijo mordiendo las palabras. 

— Me temo que es verdad. — Repuso Ubaid con la mirada baja. — Esta ceremonia que acaba de hacer mi hijo es absolutamente válida y legal en nuestro país. Y hay testigos, los guardias que están detrás de ti vieron todo. No hay manera de deshacerla. 

— ¡No! — Gritó Estefanía totalmente asustada. — ¡No pueden obligar a mi hija a casarse! ¡Eso es ilegal! 

— La ceremonia es válida. — Musitó Rawdha. — Ya está hecho y no se puede deshacer. En nuestro país no hay divorcios. 

— ¡No! — Exigió Juan Fernando y se arrojó hacia la joven pareja, jalando a Daniela hacia él en un abrazo protector. — En este país es absolutamente ilegal. ¡Mi niña es menor de edad! 

— Señor Lara… — Intentó hablar Zahir. 

— ¡No! — Lo calló el papá de Daniela totalmente furioso, señalándolo con el dedo. — ¡Aléjate de mi hija! ¡No vuelvas a acercártele jamás! Si se acercan a ella los demandaré. 

Dijo señalando al padre de los jóvenes. 

— Los acusaré de corrupción de menores, de intento de secuestro, de hostigamiento, de estupro, de pedofilia…. ¡De lo que sea! — Se giró hacia su esposa y la tomó de la mano sin soltar el abrazo de su hija. — ¡Vámonos de aquí! 

Se dirigieron a la puerta, él furioso, ellas asustadas. 

— Señor Lara un momento por favor. — Se acercó el rey a grandes zancadas tratando de detenerlo. — Escúcheme un momento, se lo ruego. 

— ¡No los quiero cerca de mi hija! — Gritó el hombre con total desesperación. 

— Y no lo haremos, lo prometo. — Dijo Ubaid levantando las manos en señal de rendición. — Pero ahora ella es la esposa de mi hijo, y es mi responsabilidad velar por su bienestar. 




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