La Química de lo Prohibido

Capítulo 9: «F» (Flúor)

Piero 

Tener a Vittoria a mi lado se siente adecuado, estoy fascinado por ella. Si bien no es la misma mujer de hace diez años, sigue habiendo vestigios de la que solía ser mi mejor amigo, gestos que hacía cuando era pequeña que aún siguen presentes en su versión adulta. 

La observo mientras trabaja con diligencia en su primera jornada laboral. Su capacidad para adaptarse y aprender rápidamente me deja asombrado, y no puedo evitar sentirme fascinado por su determinación y habilidades.

Es solo el primer día, y ella ya ha dominado la mayoría de las tareas administrativas. Su eficiencia y su enfoque en el trabajo son evidentes, y me llena de orgullo verla brillar en su nuevo rol.

Nunca dudé de que ella sería capaz de enfrentar este desafío, pero verla en acción supera todas mis expectativas. Si tengo que recordarle todos los días lo increíble que es, lo haré con gusto. Porque estoy comprometido a ayudarla a recuperar la confianza en sí misma y en sus capacidades.

—Estoy impresionado por lo rápido que estás aprendiendo, Vittoria. Tu dedicación y tu habilidad para adaptarte son admirables. —La halago, con una sonrisa de sincera admiración en mi rostro.

Ella levanta la mirada y me devuelve una sonrisa tímida pero radiante, y sé que estoy en el camino correcto.

—Gracias, Piero. Significa mucho para mí escuchar eso. —responde.

Asiento con satisfacción, sabiendo que estamos en el camino hacia un futuro brillante juntos.

Mientras continuamos trabajando lado a lado, sé que este es solo el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas. Con la confianza y el apoyo mutuo, estamos listos para enfrentar cualquier desafío que se presente en nuestro camino hacia el éxito. Y con Vittoria a mi lado, sé que nada puede detenernos. Juntos, brillaremos incluso en la oscuridad más profunda.

Terminamos nuestra jornada laboral y nos dirigimos hacia una ferretería cercana. Necesito comprar un taladro y algunas otras herramientas para ayudar a Vittoria a colgar los cuadros en su nueva casa. Conduzco mientras Vittoria va sentada a mi lado, compartiendo conversaciones ligeras que hacen que el tiempo pase más rápido.

—¿Qué tipo de taladro necesitas? —pregunta Vittoria, mirándome con curiosidad.

—Uno que sea lo suficientemente potente para perforar las paredes de concreto. Quiero asegurarme de que los cuadros queden bien sujetos. —respondo, concentrándome en el tráfico mientras hablamos.

Llegamos a la ferretería y nos adentramos en el bullicio del lugar. Busco por los pasillos hasta encontrar el taladro adecuado, mientras Vittoria me acompaña, observando con interés los diferentes tipos de herramientas que se ofrecen.

—¿Qué te parece este? —pregunto, mostrándole un taladro eléctrico de alta potencia.

Vittoria asiente con aprobación, examinando el taladro con atención, aunque apuesto a que no tiene idea sobre herramientas.

—Parece perfecto. ¿Necesitas algo más? —pregunta, con una sonrisa juguetona en el rostro.

—Solo algunos tornillos y tacos para asegurar los cuadros. ¿Tienes alguna preferencia en cuanto al color? —bromeo, disfrutando de nuestra complicidad.

Vittoria ríe, sacudiendo la cabeza.

—No, supongo que cualquier color servirá mientras hagan su trabajo. —responde, devolviéndome la broma.

Completamos nuestras compras y regresamos al coche, listos para enfrentar la tarea de colgar los cuadros juntos. Mientras conducimos de vuelta a casa, me siento agradecido por tener a Vittoria a mi lado, compartiendo momentos simples pero significativos como este. Juntos, estamos construyendo un hogar lleno de amor y complicidad, y no puedo evitar sonreír ante la idea de lo que el futuro nos depara.

Regresamos a casa y nos preparamos para colgar las fotos de Cara en la pared. Vittoria me cuenta historias sobre la niña mientras seleccionamos cuidadosamente los cuadros. Cada anécdota que comparte me llena de alegría y me hace lamentar no haber estado cerca para presenciar esos momentos de primera mano.

—Recuerdo cuando Cara dio sus primeros pasos. Fue un momento tan emocionante para mí. Quería capturar cada instante para que pudiéramos recordarlo siempre. —Me cuenta Vittoria, con una sonrisa nostálgica en el rostro.

—Debe haber sido increíble verla dar sus primeros pasos. Me hubiera encantado estar allí para presenciarlo. —respondo, con sinceridad.

Seguimos colgando los cuadros mientras Vittoria continúa compartiendo recuerdos de la infancia de Cara. Cada historia es como un destello de luz que ilumina nuestra conexión y me hace sentir más cerca de ella de lo que nunca he estado.

—Y aquí está la foto de su primer día de guardería. Fue un momento agridulce para mí, verla crecer tan rápido. Pero también estaba orgullosa de la niña en la que se estaba convirtiendo. —relata Vittoria, con un brillo de orgullo en los ojos—. Lástima que no duró mucho, Dante no quería que trabajara y… —El brillo se apaga al igual que las palabras.

—Debe haber sido difícil dejarla ir, pero estoy seguro de que Cara está creciendo en una niña increíble gracias a ti. —digo con admiración, omitiendo la última parte.

Terminamos de colgar los cuadros y nos detenemos un momento para admirar nuestro trabajo. La pared está llena de recuerdos preciosos que capturan la esencia misma de la infancia de Cara.




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