La prometida falsa

20

En el salón reina un incómodo silencio. Los Abramenko me fulminan con la mirada, claramente sorprendidos, y la tensión se palpa en el ambiente. Me reprocho haber llamado a Yaroslav por su nombre completo sin mencionar que es mi prometido. Niego con la cabeza.

—Mamá, no estoy comprometida con Mark, sino con Yaroslav.

Mis familiares miran con cierta desconfianza al hombre que tengo a mi lado. Me preocupa que alguno de ellos comente la diferencia de edad entre nosotros. Abro bien los ojos, esperando que capten mi señal. La primera en reaccionar es Bohdana, que se cruza de brazos sobre el vientre.

—Ah, ahora todo tiene sentido. Perdonen la confusión. Lo que pasa es que Diana nos dijo que Kira se había comprometido con su jefe. No dio nombres, así que asumimos que era el otro pretendiente.

—No pasa nada —dice Yaroslav, tomando mi mano—. Entiendo que, por la edad, Kira parece hacer mejor pareja con Mark. Son casi de la misma generación. Pero, como dicen, el amor no entiende de años. Por favor, tomen asiento.

Todos se acomodan alrededor de la mesa. Me siento junto a Yaroslav, pero Mark, como si lo hiciera a propósito, se coloca justo al otro lado. No ha pasado un solo día sin que recuerde aquel beso en el hotel. Su cercanía me inquieta, y debo admitir que deseo volver a besarlo. Trato de tranquilizarme y ahuyentar esos pensamientos inapropiados. Mientras tanto, Yaroslav continúa con su historia romántica:

—Después de la muerte de mi esposa, pensé que nunca volvería a casarme. Amaba a Nina. Tuvimos tres hijos juntos, y cuando la enfermedad se la llevó, fue una pérdida muy dura. Pero han pasado siete años, y he vuelto a enamorarme.

Yaroslav aprieta con cariño mi mano, mientras Mark frunce el ceño. Claramente no le agrada ver cómo su padre me presta tanta atención. Supongo que aún no ha superado la muerte de su madre. Yaroslav suelta mi mano y sirve vino en las copas. Bohdana se apresura a rechazarlo:

—Yo paso. Estoy dando el pecho al bebé. Y tengo que decir que el matrimonio de Kira ha sido una sorpresa para mí. Hace apenas un mes se separó de Nazar. Estuvieron juntos tres años, y creí que acabarían casándose.

Me dan ganas de taparle la boca. ¿Quién le pidió que dijera eso? Los Abramenko me clavan otra vez sus miradas inquisitivas. Bajo la cabeza y trato de justificarme:

—No fue hace un mes. Un poco más, en realidad. Pero eso ahora no importa.

—No sabíamos nada de Nazar —Zlata se muestra repentinamente interesada—. Parece que Kira no pierde el tiempo. Papá, ¿desde cuándo sales con ella?

Sus ojos brillan con una chispa de triunfo. Levanta la barbilla con altivez, como si estuviera segura de haberme desenmascarado. Tal vez piensa que engañé a los Abramenko y espera que haya un escándalo que arruine la boda. Pero Yaroslav mantiene la calma y se sienta tranquilamente.

—Un mes, más o menos. Hace tiempo que observaba a Kira. Es una excelente trabajadora y una mujer muy hermosa. Un día la vi triste y le pregunté qué le pasaba. Me contó que había terminado con su pareja. Quise consolarla. Y entre palabra y palabra, me di cuenta de que era la mujer que quería a mi lado. Sé que algunos pensarán que llevamos poco tiempo, pero la vida es corta. Nos conoceremos mejor durante el matrimonio. Hay parejas que salen durante años y luego se divorcian, así que el tiempo no lo es todo —Yaroslav alza su copa—. Por este encuentro.

Chocamos las copas. Habla con tanta convicción que casi yo misma me creo su historia. Me doy cuenta de que tengo frente a mí a un hombre maduro y seguro, y eso me tranquiliza. Me sirvo ensalada en el plato, esperando que cambien de tema. Pero mi padre frunce el ceño:

—Entiendo que ya viven juntos como matrimonio. ¿Y la boda, para cuándo?

—Aún no la hemos planificado —respondo de inmediato—. Tal vez en primavera. Me encantan los jardines en flor.

—¿Primavera? ¿Vas a esperar casi un año? ¡Estamos en pleno verano! —protesta mamá.

Sí, precisamente por eso he dicho primavera. No por los jardines. Bohdana se ríe.

—Yo que tú, no esperaría tanto. Yaroslav es un partidazo. En ese tiempo puede encontrar una esposa más joven.

¡Qué ganas me dan de estrangularla! ¿Por qué no se calla de una vez? Yaroslav me rodea con el brazo, claramente para dejar las cosas claras:

—Nos casaremos en otoño. Veré qué fechas tienen libres los restaurantes y decidiremos. Yo tampoco creo que haya que esperar tanto.

—¿Los gastos de la boda se reparten a partes iguales? —pregunta mi padre, visiblemente nervioso, haciendo cálculos mentales.

—No se preocupe. Yo me encargo de todos los gastos. Incluso pagaré por sus invitados. No escatimaré en nada para Kira —dice Yaroslav, apretando con fuerza mi mano.

—Kira, no veo el anillo en tu dedo. ¿Lo perdiste? —pregunta Bohdana, con evidente sorpresa en la voz.




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